Lucho Fabbri tiene 36 años. Es docente universitario, politólogo, y se dedica a dar talleres a varones para que puedan identificar sus conductas machistas. Uno de los últimos que dio fue en un organismo del Estado, donde un empleado con rango jerárquico había sido denunciado por una subalterna por acoso sexual. Uno de los ejes que trabajaron fue cómo los parámetros de lo que se identifica como violencia se han ido modificando. “Se nombran, se reconocen como violencia machista situaciones que antes se callaban o no se reconocían como tales. Una de las cosas que les planteé es por qué cuando surgen denuncias, nosotros, los varones, necesitamos saber más detalles, si hay denuncia penal o no, cómo fue la situación, qué tipo de violencia se denuncia. Creo que vemos al denunciado como un espejo, que buscamos tener más información porque pensamos qué podemos haber hecho lo mismo o podríamos ser el denunciado”, apunta Fabbri, en diálogo con este diario. El lugar del consentimiento es otro eje de los talleres. “Cuando hay un no, hay que retirarse de la escena: ese es mi consejo. Tenemos que trabajar cómo los varones podemos escuchar y validar el ‘no’ de las mujeres.  Y también registrar el ‘no’ propio. No sentir que te devaluás si no tenés ganas en algún momento. Muchas veces consiguen un sí por cansancio, diría. Se debe interpretar la diferencia entre ceder y consentir. Como dice la psiquiatra francesa Marie-France Hirigoyen, ‘ceder no es consentir’. El ceder tiene que ver con una relación desigual de poder”, agrega Fabbri. Hirigoyen es autora de El Acoso Moral, libro que se convirtió en referencia obligada a la hora de entender la sutileza del maltrato psicológico, así como el patrón de conducta del manipulador, cargado de matices casi imposibles de detectar a simple vista. Entre otras actividades Fabbri está a cargo de una capacitación dirigida a docentes de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de Río Negro bajo el título “Ni príncipes ni machitos. Abordajes de la educación sexual integral con varones”.