Desde Santa Fe.

Silvia Suppo relató los tormentos, las violaciones y su aborto forzoso ante el Tribunal Oral de Santa Fe el 5 de octubre de 2009. El último testimonio. Porque cinco meses después, el 29 de marzo de 2010, la ejecutaron de nueve puñaladas. Su martirio es prueba clave en el juicio que comenzó esta semana ante el mismo Tribunal y en la misma sala de audiencias, donde le puso el cuerpo a las denuncias que había hecho el 25 de febrero de 2005, hace ya 13 años, el lapso que costó llegar al debate. El juicio es posible por ella. Y será simbólico porque juzgará la violencia sexual en centros clandestinos como parte del plan sistemático del terrorismo de estado y, por primera vez, el aborto como delito autónomo de lesa humanidad.  En las dos primeras jornadas, los portadores de su voz fueron sus hijos, Marina y Andrés Destéfani y su cuñada, Rita Destéfani, quienes ratificaron la valentía de Silvia y su lucha inclaudicable en demanda de justicia.  “Cuando la escuchaba declarar con tanta honestidad, decía para mí: ‘Esa es mi cuñada’. Marcó un antes y un después para Rafaela. Muchas mujeres comenzaron a contar los que les pasó después de escuchar a Silvia. Belleza de mujer”, dijo Rita ante los jueces.

El presidente del Tribunal, Luciano Lauría y sus colegas María Ivón Vella y José María Escobar Cello juzgarán la persecución política e ideológica a siete militantes de la Juventud Peronista de Rafaela y su zaga de crímenes:

  • 25 de enero de 1977: el secuestro y desaparición de Reinaldo Hattemer, en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús de Rafaela, en el casamiento de su hermano menor, Oscar Hattemer. Silvia Suppo era entonces novia de Reinaldo –que sigue desaparecido- y madrina de la boda.
     
  • 23 de mayo de 1977: el homicidio de Rubén Carignano en la comisaría 4ª de Santa Fe, donde se intentó enmascararlo como un suicidio.
     
  • 24 de mayo de 1977: la privación ilegal de la libertad de Silvia, su hermano Hugo Suppo y Jorge Destéfani, quien luego sería su esposo, martirizados en la comisaría 4ª y en un centro clandestino conocido como La Casita.
     
  • 31 de mayo de 1977: el secuestro y torturas de Graciela Rabellino y su compañero Ricardo Díaz en el mismo circuito represivo.

En la primera audiencia, el secretario del Tribunal leyó las acusaciones del fiscal Martín Suárez Faisal y de los abogados querellantes Lucila Puyol y Guillermo Munné a los cuatro imputados, todos ex policías: los comisarios Ricardo Ferreyra y Juan Calixto Perizzotti, la sargento María Eva Aevi y el oficial Oscar Adolfo Farina, el único en libertad. Suárez Faisal solicitó la detención preventiva de Farina, pero una semana antes del debate el Tribunal rechazó el pedido por el “principio de inocencia”, la “avanzada edad” del acusado y sus “problemas de salud” que descartan su “fuga”. Farina tiene 65 años.

Entre otros hechos, Ferreyra está acusado como supuesto autor mediato del “homicidio” de Carignano y las violaciones a Suppo. Y Perizzotti, Aebi y Farina por el “aborto” que denunció Silvia. Cuando el presidente del Tribunal les preguntó si ampliarían las indagatorias,  la única que aceptó fue Aebi, pero sólo para negar las imputaciones. Perizzotti dijo que podría declarar “más adelante” y Farina “al final” del juicio.

Puyol dijo que la expectativa de la querella –que comparte con Munné y representa a los hijos de Suppo- “es que las voces de los testigos sean escuchadas, su relato creído y los imputados condenados”. “Hace más de 40 años que esperamos este juicio”, que “es muy fuerte porque va a dirimir delitos sexuales en el marco del terrorismo de estado como fueron las violaciones y el aborto forzado que sufrió Silvia”, agregó.

Munné dijo que “el aborto de Silvia fue organizado por Perizzotti” con “la participación de Aebi y Farina”. “Llamativamente, el hijo de Perizzotti, que defiende a su padre, comanda los grupos antiderechos en la actualidad” y dice que “defiende la vida cuando defiende a su padre genocida condenado a prisión perpetua por desapariciones y asesinatos”.

“Sin el coraje de Silvia Suppo –siguió Munné- “esta causa hubiera sido imposible”. Ella denunció “la desaparición de quien era su novio, Reinaldo Hattemer, secuestrado en el casamiento de su hermano Oscar, en la iglesia de Rafaela”. Y “las violaciones y el aborto que le impusieron fruto de esas violaciones, que estaban destinadas a silenciarla para siempre. Silvia no aceptó nunca esa interdicción de su voz, esa prohibición como mujer de ser libre, de no olvidar y reclamar justicia”.

Perizzotti fue quien le anunció a Suppo que estaba embarazada y que “iban a reparar ese error”, recordó Munné. “Le organizó un aborto forzado. Aebi se hizo pasar por su hermana y junto con Farina la llevaron secuestrada a una clínica en la zona de la Costanera, donde un médico que Silvia dijo que tenía un aspecto parecido al del ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y hacía abortos clandestinos, le practicó el aborto. Después, la llevaron de vuelta” al mismo centro clandestino “donde la habían violado” para que se recupere de la intervención. La custodiaban los represores de la patota”, entre ellos dos que Suppo reconoció por fotografías en la causa: el ex suboficial del Ejército Eleodoro Hauque ya fallecido y otro al que le decían “Monito”. Aebi también fue a verla al chupadero.

“Hoy no podemos tener el testimonio de Silvia” en este juicio, la reivindicó Munné. Pero su denuncia fue “fundamental” en el proceso al ex juez Víctor Brusa, en aquella audiencia del 5 de octubre de 2009, cuando le dijo lo que le dijo a Perizzotti. “Que él  traía como testigos a diversos sacerdotes y era el que organizó el aborto contra ella”, agregó Munné. “Eso no se lo perdonaron nunca a Silvia”. “En esa visión de la religión se puede ser torturador, asesino, desaparecedor”, pero “la violación y el aborto” va en contra de “delirante forma de la moral que se cultiva”.

Después, de dar ese testimonio en la causa Brusa, Silvia fue asesinada de nueve puñaladas el 29 de marzo de 2010”, insistió el abogado. “Por eso, en lugar de su voz inolvidable y admirable estuvieron las de Marina, su hija y la de Andrés, su hijo, y nuestra querella que trata de representar ese trabajo inclaudicable”. “Ese testimonio que han querido callar con su asesinato, hoy de todas maneras logra la realización de este juicio, donde los hijos de Silvia, Marina y Andrés Destéfanis cumplen con la labor de querellante y con impulsar la acusación que Silvia sostuvo durante su vida”, expresó.

“Rafaela tuvo su militancia comprometida con una ciudad justa”. Pero a pesar de que “la actual Rafaela que conocemos es fruto del genocidio, hay otra Rafaela que sigue guardando la memoria y sigue aspirando por igualdad para los sectores populares que no quieren ser mostrados. Porque parece que Rafaela tendría que ser sola, un lugar de tierra gringa, y no una con justicia”, agregó.

Su colega Puyol coincidió que todos los testimonios que dejó Silvia serán “muy importantes” en el juicio, “las declaraciones en la etapa de la investigación que se van a incorporar por lectura y una entrevista televisiva donde dio cuenta de los ataques sufridos y los responsables de ese ataque”. Ese programa de TV es “Ciudad Oculta”  de los colegas Guillermo Tepper, Alejandra Pautasso y Juan Miguel Bertona, relata la historia de Silvia y Jorge Destéfani, en 2007 y se puede ver en la Web.