La acción militante y activista inició, desde hace muchos años, una incansable batalla en materia de diversidad identitaria y sexual. Una batalla cultural, social, política y educativa que aún sigue en marcha. Desde sus inicios, la marea de reivindicaciones avanzó -y sigue avanzando-, achicando la brecha de la desigualdad y la injusticia. En ocasiones, de manera vehemente, en otras, silenciosa. Pero siempre presente e infatigable. 

Nuevas preguntas, necesidades, demandas e intervenciones fueron surgiendo, al tiempo que se fueron generando, paulatinamente, las condiciones para que se incorpore la problemática al debate de las políticas públicas. Como todo camino que se inicia, la lucha fue ardua pero insistente, y confluyó en conquistas fundamentales como la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género.

Hoy existen leyes que reconocen los derechos de las diversidades y las disidencias, pero aún queda por delante el desafío más difícil: el cambio cultural en toda la sociedad. Un cambio que desnaturalice los binarismos instalados, que deconstruya las categorías varón/mujer del paradigma heteronormativo, y que incluya a todas las identidades y todas las orientaciones sexuales que existen en el entramado social. El objetivo: dar el salto de la legalidad a la legitimidad. 

En este camino, los ámbitos educativos se constituyen como espacios fundamentales para avanzar en una transformación que quiebre el sistema binario y biologicista que excluye a las disidencias. Las universidades son el escenario ideal para profundizar políticas públicas inclusivas que fomenten, desarrollen y acompañen estrategias que cuestionan el paradigma contemporáneo.

En la actualidad, muchas instituciones ya cuentan con espacios que se ocupan de las problemáticas de género y diversidad, a partir de los cuales incorporan nuevos debates, implementan acciones orientadas a la inclusión, cuestionan discursos y saberes tradicionales, y previenen situaciones de discriminación o violencia.

El camino hacia las leyes

Sin duda, las universidades acompañaron el largo proceso que culminó en la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género. Sobre este hecho, Esteban Paulón, vicepresidente de la Federación Argentina de LGBT, afirma: “El sistema universitario nacional no sólo ha integrado y expresado los debates en materia de diversidad sexual, sino que ha sido uno de los escenarios principales en los cuales se han dado -y se dan- los debates en torno a ella. Desde las universidades se gestaron las primeras organizaciones y grupos que comenzaron a debatir y problematizar temas vinculados a la diversidad sexual, a lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex, pero, sobre todo, en relación a los avances que hemos obtenido en estos últimos años: la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género.”

En muchas ocasiones, las instituciones acompañaron desde un lugar teórico y de investigación científica. Así lo entiende Paulón al señalar que ayudaron “a elaborar argumentos sólidos en relación a la defensa y la reivindicación de los derechos de nuestro colectivo.”

Si bien aún es difícil la integración dentro del ámbito universitario, sobre todo de la población trans, también es cierto que la universidad  fue y es un actor fundamental en el camino de la inclusión. “Los primeros espacios que reconocieron la identidad auto percibida de mujeres y hombres trans antes de que se aprobara la Ley, fueron los universitarios”, enfatiza Paulón.

“La red de universidades nacionales -continúa- recogió el debate por la Ley de Identidad de Género apenas se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario, y nos permitió llegar a todo el país con una campaña muy amplia y extensa, que se llevó adelante a través de centros de estudiantes y distintas agrupaciones. También con el apoyo de muchxs rectorxs, decanxs, docentes y, por supuesto, estudiantes. Así que, en todo el país, la universidad cumplió un rol fundamental.”

Entre los nuevos derechos y la violencia cotidiana

A pesar de los logros obtenidos, lesbianas, gays, travestis, trans y bisexuales viven entre dos situaciones: encuentran mayor amparo a partir de la igualdad de derechos, pero siguen padeciendo discriminación, estigmatización, exclusión y violencia. 

El cambio social y cultural se puso en marcha, pero aún restan muchos obstáculos que enfrentar para que las posibilidades de todxs ellxs sean iguales a las del resto de la población. Pese a los debates ya instalados en la sociedad, todavía siguen vigentes condicionamientos que mutilan muchos de los proyectos de vida de las comunidades LGBT. 

En ese sentido, Paulón establece que aún existe una barrera muy potente en el acceso del colectivo trans a los estudios superiores. Al respecto, describe que “los varones trans tienen una tasa mayor de acceso a la universidad porque la identidad de género la han expresado más tardíamente y porque no se ve un nivel de exclusión, vulneración y discriminación tan grande como el de las mujeres trans. Además, la mayoría ha podido terminar sus estudios de nivel secundario, a diferencia de las mujeres trans, donde aún el 70% no lo terminó”.

UNMdP, pionera en el cupo laboral trans

Indudablemente, aún existen expresiones de exclusión. Expresiones que siguen dejando afuera o encasillan en roles marginales a muchas de las pluralidades identitarias y sexuales, sobre todo a la población trans. 

En la actualidad, se sigue reclamando la sanción de la Ley Diana Sacayán, que establece el cupo laboral del 1% en la administración pública nacional para travestis, transexuales y transgéneros. Esta propuesta tiene como antecedente a la Ley de Cupo Trans 14.783 de la Provincia de Buenos Aires, único territorio que la aprobó en 2015. 

Aunque las universidades son nacionales y no están obligadas a cumplir con esta normativa, algunas recogieron la problemática y se adhirieron a la Ley, como el caso de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) que, a fines de 2017, se convirtió en la primera institución de educación superior de América Latina en cumplir con el cupo laboral trans al incorporar a nuevxs trabajadorxs en el área no docente. 

Los trabajos de la cátedra “Lohana Berkins”, de la Asociación Mundo Igualitario (AMI) y del gremio del personal universitario APU, fueron fundamentales para que, previo a los exámenes de preselección y demás requisitos, ingresen dos nuevas integrantes a la planta permanente de la UNMdP. 

De las dos mil personas que se postularon para el trabajo, quince eran trans. Una gran cantidad de ellas no cumplían con los requisitos necesarios, por ejemplo, haber terminado el nivel secundario. Esta situación de emergencia social, formativa y sanitaria en la que muchas se encuentran, limita las posibilidades de desarrollo. Como consecuencia, la mayoría de la población travesti y trans trabaja en el ámbito de la prostitución. 

Si bien la Ley de Identidad de Género es un gran logro para nuestra sociedad, las posibilidades laborales de ellas aún se encuentran vedadas, y el menor acceso a los sistemas sanitarios y educativos hace que se vean condenadas a vivir la mitad que el resto de la población: la expectativa de vida de las trans es de 35 años.

Daniela Castro, primera funcionaria trans (fue directora de DDHH en Mar del Plata), es ex estudiante de Ciencia Política de la UNMdP y referente regional del Movimiento Popular la Dignidad. Fue, a su vez, la primera en tener acceso a su documento en la Provincia luego de la sanción de la Ley de Identidad de Género. Pese a las desigualdades estructurales que persisten en materia de oportunidades, Castro destaca que existe “un porcentaje bastante importante de compañeras trans inscriptas” en la Universidad de Mar del Plata, para luego agregar que, “después de mucho trabajo, la inclusión ha sido bastante buena allí”.

Con respecto al ingreso al mundo del trabajo formal a partir del cupo laboral trans, Castro añade que, “en la UNMdP, esto va a continuar porque quedó establecido. Una vez por año, cada vez que la universidad tenga ingresos, las compañeras y los compañeros trans van a tener la posibilidad también de ingresar”.

Cuestionar la lógica de producción de conocimiento

El pasado 23 de agosto, en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se puso en marcha la Cátedra Trava (Teorías de la resistencia travesti-trans, en la lucha digna). 

El curso -libre, gratuito e itinerante- busca reflexionar acerca de las experiencias de lucha y organización desde la propia visión de lxs protagonistas de esta historia: la población travesti y trans. De modo que incluyen las voces de aquellxs que siempre estuvieron al margen. 

Se trata, sin duda, de una iniciativa que pone en cuestión el modelo de producción de conocimiento, quiénes lo producen y cuáles son los objetos de estudio. 

La Cátedra Trava está coordinada por un grupo interdisciplinario de estudiantes de las carreras de Sociología, Ciencia Política, Psicología, Enfermería y Biología de las facultades de la UBA, que, además, son militantes del Movimiento Popular la Dignidad. También está integrado por militantes que no cursan carreras de grado, pero tienen participación activa en la organización, y por la referente de Mar del Plata, Daniela Castro.  

Desde la Cátedra, explican cómo surge la necesidad de esta acción: “Nosotrxs, como estudiantes y militantes que logramos acceder a la educación superior, consideramos de suma importancia tejer redes y alianzas con quienes construyen estos conocimientos que son sistemáticamente excluidos del saber considerado legítimo. No queremos hablar en nombre de nadie, queremos escuchar lo que tienen para decir estas voces”.

Afirman, a su vez, que existe una falta vinculada con “la exclusión de toda una serie de saberes populares de los programas de estudio de nuestras carreras. Saberes que nacen y se desarrollan a partir de toda una historia de resistencia de estos colectivos en su lucha por existir, ser nombradxs, visibilizadxs y, sobretodo, tener acceso a los derechos que les garanticen una vida digna.”

Advierten que el problema de las universidades es, principalmente, epistemológico, dado que las materias que abordan estas problemáticas son “optativas y mantienen una lógica de conocimiento extractivista donde lxs sujetxs se convierten en ‘objetos’ de conocimiento y, por lo tanto, pierden la voz.”

En suma, la iniciativa pretende “cuestionar la lógica hegemónica de producción de conocimiento académico, esto es, una lógica binaria y occidental, hija del sistema héterocis-patriarcal.” En otras palabras, plantean una “educación que sea realmente pública y popular, que no deje por fuera a las disidencias ni a ningún otro grupo social.”

La Cátedra Trava se divide en cuatro ejes de trabajo y reflexión: Identidad y Derechos Humanos, Educación, Salud, y Trabajo y Vivienda. Continuará sus encuentros en distintas sedes de la UBA: hoy, 6 de septiembre en la Facultad de Filosofía y Letras, el 20 de septiembre en la Facultad de Ciencias Médicas y el 4 de octubre en la Facultad de Ciencias Sociales.

Cabe destacar que la iniciativa de la UBA es similar a la Cátedra “Lohana Berkins” que nació en la Universidad Nacional de Mar del Plata, de la que también forma parte Daniela Castro. 

Por el cambio cultural

Así las cosas, dentro de la sociedad se han generado cambios sustantivos en la manera de pensar la diversidad y las identidades de género. Cambios que no buscan borrar las diferencias, sino visibilizarlas e integrarlas como parte de las pluralidades que nos constituyen como sociedad. 

Aunque faltan muchas batallas aún por librar, existen cada vez más espacios igualitarios e inclusivos para la población LGBT. Las reivindicaciones y las expresiones de sus actores han provocado la ampliación de los derechos también dentro de la universidad, que avanza en el camino de la deconstrucción de los presupuestos y los estereotipos del pensamiento hegemónico, heterosexista y heteronormativo.

Hoy, la universidad pública tiene el enorme desafío de seguir luchando contra el recorte presupuestario y salarial para continuar con su compromiso educativo y social, al tiempo que debe profundizar en políticas que incluyan a todas las comunidades para que el cambio cultural -que ya está en marcha- sea posible.