La Policía porteña ataca a vendedores ambulantes senegaleses. Bajo pretexto de liberar el espacio público los uniformados dan rienda suelta a su idiosincrasia. Golpean a mansalva, rompen mercaderías o la “confiscan” de prepo. Arrestan, injurian mezclando puteadas “genéricas” con frases discriminatorias y xenófobas. Barrabravas armados por el Estado y bancados por el Gobierno.
Encubren la ilegalidad del procedimiento atribuyendo a sus víctimas “atentado y resistencia a la autoridad”. Es una herramienta canera, pariente cercana de los tipos penales “asociación ilícita” y “apología del delito”. Desde hace más de un siglo se echa mano a ellos para criminalizar a la protesta social o a las oposiciones políticas radicalizadas o proscriptas.
Según la interpretación orgánica de las Fuerzas de Seguridad “todo” es resistencia o atentado. Moverse o cubrirse cuando se es agredido, gritar pidiendo auxilio, responder a las faltas de respeto.
Los trabajadores fueron arreados a la Comisaria 18 de la Ciudad Autónoma (CABA). Juan Grabois –dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y abogado– se dirigió hacia allí para exigir la libertad de los detenidos, sin violencia alguna. Los policías, cebados, lo apresaron junto a otros militantes.
Ya bajo arresto junto a vendedores amedrentados, esposado él mismo, Grabois habló “en vivo” para redes sociales, que viralizaron el mensaje. Así llegó, expeditivamente a los medios masivos. Evitó el uso de la primera persona del singular, encajó el episodio en el contexto general de la política del gobierno. No levantó la voz, no incurrió en ningún sentimentalismo. Hizo política, del mejor modo imaginable.
Con presteza se acercó a la comisaría un numeroso conjunto de políticos, sindicalistas, referentes sociales, legisladores, abogados exigiendo la libertad de los presos. Transversal, pluralista. Caía una lluvia torrencial, la noche invitaba a quedarse en casa. La movida, espontánea y ejemplar, dio resultado, los detenidos recuperaron la libertad. Poco después, Grabois escribió en su cuenta de Twitter: “Ojalá el enorme marco de unidad que se congregó bajo la lluvia para defender a un puñado de laburantes y luchadores sociales de un gobierno autoritario se conserve para defender al Pueblo argentino del saqueo y la miseria planificada”. Una convocatoria imprescindible aunque difícil de concretar.
La unidad en la acción es, a su modo, más frecuente. Quizá más accesible.
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La huelga general convocada por la CGT para el martes no incluye movilización. Para concretarla y mantener unidad en la protesta, las dos CTA adhieren el martes pero arrancan sus paros el lunes.
Movimientos sociales escogen distintos formatos y lugares de cita pero confluyen en lo esencial.
La movida de mañana de las CTA culminará en la Plaza de Mayo vallada hasta más no poder. Un laberinto de fierro, que afea el lugar, mantiene entre rejas a la Pirámide… concebido para impedir que la gente circule. Hugo Yasky, secretario general de la CTA de los Trabajadores, se permite bromear: comenta que la producción de vallas es la única actividad próspera de la industria metalúrgica.
Funcionarios del Gobierno de la CABA le plantearon objeciones al lugar de cita porque los manifestantes pueden hollar los canteros con flores. Un argumento comunal para desmovilizar, bien PRO.
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Se completarán cuatro paros generales promovidos por la CGT, la central obrera más representativa y poderosa. Saben a poco pero gravitan mucho.
Su frecuencia se viene acelerando, en paralelo con la acentuación del desempleo, la inflación, la degradación del valor adquisitivo del salario, el desmantelamiento del estado benefactor. Trabajadores y personas de clase media de todo el país afrontan el dilema cotidiano de sobrevivir, mientras la política económica neoconservadora cercena derechos y empobrece a capas amplísimas de la población.
En su reunión con los gobernadores, hace poco más de una semana, el presidente Mauricio Macri se franqueó: “tengo dos problemas: las jubilaciones y el costo laboral”. Las demás pestes no figuran en su agenda o no son prioridades.
La confesión de parte autorretrata las metas del programa del Fondo Monetario Internacional y del Gobierno argentino que le hace de comparsa.
El proyecto macrista entra a eso que su dialecto designa “el mundo”. Por derecha, pongalé. Al mundo de las vallas, los muros fronterizos, la persecución a los inmigrantes, la violación de sus derechos humanos, El mundo del presidente norteamericano Donald Trump y de demasiados países de la Unión Europea. El que promete el troglodita Jair Bolsonaro, candidato a presidente del Brasil.