Existe un dilema nunca resuelto en relación a la televisión y su vínculo con lo que sucede afuera de los límites del televisor, o del dispositivo por el que se la ve: ¿es la pantalla chica un reflejo de la práctica social? ¿O es tan potente su penetración que lo que la TV transmite construye el mundo real? Interrogante sin respuestas absolutas, seguramente el medio que marcó a fuego la cultura del siglo XX y que hoy se ve invadido por las nuevas tecnologías sea tanto productor de realidades como reverberancia del pulso de la calle. La tele construye y refleja. La avanzada feminista a partir del #NiUnaMenos, que se masificó este año con el debate en torno al proyecto de ley de despenalización del aborto, probablemente sea uno de los cambios culturales más significativos que esté atravesando la sociedad argentina. ¿Cómo se reconvierte la TV en tiempos en los que “la ola verde” se impregna en todas los ámbitos sociales?

Si fuera cierta aquella idea esbozada alguna vez por un productor sobre que la manera más rápida de conocer a una sociedad a la que recién se llega es encendiendo la TV y haciendo un zapping por los canales locales, se supone que la pantalla chica y la calle construyen un vínculo cercano. Desde esa teoría, la tele debería evolucionar tanto como la sociedad. Al fin de cuentas, los discursos que circulan en cualquier sociedad son tanto mediáticos como callejeros. Qué es causa y qué es consecuencia es un debate menos importante que señalar que la pantalla chica atraviesa mucho más que una crisis económica: también un cambio de paradigma cultural que se visibiliza no solo en los temas que aborda sino también en la manera en que los trata. Una transformación que para algunos puede ser imperceptible pero a la que la pantalla chica local ya da sus primeras señales de adaptarse a los vientos que soplan en las calles.

“Los productores artísticos debemos estar siguiendo la corriente de lo que sucede”, afirma Pablo Culell, productor de Underground. “Si uno no huele lo que le pasa a la sociedad, va a contramano y deja de interpelarla. La realidad hace un contexto histórico. Después, somos los productores o los programadores de TV los que decidimos jugarnos o no en el contenido. Hoy más que nunca, en donde la gente está tan intercomunicada a través de las redes sociales, que incluso vuelven protagonistas a los ciudadanos, el diálogo que tiene que tener la pantalla con su audiencia es fundamental. Eso no significa que toda ficción tenga que ser testimonial o que tenga que bajar línea o que tenga que tener ideología clara y concreta respeto de ciertos temas. Lo que ya no puede la ficción es ir a contramano de su tiempo, a excepción de que sea de época”. 

Ficciones en tono verde

La televisión es, básicamente, una usina de entretenimiento para todo público. Más allá de su rol formativo ante la exposición desde temprana edad de niñas y niños, lo cierto es que es funciona siempre cuidando el “negocio”. El buen andar de las telenovelas turcas hizo que ese contenido se vuelva usual en la pantalla chica vernácula, aún con el distanciamiento cultural que Argentina tiene con el país del que son originarios esas ficciones. ¿Cómo se explica la continuidad del éxito de las novelas turcas en una sociedad cuyas prácticas sociales y legislación tienen tendencias completamente contrarias a la cultura patriarcal que esas ficciones importadas representan?

La respuesta tardó varios años en llegar, pero ya se hace visible en la pantalla. En Elif, por ejemplo, la telenovela turca que Telefe emite de lunes a viernes a las 18, el canal sobre imprime en pantalla un zócalo con la leyenda “Si sos víctima de violencia de género llamá al 144”, en las escenas en las que se vuelve visible la presencia de cierta violencia hacia la mujer en la trama de la ficción. Lo mismo sucede en Kara para ask, La venganza de Iffet y Todo por mi hija, las otras dos producciones turcas que programa el canal, a las que desde mañana se sumará una quinta: Una parte de mí. El negocio televisivo sigue rodando, pero con algunos cuidados que no eran habituales hasta hace poco tiempo.

La “época de oro de las series” tiene a la mujer en el centro de la escena. Desde hace años el mundo femenino está iluminado desde ficciones diversas en temática y género, con una particularidad que la distingue de otros tiempos: las mujeres coparon no sólo la pantalla sino también el detrás de cámara. Al incremento en el volumen de series protagonizadas por personajes femeninos se le suma el hecho de que también las historias son escritas, producidas y hasta dirigidas por ellas mismas. Ya no sólo son interpretadas por los hombres. Y eso se nota en la diversa representación de mujeres que hoy conviven en el mundo audiovisual de aquí y de allá.

“El mundo audiovisual está abandonando la idea de la década del 50 en la que la mujer sólo era bella y frágil. Series como Big Little Lies o Girls, cada una en su tono, rompen ese paradigma, desmitificando ciertos estereotipos. La construcción de la mujer hoy resulta más real, en todas sus dimensiones, acompañando una transformación social que creemos que ya no tiene vuelta atrás. Las series están contribuyendo e influenciando fuertemente en la discusión sobre el rol de la mujer en la sociedad”, le explicó a PáginaI12, Eva Villarreal, VP y gerente general de MAX-HBO Latin America.

A nivel local, donde la producción de ficción se limita a una TV abierta cuya audiencia es preponderantemente femenina y mayor de 40 años, la adaptación se vuelve un poco más compleja. ¿Cómo hace esa ficción diaria, que históricamente se valió de estereotipos propios del siglo XX, para no quedar disociada de la sociedad de la que es parte? ¿Cómo convive la necesidad de satisfacer las preferencias del perfil otoñal del televidente que actualmente ve TV abierta con una dinámica social que avanza en contra de lo instituido? Ese dilema, al que se enfrenta todo productor a la hora de pensar la trama de su próxima ficción, encontró una posible respuesta en 100 días para enamorarse (lunes a jueves a las 21.45, por Telefe). 

La ficción de Underground y Telefe construyó una trama que supo combinar la estructura narrativa y dramática propia de la tira diaria tradicional, con el abordaje a situaciones y problemáticas que reflejan el pulso social de estos tiempos. La identidad de género, el rol de la mujer o las familias disfuncionales son protagonistas constitutivos de la trama que pronto encarará la problemática del aborto. El resultado fue que 100 días... se convirtió en el programa más visto de la TV argentina desde su estreno, reuniendo a una audiencia tan amplia como disímil.

“Nos pareció –reflexiona Culell– que estaba bueno contar una historia que le pegaba al público en el corazón y que lo hiciera partícipe, ya no solo desde la conflictividad cotidiana en relación al amor familiar y de pareja, sino con temas mucho más profundos como la identidad de género, el aborto, o el rol de la mujer, que permiten otras profundidades. Vehiculizar determinadas temáticas a través de la ficción hace que el mensaje alcance mayor penetración social y en forma más inmediata que en un programa con especialistas hablando sobre el tema”.

El desafío que imponen los tiempos actuales no es sólo que la pantalla los represente. La forma en que la cultura instituyente se vea reflejada en la ficción no es un detalle menor. “No hay que tratar de ser didácticos, sino que el clima de época debe estar presente desde la cotidianidad de los personajes, como hacemos en 100 días..., para que el público que no piensa igual no se sienta mal. Aún cuando la posición editorial es clara, se inserta dentro una historia de ficción para que no resulte agresivo ni divida las aguas. Esa es la obligación que tenemos para tratar de sumar público. Y se está logrando. Más allá del público objetivo que tiene la TV abierta, estos contenidos acercan público de otras clases sociales, de distintas edades, de otras pantallas e intereses”, subraya el productor.

Que la producción local de ficción no sólo da trabajo local sino que además construye identidad y puede servir para acompañar debates sociales, y brindar herramientas para que las grandes masas tomen conciencia sobre ciertos temas, es un hecho irrefutable. Aún cuando no siempre esa sea la búsqueda de los productores. Una muestra de que la pantalla chica argentina dialoga con su tiempo es Femicidios, la serie unitaria que Pol-ka está produciendo para emitir el año que viene. Sin eufemismos, desde el mismo título, la ficción que emitirá El Trece abordará los diez casos de femicidios más resonantes de las últimas tres décadas del país, con historias unitarias de elenco rotativo. El asesinato de Alicia Muñoz a manos de Carlos Monzón, el de Wanda Taddei perpetrado por el baterista de Callejeros Eduardo Vázquez, el de Claudia Schaefer a cargo de Fernando Farré en el country Martindale y el de María Soledad Morales que precipitó el gobierno de los Saadi en Catamarca son algunos de los casos reales en los que se basarán los capítulos escritos por Carolina Aguirre y Leo Calderone, con investigación periodística de Soledad Vallejos (periodista de PáginaI12).  

“La idea de la ficción es contar algunos casos de violencia machista desde el enfoque de la víctima, de la mujer, para poder exponer en esas historias cómo se construye la violencia machista”, explica Aguirre (Farsantes, Guapas) a PáginaI12. “Históricamente, los medios contaron la violencia de género a través de los femicidas. La voz del relato siempre la ha tenido el femicida, nunca la víctima. La historia la cuentan los que asesinan, la historia la cuentan los que oprimen, los que humillan. Desde no hace mucho tiempo ese abordaje empezó a modificarse, llevando los casos el nombre de la víctima y no del victimario. Contar la violencia desde el femicida, como se ha hecho, es establecer que se trata de un caso aislado, un fenómeno individual como el de un asesino serial, cuando en realidad la violencia machista es un fenómeno social”.

La elección de los casos que contará Femicidios, cuyas historias comenzarán y finalizarán en el mismo capítulo, está relacionada a asesinatos que fueron disparadores para modificar figuras de los códigos civil o penal, pero también la opinión social, la forma en que titulan los diarios, o incluso la manera en que se trata a las víctimas. El caso Alicia Muñiz, por ejemplo, derivó en que se inaugurara la primera policía de la mujer. En el juicio por el asesinato de Wanda Taddei fue la primera vez en que la emoción violenta en vínculo marital fue un agravante y no un atenuante. Después del caso de Rosana Galeano se empezó a debatir la contención de los hijos de una mujer víctima de violencia de género, que quedaban bajo la tutela del femicida. 

“Las conductas de la violencia machista son muy comunes, por lo que con la serie apuntamos a contar la historia de la violencia machista, en donde estos diez casos conformen un entramado que permita mostrar cómo fue posible que en la sociedad fallen todos los dispositivos (institucionales y sociales) que debían proteger a las víctimas, dejándolas en la soledad más profunda y sin otra posibilidad que morir”. 

Una ola que lo empapa todo

No solo la ficción argentina se replantea sus contenidos. Basta ver lo que sucede alrededor del periodismo deportivo televisivo, primordialmente en el fútbol, donde las señales deportivas cuentan cada vez con más mujeres en sus planteles profesionales. Angela Lerena ya es una voz reconocida en las transmisiones de los partidos de la Superliga, conduciendo incluso Primera tapa en TNT Sports. Viviana Vila se convirtió en Rusia 2018 en la primera mujer comentarista en un mundial de fútbol, al servicio de Telemundo, la mayor cadena estadounidense de habla hispana. Las periodistas mujeres se abren paso en ámbitos en el que aún predominan los machirulos. 

Otro síntoma de época es el espacio que en el último tiempo Intrusos –un programa históricamente dedicado a los chimentos y difusor de prácticas machistas– le comenzó a ceder a la situación de la mujer en la sociedad, a través de largos reportajes a víctimas de violencia de género o referentes del #NiUnaMenos. Incluso, su conductor Jorge Rial hizo un mea culpa público respecto de la equívoca actitud que tuvo durante años respecto al padecimiento que sufre la mujer en el país y en el medio artístico en particular. “Hoy soy esto. Ayer fui otra cosa. Se llama evolución. Molesta. Perdón”, dijo el conductor, que también puso a disposición el programa al debate sobre la despenalización del aborto. La perspectiva de género empezó a impregnar espacios que hasta no hace mucho parecían blindados a cualquier dosis de conciencia social.

No es el único caso. La “ola verde” también parece condicionar el tono que tendrá la nueva temporada de ShowMatch. El programa de Marcelo Tinelli, que durará apenas tres meses en 2018, mantendrá el Bailando por un sueño, pero al parecer el conductor está decidido a dejar de lado los escándalos e imprimirle al ciclo un tono más emotivo. Cuentan en el entorno de Tinelli, que siempre supo intuir las preferencias del público en cada momento histórico, que el animador entiende que el paradigma cultural cambió. ¿O, acaso, alguien puede imaginar que hoy se puedan volver a utilizar primeros planos para cortar polleritas en el prime time de la TV argentina? ¿O, incluso, hacer chistes en el extranjero desde el desconocimiento idiomático de la víctima?

Así como durante buena parte de su historia ShowMatch hizo de la “viveza argentina”, de la cultura del vestuario de fútbol y de la cosificación de la mujer las bases sobre las que construyó su éxito, posicionándolo como el programa más visto de la TV argentina, la sociedad actual obliga al ciclo a reconvertirse. Lo que antes era celebrado inocentemente en pleno prime time televisivo, hoy es repudiado. Con el aval de las leyes que otorgan nuevos derechos o simplemente con el cuestionamiento a normas que los cercenan, la sociedad argentina evoluciona y con ella la TV. Ya nadie está exento del ruido de las calles.