A una interesada interpretación de la frase “Alpargatas sí, libros no” que antiperonistas de derecha e izquierda repitieron hasta el hartazgo, se debe otra zoncera: que el peronismo no se lleva bien con las letras. Hay otras razones, claro. Tantas que no podrían sintetizarse en una simple nota periodística, pero aquella falacia ha primado sobre cualquiera de ellas. En principio, porque fue tan “popular” como el movimiento mismo. También porque pasó por encima la labor de grandes pensadores peronistas, o muy cercanos a él: Enrique Santo Discépolo, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Ugarte, Atilio García Mellid, John William Cooke, Homero Manzi, Diego Luis Molinari, Joaquín Díaz de Vivar, el padre Hernán Benítez, José María Rosa, Fermín Chávez, Luis Soler Cañas, y un largo etcétera que gravitó mayoritariamente durante el primer gobierno de Perón. Y sobre todo porque, naturalmente (sí, naturalmente) el significado que se le quiso dar condice más con una operación política sobre el pasado que con la realidad histórica. De ninguna manera se le puede cargar un sesgo antilibro a un proyecto que precisamente después de darle alpargatas al pueblo le dio libros, porque esa era la jerarquía de acción. Primero alpargatas para ir al colegio o la universidad. Y luego, sí, ir. 

Pero ir todos. No solo los que caminaban en altas llantas. Ir pibes y pibas a las ocho mil escuelas que se construyeron durante los gobiernos de Perón. Ir a las facultades públicas que pasaron a ser gratuitas a partir del 22 de noviembre de 1949. Ir a la Universidad Obrera Nacional, que fue creada en 1948 con la intención de formar los técnicos que iban a ser la punta de lanza de la independencia económica y la liberación nacional, cuyo devenir le cambió el nombre por el de Universidad Tecnológica Nacional (¿cómo una universidad se va a llamar obrera?, clamaban los de los libros sí, alpargatas no). Ir a las ciudades universitarias que se construyeron en Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. O a las casi trescientas escuelas fábricas, escuelas hogares, escuelas policlínico y escuelas granjas que se crearon por la época. Pero las operaciones mediáticas, culturales e intelectuales sobre aquella frase coreada por la militancia en un marco de ataque hostil proveniente de un ámbito universitario alineado con Spruille Braden y la Unión Democrática, dificultaron no solo su comprensión cabal en tiempo y espacio, sino que generaron prejuicios contumaces  que hasta hoy reaparecen cuando conviene. 

Dado este marco histórico, bienvenido sea entonces que exista una feria de libros peronistas. Una alternativa nacional y popular (como siempre lo fue, además) a las posiciones eurocéntricas de la cultura. Su décima edición tendrá lugar entre hoy y el domingo en el Museo Evita (Lafinur 2988) y como ella lo hubiese deseado: gratis. Su nombre formal (Feria del Libro de Temática Peronista) no implica necesariamente que se expongan solamente miradas apologéticas sobre el movimiento. En efecto, la inauguración, prevista para hoy a las 19, será un homenaje a María Elena Walsh, nada peronista durante buena parte de su vida. Homenaje –merecido además– que contará con las actuaciones de las cantantes Susana Rinaldi y Marian Farías Gómez, y las palabras del escritor Leopoldo Brizuela. 

A la misma hora, pero de mañana, se proyectarán cuatro partes de La lucha continúa, película aún inédita sobre la historia del movimiento. “El documental muestra la imagen del peronismo militante, una imagen de lucha, resistencia y triunfos, sobre todo a favor de los más humildes. Después de haber guardado el material por más de cuarenta años, el objetivo de realizar la película fue no dejar la memoria subordinada al olvido. El peronismo es el único movimiento popular que subsiste en Latinoamérica, a pesar de sus contradicciones”, dice el director del film, Jorge Gusmán. La película, de cuya charla presentación participarán Jorge Taiana, Daniel Santoro y Martín Repetto, consta de ocho capítulos de veinticinco minutos cada uno, que muestran el devenir del peronismo en el período 1945 y 2005. “El aspecto a revisar es el tema de la traición: hay que recuperar una palabra casi sagrada del peronismo, que es la lealtad. La lealtad es la coherencia de algunos dirigentes. Por eso, el trabajo está destinado a toda la militancia peronista, y muestra a un pueblo unido cada vez que la historia lo exigió. Hoy, más que nunca, tienen que ser los nuevos militantes los que deben tomar el bastón de mando y reafirmar que la lucha continúa”, sostiene el director, que debe gran parte del trabajo a un material filmado entre 1972 y 1974, que ocultó en súper 8 tras el golpe cívico militar del 76.     

 “Una de las características que define esta décima edición es una mayor participación de editoriales en relación a otros años. Son veinte las que participan, algunas comerciales, otras independientes y también universitarias”, informa por su parte Alicia Renzi, coordinadora de la feria. “Y creo que esta presencia reside en que la feria es un espacio que da la posibilidad a una serie de autores para que presenten sus publicaciones sobre el peronismo. Hay que destacar que hay una gran producción con respecto a la temática. Algunos títulos de importancia de muy reciente aparición son Hijos del pueblo. Intelectuales peronistas de la Internacional a la marcha, de Guillermo Korn o En busca de la comunidad organizada. Organizaciones políticas, sociales, económicas y culturales del primer peronismo, de Claudio Panella. También hay una producción sobre el feminismo, como ‘Feminismo para jóvenas’, compilado por Laura Rosso y Nadia Fink de editorial Chirimbote”, cierra Renzi, y con ella se salda otra cuenta con mitos del pasado: el supuesto “machismo” peroncho.