Desistir de la complejidad de la polifonía para volver a la franqueza de la palabra. Esa fue, en la Italia de fines del siglo XVI y comienzos del XVII, la consigna de una de las tantas batallas en nombre de “lo natural” que se enumeran en la historia de la música. De aquella discusión deriva L’Orfeo, con música de Claudio Monteverdi y libreto de Alessandro Striggio, uno de los primeros ejemplos de ópera. La Compañía Lírica Teatral Dov’è la Bussola? lo pondrá en escena hoy a las 18, y los domingos 12 y 19 a las 17, en el Teatro Ludé (Montevideo 842), en una arriesgada versión. El mundo terrenal y sus suburbios distinguirán sus sonidos entre un ensamble de cuerdas, vientos, tiorba, clave y órgano, un power trío de rock, un ensamble de música indostánica –sitar, tabla y derbake–, malabares, pintura en escena, ballet, coro y un notable elenco de cantantes. 

Estrenada en Mantua en 1607 bajo el título “fábula en música”, L’Orfeo aparece como prototipo de aquel “recitar cantando” que recomendaba la naturalidad y que el itálico énfasis ornamental convirtió con el pasar del tiempo en “cantar recitando”, para propiciar nuevas discusiones y fundar nuevas naturalezas. Esta versión, según cuentan sus artífices, busca resignificar los alcances de una historia entre dioses, ninfas, faunos y seres infernales, sin alterar sustancialmente su contenido musical y literario. “Nos interesaba como compañía hacer una ópera barroca, porque por su naturaleza nos permite explorar, mezclar estilos, incorporar otros elementos. Monteverdi, y L’Orfeo en particular, son inabarcables y continuamente nos dan motivos para articular distintas interpretaciones”, asegura Gustavo Vita, cantante y uno de los directores de la compañía. 

“Buscamos reinterpretar el contenido argumental de la obra. En particular, indagar sobre los juegos de poder, a partir de la trascendencia de las deidades sobre los seres terrenales”, interviene Natalia Quiroga Romero, soprano, y junto a Vita responsable de la compañía y la producción y dirección general de la puesta. “Buscamos la posibilidad de un nuevo relato, particularmente desde lo visual, y para eso conjugamos el mito de Orfeo y Euridice con el de El rapto de Proserpina, a partir de sus elementos comunes. Eso nos permite incluir otros personajes mitológicos para reforzar los contrastes entre la tierra y el infierno, y las referencias a las estructuras de las ‘esferas de poder’, esos ámbitos en los que los dioses pueden decidir sobre el destino los comunes”, explica la soprano. “Eso también nos llevó a plantear una atemporalidad, que nos ayuda a resignificar el contenido de esta ópera”, agrega Vita.

Además de Vita y Quiroga Romero, el elenco de cantantes incluirá al barítono Juan Font, la mezzosoprano Vanina Guilledo, los tenores Sergio Vittadini y Luis Fuentes Bustos y el barítono Alejo Alvarez Castillo. La dirección musical es de Edmundo Alberto Ramos y también intervendrán el artista circense Pablo “Farolito” Spinelli, el pintor Gonzalo Gugliotella, la banda de rock Osario, Fernando Britos y Juan Porcel de Peralta en clave y órgano, el coro estable de Dov’è la Bussola?, dirigido por Yéssica Velásquez Barrientos, y el ballet estable de la compañía, a cargo de Marcela Ostapchuk, que es también la responsable de las coreografías. El vestuario es de Eugenia Estévez, Natalia Vivas, Florencia Ibañez y Quiroga Romero; la caracterización de los personajes de Keila Lorraine y Milena Cinosi, el diseño de escenografía del mismo Vita y la realización escenográfica del pintor Gugliotella, el colaboración con Catalina Zanardi y Andrea Pérez. Serán unas sesenta personas participando de esta producción. “Es un número impresionante para una producción independiente, que se sustenta con el dinero de las entradas. Todos cobramos en base a lo que recaudamos y, sin embargo, acá estamos arriesgando y poniendo trabajo”, enfatiza Vita, antes que Quiroga Romero redondee la idea: “Y todos ponen además un gran entusiasmo. Que pase esto es la demostración de muchas cosas, pero sobre todo da cuenta de la necesidad de crear estos espacios, que a través de la ópera se convierten en lugares de encuentro e intercambio. Siempre tuvimos claro que ese debía ser nuestro objetivo: abrir espacio y marcar diferencias”.

La travesía de la Compañía Lírica Teatral Dov’è la Bussola? comenzó el año pasado, en marzo, con una producción de La serva padrona (1733), de Giovanni Battista Pergolesi. Un título sencillo en su logística pero conceptualmente significativo, sobre el que se funda la tradición de la ópera bufa. En mayo la apuesta se redobló con la producción de I pagliacci, de Ruggero Leoncavallo. “Fue entonces que formamos un coro y se sumó el trabajo de Yessica Velásquez Barrientos en la dirección. Desde entonces lo mantenemos como elenco estable y eso nos permite pensar las producciones desde otro lugar”, explica Vita. El coro tiene veinte integrantes y un promedio de edad de 25 años. Lo integran músicos en formación o que a partir del coro comenzaron su formación musical. Es un elenco amateur, al que se le ofrecen, a cambio de su participación, clases de técnica vocal, estilo y repertorio. 

Cuando Vita y Quiroga Romero comenzaron a trazar los objetivos de la compañía para este año se hizo necesaria la posibilidad de contar con un ballet. “Desde la idea básica, esta puesta de L’Orfeo necesitaba de un ballet, por eso el año pasado hicimos la convocatoria pensando en formar un ballet estable, con bailarines que tuviesen formación clásica, pero además la versatilidad necesaria para abordar otros estilos, según las necesidades que surjan de cada puesta”, explica Quiroga Romero, que también destaca el modo en que muchos se fueron sumando a una idea que tiene al arte y sus posibles aperturas estilísticas como objetivo principal. “Siempre pensamos este espacio para para incluir cantantes, instrumentistas, bailarines, artistas plásticos, artistas circenses, fotógrafos, para el diálogo entre lo que separamos como popular o académico”, agrega la soprano. “Pero los problemas son siempre los mismos: cómo se financia una compañía independiente, que aborda la ópera desde un lugar más abierto, más experimental, que arriesga estéticamente para lograr atraer nuevos públicos. Y sobre todo que lo hace manteniendo un nivel artístico alto”, reflexiona Vita.

Por lo pronto y a pesar de todo, L’Orfeo dará continuidad a la temporada de la compañía, después de una bien lograda puesta playera de La sonnanbula de Vincenzo Bellini en el Teatro Asturias y antes de otra versión de La serva padrona, esta vez con su “ballet de sirvientes”, prevista para noviembre en el Teatro Ludé. Serán tres funciones en las que aquel que con su canto supo amansar a las fieras, tentará la más complicada tarea de conmover el corazón de algún adinerado para que salga de su infierno convirtiéndose en mecenas. O que por lo menos pague su entrada.