Milagro Peñalba

Dirigenta salteña. Integra la Coordinadora de Estudiantes Secundarios por el Aborto Legal.

 

 

“Salta ocupa el segundo lugar con mayor tasa de femicidios del país, donde no hay Educación Sexual Integral ni métodos anticonceptivos. Pero si quedás embarazada te echan de los colegios o te marginan. Y si abortás, te llaman asesina”, dijo Milagro Peñalba en su intervención en el Senado de la Nación a fines de julio. Ningún senador de su provincia cuestionó sus denuncias. Pero la situación en el colegio secundario donde cursaba se tornó insoportable. “Sí, tengo 16 años. ¡Y 25 amonestaciones!”, apunta al otro lado del teléfono Milagro mientras espera el colectivo en el centro salteño para retornar a El Huaico, el barrio donde vive. 

Lo bueno es que tras las vacaciones de invierno, la recibieron en una escuela “más progre”, según dice. Milagro es dirigenta estudiantil y su intervención en el Senado fue de las más lúcidas, tanto como la de otra adolescente, Ofelia Fernández, antes de la votación en Diputados. Peñalba fue invitada por organizaciones de centros de estudiantes porteñas y por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Su voz era imprescindible teniendo en cuenta que lxs siete legisladorxs salteñxs se manifestaron en contra del aborto en una provincia donde la educación católica sigue siendo obligatoria (aunque la Corte Suprema de Justicia haya resuelto lo contrario) y el embarazo adolescente, una constante que las encuestas niegan. 

A comienzos de este año, Milagro fue una de las organizadoras de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios por el Aborto Legal. “A las calles las tenemos conquistadas con el pañuelo verde pero la cotidianidad es otra cosa”, cuenta refiriéndose a la enorme presión de la Iglesia para que no haya educación sexual y a la presión política para que lxs jóvenes no tengan militancia social. “Mi mamá me crió sola así que yo sé lo que es el feminismo porque lo viví en casa antes que en ningún lado. Hay mucha hipocresía porque la gente cuestionaba a mi mamá por ser soltera en vez de cuestionar a mi papá, que nos había abandonado”, cuenta.

Junto a la Coordinadora recorre la provincia dando charlas y brindando información. “La situación en el interior de Salta es dura porque hay mucho silencio y todo circula como en un murmullo: que tal se embarazó, que tal quiere abortar, pero nadie habla”, agrega.

Es una lectora voraz que se las arregló para llegar al libro editado por el colectivo Ludditas Sexuales a través de Milena Caserola sobre la deconstrucción del amor romántico. Pero también está muy interesada en la cultura de los pueblos originarios de la zona, esencial para profundizar el trabajo territorial que Milagro no piensa abandonar. Por eso conoce leyendas y cuentos populares. Además, le gusta mucho la música de Miss Bolivia.

“La lucha por la legalización del aborto es un gran triunfo del feminismo. El cambio ya existe, ya estamos en la calle y a eso no lo para nadie”, enfatiza antes de tomar el colectivo que la lleve de vuelta a su casa.

 


 

Yanina Walhorn

Integrante del Frente Popular Darío Santillán y de la Campaña por el Derecho al Aborto.

 

Constanza Niscovolos

 

Yanina Walhorn aún conserva el pañuelo verde que le regalaron en el Encuentro Nacional de Mujeres de 2003, en Rosario. “El mío decía ‘despenalización del aborto’ y yo le agregué con fibrón ‘legalización’ y ‘gratuito’”, cuenta. Ésa fue la primera vez que los pañuelos, ahora símbolo de resistencia, comenzaron a circular. Por entonces, Waldhorn había participado en el centro de estudiantes de su colegio, el Carlos Pellegrini. Luego, en 2002, comenzó a militar en la Coordinadora Aníbal Verón, que se transformaría en el Frente Popular Darío Santillán, tras el asesinato del militante. Esta dirigenta de 37 años no había cumplido los veinte cuando decidió instalarse Glew, en el partido de Almirante Brown, para dedicarse al trabajo territorial.

“Volvimos del Encuentro en Rosario decididas a impulsar un espacio de mujeres dentro de nuestra organización. Una de las formas de convocar a las compañeras era que se nos unieran en las puntas de la bandera que desplegábamos cada 26 de junio en Puente Pueyrredón, donde habían asesinado a Darío y a Maximiliano Kosteki. Y en 2005, en un plenario, nos proclamamos como organización antipatriarcal. Contado así, suena re lindo, pero no sabés lo difícil que fue ponerlo en práctica”, dice. De manera paralela, ese mismo año se forma la Campaña por el Derecho al Aborto, de la cual Walhorn también es parte.

“En 2002 nos encontrábamos a cada rato con las agujas de tejer y la sonda: era correr al hospital con el que tuviese un auto en la cuadra para que no muriese esa mujer”, agrega. Más de 15 años después, la situación es otra pero no por acción del Estado sino, sobre todo, de la sociedad civil. “Estamos en contacto con redes de profesionales de la salud, nos formamos en salud sexual y reproductiva; a la vez, esos derechos abren un campo de militancia más amplio en términos de autonomía y deseo. Pero nada de esto reemplaza a una ley que nos represente”, explica.

Tampoco es lo mismo ser una mujer de clase media que vive en el centro porteño que pertenecer a las clases populares del conurbano. “En los barrios se junta plata por cualquier cosa: cuando alguien se muere, se hace colecta; cuando hay que comprar misoprostrol, se hace colecta. Los lazos solidarios son también los que impulsan a las mujeres a la calle a defender sus derechos”, afirma. En ese contexto, el aborto es justicia social: “Si como dicen los datos oficiales en 2016, hubo casi 250 muertes maternas y unas cincuenta fueron por abortos mal realizados, es seguro que la enorme mayoría de esas mujeres eran pobres”. 

Además se entusiasma: “Hablando de esta ley también hablamos de feminismos, de patriarcado, dimos el debate en universidades, en fábricas, en escuelas secundarias. Todas vimos cómo se fueron transformando los colectivos de mujeres”. Walhron advierte, entonces, que la marea verde es imparable. “Acá y en toda América latina”, enfatiza con orgullo.

 


 

María de los Ángeles Sacnun

Senadora Frente para la Victoria-PJ por Santa Fe.

 

Sebastián Granata

 

Fue la única de lxs tres senadorxs por Santa Fe que desde el vamos tuvo posición tomada: el derecho a la legalización del aborto debía ser ley. “Es un tema de políticas públicas, no de creencias personales. A la vez, cuando los procesos de recesión económica se agudizan como ocurre ahora en nuestro país, también lo hace la feminización de la pobreza. Muchas mujeres son jefas de hogar mientras sus maridos son trabajadores golondrinas o directamente no están. Negarles el derecho a decidir sobre su salud es profundizar las asimetrías de poder” enfatizó una y otra vez en la comisión de Justicia que integra; una de las tres que –junto con Salud, y Asuntos Penales y Constitucionales– compuso el plenario que a lo largo de un mes debatió el proyecto de legalización del aborto que llegó a la Cámara alta con media sanción de Diputados.

Sacnun nació en Firmat, una pequeña ciudad de la pampa sojera santafesina, y a mediados de los ochenta armó un centro de estudiantes en el colegio religioso donde iba. Es abogada. Además fue concejala de su ciudad, donde impulsó una red solidaria durante la crisis de 2001. En 2015 llegó a la Cámara alta y eso, explica, la puso en situación de tener que abarcar no sólo una ciudad sino la realidad de una provincia. “En los pueblos las relaciones de poder entre varones y mujeres son particularmente desiguales. Pero en la medida en que los movimientos feministas avanzan, van instalado otros paradigmas que tiñen todo el tejido social: ya no sólo se discuten los derechos sexuales y reproductivos sino la desigualdad social o aún, el derecho al goce. Esto se expresa en los más de 300 pañuelazos que hubo en pueblos y ciudades santafesinos”, dice.

En cuanto a la discusión en Senadores “los antiderechos han puesto la discusión en un lugar muy difícil pero es nuestro deber rebatirla, no desde posturas personales sino desde lógicas políticas”. “Decidieron profundizar la dicotomía falsa entre proabortistas y antiabortistas. Eso es totalmente falso. Nadie está planteando el aborto como método anticonceptivo ni como asesinato de vidas. La dicotomía es si continuamos poniendo al aborto en una zona de clandestinidad o lo transformamos en política de Estado. Es un asunto de derechos humanos”, subraya. 

“El movimiento de mujeres con una construcción sumamente transversal logró abrir un resquicio por donde se cuela la posibilidad de ampliar nuestros derechos en un presente regresivo”, apunta. “El desarrollo de esta conciencia social es un logro de cientos y cientos de organizaciones. Y el presente es producto de la lucha de muchas mujeres desde hace décadas. También, de los doce años de gobierno anterior donde la ampliación de derechos se manifestó a través de leyes como el matrimonio igualitario o la ley de identidad de género. Somos presente porque venimos de una historia que no nos van a arrebatar”, asegura.

 


 

Gabi Díaz Villa 

Ex Línea Más Información Menos Riesgo, varón trans.

 

Constanza Niscovolos

 

A mediados de 2009 la organización Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto presentó públicamente la Línea Más Información Menos Riesgo, que brindaba asesoramiento sobre el uso de misoprostol para interrupciones de embarazos. Uno de sus integrantes era Gabi Díaz Villa, que durante esa época comenzó su transición hasta devenir varón trans. Actualmente, este Licenciado en Ciencias de la Educación y profesor de Educación Sexual Integral en Institutos de Formación Docentes, integra el Frente por la Igualdad Hilda Torres. “Sí, la letra de la ley de aborto se refiere a ‘mujeres y personas con capacidad de gestar’. Hubiese sido mejor que directamente diga ‘personas con capacidad de gestar’ pero para el movimiento trans, la visibilización nunca es algo sencillo. Y para los movimiento feministas, no siempre es fácil reconocer el aporte de los movimientos LGTBI a ciertas causas”, reflexiona. Y agrega: “Así que, por un lado, para algunas organizaciones el aborto ‘respetable’ sigue siendo el de las mujeres que responden a los parámetros héterocisnormativos. Pero por otro, la magnitud de esta lucha es tal que poco me importan ciertas cuestiones aunque sea varón trans: lo que me importa es poder abortar en un país donde el aborto sea ley”.

Si el uso del misoprostol ahora está extendido y forma parte del discurso de organizaciones y referentes políticxs y sociales, no siempre fue así. “Yo estaba con Verónica Marzano (fallecida en 2017) y su compañera Coco Gonorazky en la revista Barullera. Ellas se contactaron con la Colectiva Salud Mujeres, de Ecuador, que con asesoramiento de Women on Waves habían instalado una línea telefónica en ese país. La idea era formar acá un grupo disruptivo, radicalizado, de acción directa que brindara información sobre misoprostol, un medicamento sobre el que poco se sabía en Argentina”, cuenta. 

“Algunas organizaciones feministas nos ignoraban o cuestionaban; entre otras cosas porque consideraban que si eras lesbiana, no podías militar una causa semejante. Y nosotrxs planteábamos la identidad lesbiana en términos políticos. O sea, desde la disidencia. El aborto viene acompañado por bajadas de líneas de los médicos, de la iglesia, de toda esa moralina. Pues bien, ¿qué pasa si una persona gestante exige información en nombre de ser dueñx de su cuerpo y su autonomía? Es bueno que esa idea esté mucho más instalada ahora que hace diez años. Pero tengamos en claro que es una idea disidente. Y convengamos que durante mucho tiempo, aún desde el feminismo, hubo mucha lesbofobia, que se tradujo en poner en duda la efectividad de la línea y del misoprostol”, dice.

Gabi afirma que el feminismo es emancipador pero que también tiene “el desafío de deconstruirse” ya que en su interior “no sólo cabe la heterosexualidad o cualquier  construcción normativizada sino también, sobre todo, las disidencias”. Y destaca: “Porque recordemos que es el pensamiento disidente el que nos trajo a las puertas de esta ley”.

 


 

Camila Rojas

Diputada del Congreso chileno por el Frente Amplio. Dirigenta estudiantil / veedora internacional del proceso de ley en Argentina.

 

Constanza Niscovolos

 

Con 27 años, Camila Rojas es la diputada más joven del Congreso chileno. Feminista, militante estudiantil que en 2016 fue presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile, ocupa una banca del Frente Amplio de su país, aunque viene de la Izquierda Autónoma. Rojas estuvo en Buenos Aires como veedora internacional en el marco de la discusión que se llevó a cabo en el Senado el miércoles. “La lucha por el derecho a decidir acá en Argentina es un puntapié para que en los distintos países de la región también podamos dar estos debates -apunta-. Es un respaldo para quienes estamos luchando por los derechos de las mujeres a nivel continental. Más allá del resultado parlamentario, lo que nos interesa es haber seguido todo el debate legislativo. Y además, el proceso social que presionó fuertemente a favor de esta ley. Esa organización resulta muy inspiradora para todos los países de la región”.

Rojas se crió en San Antonio, hija de un obrero de la construcción y de una madre que es modista y a la vez, tiene un negocio de ropa. “Es importante que digas eso, que vengo de afuera, porque Chile es muy centralista”, subraya. Se mudó a Santiago para estudiar Administración Pública y actualmente está terminando su magister en Gestión y Políticas Públicas. Al mismo tiempo, su formación en el feminismo estuvo muy ligada a las luchas estudiantiles que se desencadenaron en Chile a partir de 2011, cuando a los cuestionamientos sobre la educación privada y el corrimiento del Estado se le sumaron más tarde las denuncias de abuso sexual en instituciones educativas católicas. En ese contexto, el feminismo dio un paso adelante. Y las estudiantes exigieron igualdad en el trato, el derecho a caminar en espacios seguros y a tener igual participación en los claustros estudiantiles que los varones. 

En cuanto al aborto, en Chile sólo está permitido para salvar la vida de la madre, por inviabilidad fetal o por violación. “Pero claro que eso no es suficiente”, enfatiza Rojas mientras muestra su pañuelo verde, ya que las mujeres chilenas a favor de la legalización del aborto también lo usan en cada marcha y acción pública que realizan “en reconocimiento a la lucha que se lleva en Argentina”. “A las jóvenes nos corresponde dar impulso al movimiento feminista. En ese sentido, es importante señalar la importancia del movimiento intergeneracional”, continúa. Por un lado, Rojas se enorgullece de la movilización de las más jóvenes. Pero apunta que en Argentina y en todos lados, esta lucha hunde sus raíces en los movimientos de mujeres en todo el continente: “Somos herederas de luchas históricas. Y no lo olvidamos”.