Hay que tomar con pinzas muy delicadas la victoria por 3-0 que la nueva Selección Argentina que dirige Lionel Scaloni le estampó a Guatemala ayer por la medianoche en Los Angeles. Por la debilidad del rival (ubicado en el puesto 146 del ranking de la FIFA) y porque no es posible ninguna proyección a futuro de lo sucedido en el pésimo campo de juego del Memorial Coliseum. El ciclo de Scaloni tiene fecha de vencimiento a fin de año. Pero podría extenderse hasta la Copa América de Brasil del año próximo e incluso hasta el Mundial de Qatar 2022 si los resultados y las buenas actuaciones se alinearan a su favor. Nadie sabe lo que va a pasar. Y en la incertidumbre ingresan todos: el técnico, los jugadores y lo que es más grave aún, los dirigentes.

Mientras tanto, se sale a recaudar. La Selección es el principal activo de la AFA y debe generar recursos jugando contra los buenos, los regulares y los malos, a la espera de que alguna vez llegue el tiempo de las definiciones. Después del decepcionante paso por el Mundial de Rusia se impone la renovación, el lavado de caras. Abrir el plantel a nuevas experiencias tras la dilatada influencia de los jugadores históricos liderados por Lionel Messi y Javier Mascherano. En ese rumbo, cobran protagonismo nombres que habían estado relegados en los años anteriores y nombres nuevos que representan una brisa fresca. Muchos de ellos salieron a la cancha en la medianoche del viernes. Sin ninguna garantía de poder estar más allá del partido del martes ante Colombia en Nueva Jersey.

Ya se sabe: no hay supercracks (el único sigue siendo Messi). A lo sumo, buenos y muy buenos jugadores y promesas que esperan serlo. Cuesta imaginar que sea quien fuere el próximo entrenador, Nicolás Tagliafico, cada vez más afirmado en las proyecciones, Giovani Lo Celso con su zurda elegante, Leandro Paredes con su pegada distinguida a la que parece haberle agregado cierta capacidad para recuperar la pelota, Germán Pezzella y Ramiro Funes Mori con su buen juego de alto y su buena salida no figuren en las futuras convocatorias. Al igual que Paulo Dybala y Mauro Icardi, quienes es muy posible que sean titulares ante los colombianos.

El tema es que para la próxima ventana de amistosos de octubre, Scaloni ya anticipó que piensa llamar a algunos históricos. Sergio Romero (que no jugó ante Guatemala ni lo hará ante Colombia por falta de ritmo futbolístico), Gabriel Mercado, Nicolás Otamendi, Sergio Agüero y Angel Di María serían citados para enfrentar a Brasil el 16 de octubre en Arabia Saudita y tal vez a Egipto. Y habrá un llamado a Messi para saber si le interesaría estar un rato al menos en el superclásico sudamericano. Estos regresos les quitarán espacios a jugadores que fueron convocados para estos partidos. Y que acaso ya no tengan una nueva oportunidad en noviembre y marzo, las otras fechas previstas. Por eso, no hay que dejarse arrastrar por optimismos prematuros tras el 3-0 sin riesgos ante Guatemala ni por pesimismos anticipados si las cosas no salen ante Colombia. La mayoría de quienes jugaron contra los guatemaltecos aprobaron sus exámenes, algunos de ellos (Paredes, Lo Celso, Pity Martínez, Exequiel Palacios,  Saravia, Gio Simeone, Ascacíbar) con buenas calificaciones. Habrá que ver cómo les va a Armani, Dybala, Icardi, Bustos y Meza cuando el martes salgan a la cancha.

La Selección exhibió intensidad, compromiso, presión alta y un juego vertical y abierto por los costados que parece ser la marca de agua del estilo de Scaloni. Los que nunca antes habían estado y los que estuvieron poco demostraron que pueden seguir estando. Pero todo está en el aire. No hay proyecto, no hay un técnico seguro, no hay un rumbo fijo. Sólo un puñado de partidos. Un grupo de jugadores que buscan su lugar. Y otro grupo de dirigentes que intenta seguir ganando tiempo a la espera de que una señal divina les indique hacia dónde apuntar y por dónde y cómo tiene que seguir la Selección luego del cimbronazo ruso.