La senadora tucumana Beatriz Mirkin se rebeló contra la postura de sus pares coprovincianos y quienes rechazaron el proyecto de ley de  interrupción voluntaria del embarazo por mantener “la clandestinidad del aborto”. En su intervención habló de la cotidianidad que enfrentan muchas mujeres pobres, adolescentes y niñas ante el dilema, de su derecho a una vida plena y de los embarazos no deseados. Sostuvo que los sectores “retrógrados y preconciliares” no quisieron que haya ley y fueron quienes la atacaron en su provincia.     

–Usted planteó en su intervención que tuvo que cambiar el eje de su discurso ¿Por qué?

–Tenía muchas cosas para decir y probablemente no me hubiesen alcanzado los diez o doce minutos que hablé. Pero todo lo que escuchaba me causaba indignación: la mujer no estaba presente en el debate, se hablaba de la Constitución, las leyes y el derecho internacional. Yo vengo de muchos años de militancia con las mujeres, en el sindicato de amas de casa. Por supuesto no iba a hablar en nombre de la organización porque allí hay mujeres que comparten mi postura y otras no. Pero todas están a favor de tener vida, hijos, estudiar, trabajo. Entonces decidí hablar de los derechos de las mujeres. Las mujeres somos seres humanos con derechos, no solo vientre. Y los hombres que hablaban en contra de la ley no lo hacían como hombres sino como varones, que en muchos casos se desentienden de los hijos que quedan a cargo de mujeres solas para enfrentar la vida y muchas veces sin ningún sustento ni viviendas, o viviendo hacinados en casa de familiares.

–¿Qué fue lo que más la indignó?

–Se hablaba con consignas, aborto no para salvar  las dos vidas, pero si no había ley, como no la hubo,  todo sigue igual y se mueren mujeres. Insistían con las mismas cosas que durante los plenarios de comisiones. Yo estuve entre los senadores que propusimos un proyecto alternativo que no se discutió en el recinto con cambios para que el proyecto sea acompañado. Ofrecimos modificar las mismas cosas que cuestionaban: reducir realizar la interrupción voluntaria del embarazo de 14 a 12 semanas, eliminar la lista de los médicos de objetores de conciencia y hasta la objeción institucional de clínicas y sanatorios. Pero todo era no. No querían cambios. No presentaron un dictamen por el rechazo, porque quedaba mal. Pero como tenían el número para rechazarlo no querían ley. Que todo siga en la clandestinidad, como ahora.

–Usted también se refirió a su propia experiencia juvenil en trabajar en el sector de sanidad y dijo que allí vio esa clandestinidad de la que habló.     

–En realidad, al calor del discurso, dije que fue a los 18 años. En realidad fue a los 20. Yo estudiaba magisterio, me case y a los tres meses quedé embarazada. Aunque yo me cuidaba, ningún método anticonceptivo es cien por cien eficaz. Seguí adelante con el embarazo y tuve a mi hija. Pero también tuve que salir a trabajar. Entré a una clínica chiquita de San Miguel donde en esa época había incubadoras y hasta se había hecho un convenio con la provincia porque muchos hospitales públicos no tenían esos avances. Como empleada administrativa, me comenzó a llamar la atención la cantidad de  legrados uterinos que se realizaban, lo que se conocía como raspaje, por abortos espontáneos. Eran muchos, demasiados. Entonces comprendí que era parte de la clandestinidad que denuncié en mi intervención. También sabíamos entonces como las mujeres jóvenes de familias acomodadas desaparecían por un tiempo para ocultar un embarazo y después dar el chico en adopción. También pasaba con gente humilde que venía a la principal maternidad de Tucumán, incluso de otras provincias, que se iban sin los documentos de los chicos nacidos, que como vivían marginados de todo, sin trabajo formal, ni ir al colegio, eran dados en adopción o terminaban con otras familias o muchas niñas y adolescentes que son madres. Sin ley todo eso sigue pasando. Aun peor porque muchas mujeres sin recursos económicos para acceder a un aborto seguro pierden la vida en el intento. La ley no obligaba a nadie a abortar sino a que el Estado cumpla su papel desde el punto de vista sanitario pare terminar con el aborto clandestino.     

–¿Por qué cree que su intervención en el Senado tuvo tanta repercusión?

–No se, hasta hace poco era una senadora mas y el video de mi intervención en Internet ya tiene decenas de miles de visitas. Elegí hablar de las mujeres, desde el sentido común: ninguna mujer quiere el aborto. Tal vez se toma esa decisión, porque los embarazos no deseados existen, porque estamos solas, no soportamos, porque no quisimos o no podemos hacernos cargo. También desde el sentido común propuse un proyecto para que se le pusiera tobillera electrónicas a los condenados por violencia de género, porque no podemos estar llamando por teléfono cuando vienen a nuestras casas a matarnos, pero no tuvo repercusión. Tampoco cuando me quejé del veto presidencial (de Mauricio Macri) a la ley trombofilia, una enfermedad que provoca abortos espontáneos donde también existe un embrión. Claro que con (Dalmacio) Vélez Sarfield (autor del Código Civil) esto no se sabía, pero la ciencia avanza. 

–Su planteo en la sociedad tucumana también tuvo sus consecuencias, como acusaciones de sectores políticos, provida y religiosos.

–De algunos sectores, no considero a la iglesia católica y otras iglesias como una cosa pétrea e igual. Converse como mucha alegría y salí con mucha tranquilidad con el obispo de Concepción de Tucumán, de la vida, militancia, hemos trabajado hace tiempo el tema del cierre de los comedores en la provincia hace muchos años Caritas también y qe las familias tengan para comer y toda junta en su casa. Como generar recursos. Usted sabe que yo no opino igual sobre el aborto. Ya lo se le contesté, que conocía mi opinión y que iba a cambiar. Pero lo que no podemos de dejar de hacer, me dijo, salga lo que salga es seguir trabajando. No hay desconocimiento de la realidad. Aunque uno esté en desacuerdo no se puede dejar de trabajar para que las mujeres puedan vivir en condición de dignidad, de igual, de participación y estamos todavía muy relegadas.

–¿Se dividió en este punto, la clandestinidad o no del aborto?

–Si pero yo con mucho respeto por su papel y el con mi punto de vista. Eso es lo que tiene que ocurrir. Pero si hay una senadora de Cambiemos en Tucumán que es preconciliar, que no expresa desde ningún puntos de vista la posición de la Iglesia aunque se quiere arrogar esa representación de la iglesia católica. Hay otros que son Evangélicos.

Yo me preguntaba en el medio del debate que pasa cuando un Testigo de Jehová se niega a que le trasfundan sangre: los médicos le piden el consentimiento informado y le dice ud se va a morir y si la persona no está en condiciones de responder se lo piden a un familiar. Ahí los médicos dejan que esa persona tome la decisión y muera. Y resulta que la decisión de la mujer sobre su cuerpo no vale. Me lo pregunté porque tiene que ver con la autonomía de la toma de decisiones. Entonces no puede ser que un sector de la población que tiene una creencia pueda resolver sobre la totalidad de la población. No lo comparto.

–Pero su postura generó que usted sufriera intimidaciones, amenazas y escarches en su propia casa. 

–Lo hicieron pero yo se bien de donde viene, no de al Iglesia, viene de algunos políticos. Ocurrió en una caravana de celestes, de abogados por las dos vidas que llegaron hasta mi departamento. No voy a andar escondiéndome, voy a vivir con lo que pienso. Con los que discrepo estoy dispuesta a conversar. Con Elías de Pérez (senadora tucumana de Cambiemos) tengo otras diferencias, no es la única. Tiene una posición tan retrógrada…