El club de las “detectives bravas que tapan sus problemas personales metiéndose de lleno en su trabajo con un crimen tortuoso que las enfrentará a su propia historia” suma una integrante con Bellevue (estreno de mañana a las 23 por OnDirectv). A Annie Ryder (Anna Paquin) le bastan un par de escenas para pedir su carnet de vitalicia en el género que tuvo notables antecesoras como Sarah Linden de The Killing, Robin Griffin de Top of the Lake y Catherine Cawood de Happy Valley. Intuitiva, directa, desaliñada y parte de una comarca con sus propias reglas. Aunque ese entorno la distingue ya que el pueblo donde sucede el crimen a resolver queda en una región montañosa de Canadá con su cartel de bienvenida a la entrada del pueblo. Heroína aporreada, terruño pequeño e infernal y un caso de los que remueven las entrañas son las tres claves de este drama de ocho episodios.  

Los canadienses suelen bromear con que tienen cuatro climas: “Invierno, casi invierno, todavía invierno y en construcción”. En ese sentido, Bellevue deconstruye lo que hay alrededor, la parte menos amistosa de su idiosincrasia. Más que un policial se trata de un drama con un misterio de fondo. El disparador será la desaparición de un estudiante de secundaria junto con la consecuente investigación que se transformará en un intento por echar luz sobre esta localidad y sus habitantes. La protagonista es una detective sin miedo a cruzar los límites, madre de una adolescente, y que mantiene una relación de idas y vueltas con su pareja de toda la vida. Puede trabajar como policía encubierta y meterse en los bares de motoqueros a patear a quien se lo merezca, porque ése es su mundo. “Annie es fuerte, fallida, se lleva bien con esa vida relativamente temeraria y eso la vuelve una policía de las buenas. No es un personaje dentro de un paquetito”, dijo Paquin, quien también oficia de productora ejecutiva. La actriz de la saga X-Men mantiene la matriz bucólica e intrigante de True Blood añadiéndole un pasado tipo prontuario y suplicio a la vez. 

“Queríamos investigar sobre lo que es ser diferente en una localidad pequeña”, dijo Jane Maggs, una de sus creadoras. La víctima, en ese sentido, no podría ser más prototípica y a la vez más contradictoria para este ambiente rural. Jesse es una promesa del hockey sobre hielo pero quiere vivir como una transexual. Algo difícil de asimilar para un ámbito donde los mandatos católicos son fuertes. Es que Bellevue es una olla a presión con sus problemas de drogas, un alcalde a punto de cerrar un negocio millonario y los habitantes de una reserva aborigen que quieren su tajada. 

La cuestión “Jesse” repercutirá en el personaje de Paquin, que aun carga con su propia identidad. Es cierto que el enigma sobre los abusos en su pasado resulta bastante explícito y tampoco hay demasiada originalidad en algunas elecciones de dirección (el modo que se utiliza la imaginería religiosa, por ejemplo). Donde Bellevue resulta más atractiva es en su retrato de las costumbres aldeanas y en sus habitantes. Es una propuesta estándar sin la menor intención de romper el molde que se autoimpone. Excepto por lo de colar la temática de la identidad sexual, cuestionar la figura de machos temerarios, presentar mujeres tan vulnerables como recias y una adolescente que no cuadra en ninguno de esos parámetros.