El Ministerio de Ciencia y Tecnología informó a investigadores del Conicet que las misiones asignadas en el marco de proyectos bilaterales se suspendían por falta de presupuesto. Los contratos, en algunos casos, fueron firmados a principios de 2018 y dejarán de pagarse. La decisión implica la interrupción de estadías de investigación y planes de intercambio académico que ya estaban pautadas con países europeos como Francia, Alemania y Suiza, en centros donde los científicos argentinos se capacitan.  

La cartera que conduce Lino Barañao –está ahí desde la creación del ministerio en 2007– culminó con los subsidios de la manera menos adecuada: de forma unilateral y por teléfono. “Me llamaron y me dijeron que por falta de presupuesto el contrato que se había aprobado a principios de año e incluía tres misiones (dos de Argentina hacia Francia y una a la inversa) quedaba suspendido. Ni siquiera pueden sostener contratos que firmaron este mismo año. No sé cómo vamos a seguir”, explicó Claudia Capurro, investigadora principal del Conicet en el Instituto de Fisiología y Biofísica Bernardo Houssay y docente de la UBA. Se refiere, en este caso, a ECO, el proyecto cuyo propósito central es el intercambio de recursos humanos y facilita que estudiantes de doctorado e investigadores consolidados de ambos países tengan la posibilidad de formarse en otros lugares y compartir conocimientos.

El conflicto, no obstante, no es solo presupuestario. También es simbólico, en la medida en que el modelo de desarrollo y financiamiento que promueve el Ejecutivo no requiere del fomento del conocimiento. “En nuestro caso, del ministerio se comunicaron con los propios investigadores para decirles que se habían caído los contratos bilaterales con Francia. Lo que me parece tan terrible como sorprendente es que no hay ninguna comunicación por escrito. Además del ajuste brutal son irrespetuosos”, comentó Sebastián Uchitel, director del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Computación UBA-Conicet e ingeniero de software. 

Otro de los afectados fue el grupo de investigación que coordina Lucía Chemes, investigadora adjunta del Conicet y directora del Laboratorio de Estructura, Plasticidad y Función de Proteínas (Unsam). El proyecto suspendido, en este caso, es un subsidio de cooperación internacional –DAAD– con Alemania que consistía en cuatro viajes anuales por dos años. Comenzó en 2017 y restaban cubrir dos viajes: “Es una pena porque era muy competitivo. El año pasado, por ejemplo, permitió traer al país al Toby Gibson, un referente en el campo de la bioinformática a nivel mundial. Además logré organizar cursos para estudiantes de doctorado, especialistas en el estudio de proteínas de patógenos virales”, describió.

Como plantearon esta semana los directores de 240 institutos científicos (más del 90% del total) a través de una carta muy difundida en las redes, el Conicet está al borde de la parálisis. En efecto, si bien como respuesta al reclamo de la comunidad las autoridades del ministerio anunciaron un aumento de 550 millones para el Consejo en septiembre, la suma resulta insuficiente para cubrir paritarias y nuevos ingresos. Este hecho no es novedoso, por el contrario, forma parte de un esquema general de políticas gubernamentales de la gestión actual, en el que se percibe un criterio por el cual la educación, la ciencia y la tecnología constituyen un gasto y no una inversión. 

Atados con alambre

Cualquier persona que alguna vez haya hablado con algún científico o científica sabe que las investigaciones, para su maduración, requieren de “procesos”. Un concepto utilizado hasta el hartazgo pero que funciona muy bien para describir cómo “los grandes descubrimientos” y “los hallazgos impresionantes” no se resuelven de un momento para otro. Desde aquí, quebrar la planificación en este campo supone mucho más daño que el aparente. Algo similar a lo que ocurre cuando se tala un árbol en cuestión de minutos y necesita décadas para volver a recomponerse. 

“No sabemos cómo nos reprogramaremos a partir de esta noticia. Me enteré anoche, a diez días del viaje de mi becaria, que el ministerio de Ciencia no comprará su pasaje. Me comunicaron por teléfono que una estadía que venía siendo planificada durante meses, con reserva de alojamiento e inscripciones a congresos, no será cubierta. No cuento con otros subsidios que puedan asegurar la continuidad del proyecto”, apuntó Chemes.

Y, como si fuera poco, al lamento de los intelectuales locales, se suma lo otro: un nuevo moretón a la reputación internacional de Argentina frente a los ojos del mundo. “En la actualidad tengo a una estudiante francesa de 24 años en mi laboratorio a la que nunca le pagaron los viáticos. ¿Qué imagen damos? Difícilmente alguien querrá hacer acuerdos bilaterales con Argentina en el futuro después de demostrar este comportamiento tan irresponsable. Es un auténtico bochorno y lamentable, una muestra más de todo lo que está pasando con la situación de ciencia y técnica”, dijo Capurro. Y completó: “Uno de los becarios que estaba a punto de viajar me dijo que estaba pensando en pagar él mismo el viaje y, por supuesto, me opuse de manera rotunda. No estoy de acuerdo con que el investigador pague de su bolsillo algo que tiene que ver con su trabajo. Solo contribuye a desjerarquizar la ciencia”. 

Uchitel, por su parte, también experimenta una situación similar que no tiene muy en claro cómo solucionar. Entre otras cosas porque no depende de su voluntad sino de las autoridades del área. “Hay un estudiante francés que en 15 días viene al país. Tiene el pasaje comprado y ya adelantó con plata propia algunos gastos que realizaría de hospedaje, y el ministerio comunica que no reembolsará nada. Hay mucha gente que queda enredada, a mitad de camino. Dejar a una persona varada en un país que no conoce es una falta de humanidad terrible”, explicó. 

Se trata, sin dudas, de una noticia muy desalentadora que contribuye a oscurecer la situación que los hombres y las mujeres de ciencia afrontan en el presente. La falta de fondos ubica al borde del abismo a los institutos, los subsidios pautados no se cumplen y, por consiguiente, disminuyen las posibilidades futuras para los jóvenes talentos. Bajo esta premisa, los investigadores advierten sobre la posibilidad de una nueva fuga de cerebros. 

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