Desde Pinamar

El cortometraje como lenguaje, como premio y como celebración se refractó durante el fin de semana en la edición número 40 del festival Uncipar, el más antiguo e importante de ese formato en Argentina. Como siempre sucede en esta clase de encuentros, los galardones pueden generar aprobaciones o cuestionamientos, aunque en el fondo esto no es lo verdaderamente importante: el principal mérito del certamen organizado desde 1979 por la Unión de Cineistas de Paso Reducido es el de darle espacio y proyección a este tipo de obras que no tienen la misma circulación y salida comercial que los largometrajes.

Así las cosas, Uncipar concentró sus esmeros en subrayar el carácter difusor y experimental de un evento que en esta ocasión alcanzó el récord de 40 cortos en la competencia nacional, los cuales se sumaron a los 27 de la manga internacional, más otra decena de producciones pinamarenses incluidas para alcanzar un objetivo largamente buscado por la entidad: conseguir que el festival encarne en la ciudad que lo cobija y, de ese modo, extienda su interés más allá del universo cortometrajista. Cómo convertir en popular un acontecimiento hasta ahora de culto es acaso el gran desafío que se impone el Uncipar y que sin dudas merece luego de cuatro décadas de esfuerzo laboral y catalización creativa. 

En ese sentido no fue para nada casual que Santiago Rosso, gerente de Relaciones Institucionales del Incaa y único representante del Instituto del Cine en el evento, destacara en la ceremonia de premiación que “Uncipar es nuestro evento más importante después del Festival de Mar del Plata”. Una observación por cierto obvia (el Bafici, que le compite en volumen y jerarquía al de la ciudad costera, no pertenece a la órbita del Incaa), aunque al mismo tiempo reivindicativa de un certamen que el año pasado (en la primera edición bajo la nueva conducción del Instituto del Cine) pasó varios sobresaltos por los recortes presupuestarios impulsados desde el gobierno nacional. 

“El corto es un medio transversal que articula nuevas tendencias”, subrayó Paula Sánchez, presidenta del Uncipar, algo coherente con el taller paralelo de videocelular que el festival agregó desde el año pasado. “Un acto de cultura no se mide por estadísticas, ratings o boletos vendidos… se mide con el tiempo”, agregó Sánchez, respecto de un festival que, desde siempre, es con entrada libre y gratuita. En su mano tenía el Cóndor de Plata que le había entregado el mes pasado la Asociación de Cronistas Cinematográficos, marcando la importancia histórica de este año en la esfera del Uncipar.

El gran ganador de las jornadas que se desarrollaron entre el viernes y el domingo en el Teatro de la Torre de Pinamar fue La de Messi, corto de trece minutos que se alzó tanto con el primer premio de la competencia nacional como con el máximo reconocimiento de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de Argentina. Se trata de la ópera prima del realizador Mauro Iván Ojeda, que ya había sido incluida en la última edición de “Historias Breves 15” (también organizado por el Incaa). Cuenta la cruda historia de dos hermanitos que trabajan de botelleros, sometidos por la explotación laboral de su padre y en un contexto de brutal violencia familiar dentro de un hogar que parece ambientado en las orillas del conurbano bonaerense. Una caracterización que para muchos puede lucir estereotipada, pero que no por ello deja de reflejar una realidad extendida que siempre es mejor poner sobre la mesa que esconder debajo de la alfombra.

La impronta social fue tal vez la destacada entre las narrativas premiadas por los jurados, algo que también puede leerse en tiempo presente como el relevamiento de un cierto espíritu de época que dominó no sólo a las pantallas del Uncipar 2018, sino también a sus butacas: toda vez que en los créditos se mencionaba la intervención en la realización de alguna universidad pública, se replicaba de manera instantánea y unánime una sonora ovación entre los espectadores.

Algo que sucedió, por caso, con La unidad de los pájaros, un documental de media hora dirigido por Cruz Lisandro Morena con el apoyo de la Universidad de Córdoba que relata los padecimientos de centroamericanos que escapan de la violencia mara de sus países para llegar a Estados Unidos como ilegales, para lo cual primero deben atravesar una innumerable cantidad de peligros y penurias a lo largo de todo el territorio de México. El corto recibió una de las tres menciones especiales del jurado nacional. Las otras fueron para El casamiento, un recorte de la Conquista del Desierto que el director Juan Camardella hizo valiéndose de la estética del dibujante y pintos Florencio Molina Campos, y “Ovum”, de Luciano Blotta, quien se encuentra trabajando en Estados Unidos y por ello recibió el diploma su padre Oskar, cofundador de la revista Satiricón junto a su hermano Carlos y Andrés Cascioli. El segundo premio de la sección nacional se lo quedó Bromuro de amor, de Sebastián Zayas, quien desarrolla una conflictiva historia pasional lucida por la efectividad de las actuaciones y la solidez narrativa de guión. 

Al igual que en la argentina, en la competencia internacional también se alzó un corto de sesgo social, ya que Fremde, del alemán Jonathan Behr, se centra en el conflicto de un padre y sus dos hijas de origen árabe que son perseguidos por las fuerzas de seguridad germanas. El drama como eje atravesó a los galardones de las obras extranjeras, ya que la francesa Pépé le morse, de Lucrèce Andrade, gira alrededor de la historia coral de una familia que decide tirar las cenizas de un abuelo al mar como una forma de procesar el dolor por la pérdida. 

Entre los premios no oficiales se destacan el de Argentores a El hundimiento del Titanic, de Ezequiel Vega y Fernando Pérez (la única comedia que se llevó un diploma de Pinamar), el de Cine.Ar a La entrevista, de Fermín de la Serna, y los de la Asociación de Directores de Fotografía a La virgen del agua, de Joaquín Possentini y las mencionadas Ovum y El casamiento.

Por último, los reconocimientos a actuaciones individuales corrieron a cargo de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes. El masculino fue para Juan Manuel Correa, quien se lució en La trampa, de Jerónimo Paz Clemente. En tanto que el femenino quedó para la actriz paraguaya Coral Gabaglio por su papel en Trato, un corto de Gisela Benenzon, directora que viene de recibir numerosos galardones en todo el mundo por la serie Soy Ander, emitida justamente por un espacio universitario: el canal de la Untref.

La de Messi, opera prima de Mauro Iván Ojeda.