La bandera argentina flameaba frente al Congreso, esta vez, con un eslogan grabado. Decía: “Sí se puede”. Una multitud convocada por el oficialismo se congregó frente al Congreso para reclamar el desafuero de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La mayoría, enardecida, también pedía su prisión inmediata. La composición fue similar a los cacerolazos antikirchneristas: predominancia de clase media a clase media alta y de personas que superaban los cincuenta años. Entre ellos circularon como estrellas de rock los más furibundos dirigentes del macrismo, además del actor Alfredo Casero que lució en su frente el pañuelo a rayas, la invención del día. “Queremos flan”, coreó un grupo que no pareció haber entendido muy bien la metáfora que planteó el actor. 

Mucha boina, mucha bufanda paqueta, mucho sobretodo de los que se sacaban para ir al teatro fueron algunas de las claves de vestimenta del encuentro oficialista frente al Congreso. La iniciativa había sido convocada abiertamente por algunos funcionarios PRO, como Ricardo Benedetti, coordinador de Análisis y Control de Gestión del Sistema Federal de Medios. A él se sumaron diputados oficialistas como Graciela Ocaña, Paula Oliveto, Fernando Iglesias y Waldo Wolff que fueron recibidos como estrellas. No muy lejos, la activista pro represores Cecilia Pando mostraba su cartel de “No somos boludos”, una consigna que impuso Casero y que se repitió en carteles que mostraban las iniciales. 

Al igual que en otras movilizaciones antikirchneristas predominaron las banderas argentinas, ya fuera ondeadas (las de “sí se puede” costaban cien pesos), usadas como capas o como bufandas. Así la llevaba, por ejemplo, Alicia, una abogada habitué a los cacerolazos que indicó a este diario: “Me parece de terror. El Congreso no puede albergar a este tipo de personas”. 

–¿La situación económica la preocupa?

–Obviamente. Pero está todo relacionado. ¿Quién nos va a financiar con este nivel de corrupción?

Cerca de ella, un hombre disfrazado de minion –todo amarillo– consiguió imponer el cantito del momento: “¡Queremos flan! ¡Queremos flan!”. “Habría que haber vendido flan”, comentó uno de los habituales vendedores de choripanes. Los manifestantes se sumaron a la consigna del flan con entusiasmo, así como a otros más tradicionales como “No vuelven más” o “Sin Cristina, Ar-gen-tina” o el más enfático: “Ladroooona”. Desafiante, un hombre con el sobretodo raido les gritó: “Ella me devolvió el trabajo”. Dos señoras vestidas para una gala comentaron: 

–Ahí va uno.

–Miralo, pobrecito. Todo croto. Así lo dejó. 

–Seguro cobra un plan.

Una muñeca gigante con las balanzas simbolizaba a la Justicia. Era rubia. La Justicia es rubia. En cambio, la manequín vestida con traje a rayas que arrastraba Nancy era bien morocha. “Quiero que los presos no salgan. Y que ella devuelva. Que devuelva todo”, le gritó a este diario.

–¿Y quiere que vaya presa?

–No. No la quiero presa. Sí que tenga un gesto de humildad–dijo la mujer que llevaba la manequín de una mujer con traje a rayas.

Lo empujó hasta perderse en la multitud, que no se decidía entre cantar el himno, mandarle saludos a la madre del senador Miguel Pichetto o pedir el desafuero. 

—¡Que paguen como es debido! –gritaba una mujer con un cartel que decía “Basta de impunidad”.

–¡Y que pague De Vido! –le respondió otra con una sonrisa. 

Los manifestantes sacaban fotos sentados sobre las rejas del Congreso. A diferencia de otras manifestaciones, no hubo vallas ni un dispositivo de seguridad extremo, como desplegó la Policía de la Ciudad con las marchas en favor del aborto. Pancho sabe de esas marchas: estuvo del lado de los pañuelos celestes y ayer de vuelta frente al Congreso. Pancho tiene una boina destacadamente militar, con un emblema con dos anclas. “Quiero protagonizar un cambio hacia la derecha capitalista”, reclamó ante este diario.

–¿Le cree al actual gobierno que no roba?

–(Piensa.) No me consta. Pero en Chicago se hizo lo mismo: se emplearon delincuentes para terminar con las mafias. 

Como muchos de los presentes, Pancho dice que estuvo “en todos” los cacerolazos de los últimos años del gobierno de CFK. “Soy de un grupo que se moviliza hace 20 años”.

–¿Qué grupo es?

–Ah. Es un secreto –responde el hombre con aspecto de marino. Y se aleja hacia las rejas del Congreso que están empapeladas con carteles que dicen “Deshonroso Aguantadero de la Nación” o “No eran pingüinos, eran buitres”. También había globos. Y fotos de flanes. 

Así como Pancho tenía aspecto marcial, Marcelo tiene pinta de dirigente rural: boina, poncho. Pero no: es un empresario (del rubro de la limpieza, cuenta). “Quiero que saquen los fueros para todos los políticos –reclama a este diario– Y la extinción de dominio. Suponete que Menem robó algo. Primero hay que sacarle todo y después que haya un juicio. Y esto es para todos, ¿eh? También para Calcaterra y para el padre de Macri”, escupe. 

Sobre la situación económica, solo señala: “Hay que entender lo del flan. ¿Vos lo entendiste? Acá no se podía decir como estaba la cosas porque teníamos que salir del default. Pero hay que entender: no se puede más el flan”.