El libro que Rita Cortese tiene sobre la mesa es una manera ideal de entrar en tema por la puerta grande. Le pertenece a Maximiliano Molocznik, y versa sobre la vida política y militante de Olegario Víctor Andrade, uno de los escritores y poetas malditos más importantes de la segunda parte del siglo XIX. Había que defender la unidad latinoamericana y la soberanía nacional, en tiempos de Sarmiento y Mitre. Había que “saltar” por los caudillos federales que el nuevo orden “civilizador” mandaba decapitar, sin reparos, en los llanos de La Rioja, la aridez de los campos catamarqueños o los lindes sufridos del Paraguay. Y esa dignidad, entre unos pocos más, le cupo a quien el autor del libro llama el poeta de las cumbres. “En la mirada mitrista de la época, Andrade era un bárbaro, porque estaba fuera del establishment. Por eso lo citamos de una manera amorosa”, sostiene Cortese acerca de una de las perlitas en forma de poema que compartirá con Cristina Banegas los jueves 19 y 26 de enero a las 21 en el Tasso (Defensa 1575), bajo un título que viene más que al caso: Canciones bárbaras. “Está bueno empezar por Andrade, a quien le cerraron dos diarios, y no solo intentaron silenciar, sino que también cambiarle el sentido a un poema que le había hecho al Chacho Peñaloza, por una loa a Lavalle. Nada que ver. La verdad se supo mucho después”, avanza Cortese, en sintonía con las prédicas del revisionismo histórico.

El poema del imprescindible Olegario que cita la cantora y actriz es de marzo de 1867, y habla del avance de los intereses económicos extranjeros sobre una nación aún en formación. Ella se sale de la vaina por leerlo, y lo logra: “Extranjeras van siendo las propiedades rurales/ extranjero el comercio, hasta extranjero el idioma/ la raza argentina sucumbe/ una banda de exterminadores se ha extendido por todos los ámbitos de la República/ su obra de destrucción no tiene término/ la República Argentina va quedando desierta/ y la matanza sigue”, lee ella en la entrevista con PáginaI12, y leerá durante el espectáculo, como previa de una canción paraguaya que ambas prefiere mantener en secreto. “Dado que el poema de Andrade se centra en la guerra del Paraguay, es un homenaje que le hacemos a ese país. Pero no vamos a decir cuál es, porque nosotras no somos gente civilizada, somos bárbaras”, se ríe la actriz, y la charla cambia de marea. Ahora va hacia la génesis del dúo, y la que habla es Banegas, también cantante, también actriz. “Tenemos una larga amistad con Rita. Nos conocemos hace muchos años, y no es la primera vez que cantamos juntas... hemos hecho algún que otro desastre antes”, se ríe esta señora morocha que canta tangos de los ‘20, y que esta vez lo hará cerca de su madre Nelly Prince.

“Tenemos una vida bastante juntas a través de los años y un punto de vista parecido sobre el arte que pudimos compartir, por ejemplo, con Alberto Ure en los ensayos de Padre, obra de teatro de Strindberg que yo no pude estrenar por razones de tiempos, pero ella sí. Y estos son sellos estéticos que te van llevando por toda la vida. También compartíamos los amaneceres de la calle Corrientes”, evoca Cortese sobre alguno de esos retazos artísticos y existenciales que unen a ambas. “Lo de Padre fue porque Ure era un fanático del campo de ensayo, quería ensayar y no estrenar nunca, y de hecho la ensayamos como un año y medio...  Rita marchó a los nueve meses”, focaliza Banegas, sobre el encuentro actoral. Sobre el musical, acusan antecedentes de unión en espectáculos en el Faena; y en La Jaula Abierta, junto a Dolores Solá. “No es algo que nos es ajeno estar juntas”, refrenda Cortese. “Pienso que el arte, la vida y la ideología van juntos; y a nosotras nos une esto: la ideología que aspire a un mundo mejor”.

–Hacia el cual se está yendo, sin dudas...

Rita Cortese: –(Muchas risas, luego seriedad) Tengo la pena de sentir que hay algo perdido en eso de ir hacia un mundo mejor, pero seguiremos luchando igual, porque no tenemos opción. Personalmente, creo que este es un momento de grandes pasiones. No es un momento para defender posturas livianamente. No es un momento para lábiles ni para fríos, aunque por ahí sí para flexibles. Es una época de pasiones, de bárbaros, al cabo. 

Cristina Banegas: –Comparto la idea de que la palabra siempre es política, el arte siempre es político, de modo que aquí estamos.

–¿Cómo vuelcan esta postura en Canciones bárbaras?

R. C.: –A través de la poesía que atraviesa todo el espectáculo, como en el caso del poema de Andrade que leí antes, y que, como dije, está escrito durante la época del exterminio del pueblo paraguayo, a manos de la Triple Alianza. También leemos algo de Guido Spano, que es otro poeta silenciado de la época.

–El del bello y triste “Nenia”, sí. ¿Y el repertorio cancionero por dónde va?

C. B.: –Yo canto tangos viejos, de los ‘20, o los ‘30 a más tardar, y Rita es más amplia, más abarcativa, pero creo que es un buen diálogo el que se establece entre las poéticas que vamos articulando entre los tangos y los no tangos que hacemos.

R. C.: –Yo elijo otros tangos, aunque uno de los que hago (“La mariposa”) es antiquísimo. Es de 1925.

–Bien, tiraron un título, ¡revelaron un misterio!

R. C.: –Pero no sé si lo voy a cantar (muchas risas). No, ahora en serio, otro de los que hacemos es “Fuimos”, que dice “Fui como una lluvia de cenizas y fatigas/ en las horas resignadas de tu vida”. En fin, canciones bárbaras, porque hablan del bruto, del despojado, del feo, del que no pertenece... Todas las canciones que hacemos están bajo el manto de la barbarie. Son una defensa de lo bárbaro.