El draconiano plan de ajuste anunciado por el presidente Macri durante la mañana del lunes se cobró su primera víctima: Ismael Ramírez, un púber de 13 años, falleció a causa de un disparo en el pecho cuando la policía reprimía el supuesto intento de saqueo a un supermercado en la ciudad de Presidente Roque Saenz Pêña, provincia del Chaco. Sabida es la saña con que las fuerzas de seguridad a instancias del Ministerio de Seguridad y del propio presidente de la Nación atacan a menores indefensos, en algunos casos con disparos por la espalda, tal como fue el caso que propició la triste fama del policía Luis Chocobar –recibido con honores en la Casa Rosada tras rematar a quemarropa a un joven delincuente ya reducido en el piso–; o del que produjo la muerte de Facundo Ferreira, un niño de once años de edad muerto de un balazo en la nuca tras ser considerado sospechoso cuando transitaba en moto por la ciudad de Tucumán. 

A la barbarie que supone la lisa y llana eliminación de niños, el caso de Ismael agrega el dato del hambre: la imagen de decenas de personas pujando por conseguir algo para comer traza de un plumazo el estado lamentable que vive nuestra nación como consecuencia de las nefastas políticas empleadas por este gobierno de Ceos tan insensibles como ineptos. En este punto elegimos centrarnos en la condición de púberes que distingue a las víctimas mencionadas, en términos de Freud: “seres aún inmaduros a los que no hay derecho a impedirles permanecer en ciertos estadios aunque sean desagradables”1.

Parece ser que en nuestro país, lejos de brindárseles el albergue y el tiempo que requiere su crecimiento, se los elimina y ya. No es casualidad, el sujeto adolescente es el más complejo y vulnerable de la escala humana, en muchos casos se trata cuerpos casi adultos que imponen su rigor sobre subjetividades que apenas logran orientarse en el mundo. Luego, tal como queda demostrado cada día que pasa, el peligro acecha sobre todo en las capas más humildes de nuestra comunidad. Por otra parte, poderosas razones explican la estigmatización de la que suelen ser objeto los adolescentes. Durante la pubertad florecen lo que fueron las más tempranas experiencias que un cuerpo experimentó a manos del Otro, quien sea haya ocupado el papel de brindar los primeros cuidados: personas, instituciones, entorno. De esta manera, un púber es el retorno de lo que, para bien o mal, una sociedad sembró; en muchos casos una suerte de selfie que no queremos ver.

Ahora bien, resulta llamativo que en una época caracterizada por la sacralización de la juventud, hablemos de jóvenes “vulnerables”. Hay una evidente paradoja: aquellos considerados como vulnerables poseen sin embargo los más valorados atributos. Quizás se trata de que, lejos de valorar a las personas, reina una subjetividad que se sirve de la vulnerabilidad adolescente para satisfacer los imperativos de goce propios de la época. Es para considerar que esta condición de objetos a la que los chicos se ven arrojados es correlativa de un estado de cosas signado por la cotidiana batalla que libra el conjunto de consumidores –apremiados por su exigencia de satisfacción–, y la comunidad política de ciudadanos, más motivada por hacer de la palabra un instrumento de encuentro que un mero vehículo de perentorias exigencias.

De esta manera, si la pubertad es la etapa en que un sujeto constituye su cuerpo, en nuestros días el cuerpo social se constituye a partir del sujeto adolescente. De hecho, pocos rasgos más ilustrativos de la actual subjetividad que el rechazo a la finitud y el consecuente culto a la estética joven. Una consecuencia quizás, de la escisión entre cuerpo y palabra con que la época desafía al psicoanálisis para que la clínica con adolescentes nos oriente respecto de la práctica de anudar una historia personal al empuje pulsional. 

Al respecto, según Lacan, que Marx haya creado la noción de síntoma en lo social, en absoluto impide su uso en el ámbito del sujeto2. De allí que, para el psicoanálisis, el cuerpo –como sede del síntoma– constituya algo más que el soma, el cuerpo es una alteridad radical, un resto inasimilable al intercambio político que sólo se hace sentir en el retorno de lo que se reprime. El cuerpo es lo que está afuera, lo que no se entiende: el síntoma que denuncia el avatar social, el límite a la banalidad, la angustia que oprime el pecho. En efecto, tal como la resaca de la noche anterior o el excluido que roba para comer, el cuerpo del púber retorna con un mensaje inversamente proporcional a la estereotipada expectativa o percepción del mundo adulto.

Un pueblo con hambre es una tragedia cuya gravedad, por atentar contra los pilares de una convivencia democrática,  desborda todo marco contractual. Es que los arreglos individuales entre las personas no existen. Tal como en una relación sexual, siempre hay cuerpos de por medio, refractarios al canje entre servicio y dinero. De la misma forma que acontece en la prostitución: un plus de dolor social retorna bajo la figura del desocupado, el inmigrante, el excluido o el adolescente. El libre mercado es una farsa que produce un resto inasimilable cuyo rechazo sólo produce violencia y exclusión. De esta manera, nuestra joven gente asesinada traduce como pocos otros el síntoma de una nación cuyo crecimiento y expansión es hoy objeto del saqueo perpetrado por un grupo de mafiosos al exclusivo servicio de sus intereses de clase. 

* Psicoanalista. Texto en relación al libro El cuerpo impactado. Noticias del prójimo en el despertar adolescente (Letra Viva), que será presentado el miércoles 12 de septiembre a las 20.30 en La Dama de Bollini (Pasaje Bollini 2281, CABA), a cargo de Ricardo Forster (filósofo); Irina Hauser (periodista) y Claudia López Neglia (psicoanalista).

1 Sigmund Freud, “Contribución para un debate sobre el suicidio” en Obras Completas, A. E. Tomo XI, p. 232.

2 Jacques Lacan, El Seminario: Libro 22, “RSI”, clase del 21 de enero de 1975. Inédito: “Que el término haya salido de otra parte, a saber del síntoma tal como Marx lo ha definido en lo social, no quita nada a lo bien fundado de su empleo en, si puedo decir, lo privado”.