Regreso a Coronel Vallejos no es un documental sobre Manuel Puig. En cierta medida lo es sobre los lazos que el autor de El beso de la mujer araña mantuvo con su ciudad natal, General Villegas, y Villegas con él. Pero sobre todo es un documental sobre la relación entre General Villegas y Coronel Vallejos, el “otro yo” ficcional que Puig creó para ambientar sus dos primeras novelas, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Como se sabe, en ambos casos el autor fallecido en 1990 traspuso personas, incidentes e historias reales en avatares ficcionales fácilmente reconocibles para la gente del pueblo. Se convirtió así poco menos que en un paria villeguense, cuya sociedad lo acusaba de haber sacado a pasear los esqueletos del placard. El primer acierto de Regreso a Coronel Vallejos es, entonces, el propio título, que al confundir deliberadamente lo real y lo ficcional anticipa cristalinamente su tema y su enfoque.

A Patricia Bargero la llaman “la viuda de Puig”. Nacida en la localidad de Emilio Bunge, vecina de Villegas, cuando volvía en auto de Buenos Aires un día de los 70, tras haber cursado bibliotecología, sufrió un accidente que la dejó cuadripléjica. Créase o no, en el auto Bargero llevaba su vestido de novia, ya que su casamiento estaba previsto para unos pocos días más tarde. Si no fuera una historia real podría ser la de un folletín. Algo así como el reverso del trayecto que va de Danilo Caravera, vecino de Villegas que murió de tuberculosis en los años 30, a Juan Carlos Etchepare, trágico protagonista de Boquitas pintadas, modelado sobre aquél. Más precisamente, la historia de Danilo tal como Manuel Puig la oyó de su madre o las vecinas. O sea: lo que Puig oyó de pequeño era ya, en cierta medida, una ficción, que él “no hizo más” que completar en esa obra maestra que es Boquitas pintadas.

¿Y no parecen acaso de ficción las tres vecinas que chusmean (con ironía y buena leche, cabe aclarar), sentadas a una mesa mientras toman el té? La fama internacional le ganó al resentimiento de pueblo, y Puig pasó de ser un paria a ganarse un cartel a la entrada del pueblo. Cartel que reza “General Villegas, la ciudad del escritor Manuel Puig”, otorgándole al exilado en México y Brasil condición de ciudadano ilustre. Correspondientemente, no aparece a lo largo de Regreso a Coronel Vallejos ningún vecino bilioso, sino una sucesión de aparentes admiradores. Como una película de ficción, podría considerarse a Regreso a Coronel Vallejos un film coral, con una protagonista: Patricia Bargero, que se instaló en Villegas tras conocer la obra de Manuel, y terminó comprando e instalándose en la que fue la casa familiar de los Puig, donde dicta talleres… sobre la obra de Puig. 

Son inestimables los fragmentos de archivo en los que puede verse al propio Puig, refiriéndose con notable precisión a las relaciones entre villeguenses y vallejenses, en el piloto de una serie televisiva en blanco y negro destinada a llamarse Identikit, que jamás salió al aire. “El pueblo era como un western. Una película que yo había ido a ver por error, y de la que no podía salir. Rechacé totalmente a General Villegas.” Para rizar el rizo que enrula ficción y realidad, una de las testimoniantes ante cámara es Nené, la maestra que es parte del triángulo amoroso de Boquitas… ¿Es ella, o de ella tomó sólo el nombre? Imposible saberlo. Sea como fuera, la señora no tiene ningún problema en haber sido eventualmente incluida en la novela. Si es que lo fue. En términos de puesta en escena es loable la hegemonía espacial que el realizador Carlos Castro pule con esmero. Con suma elegancia Castro da a todos los planos sobre los frentes de edificios villeguenses el mismo tamaño, filmándolos a una distancia ni tan lejana como la que Puig puso con su ciudad natal, ni tan cercana como la que fundó con la de su imaginación.