Mercedes Morán estuvo muy activa este año y su rol protagónico en Familia sumergida se suma al importante secundario en El ángel, de Luis Ortega, al cartel compartido junto a Ricardo Darín en la comedia romántica El amor menos pensado y, finalmente, al papel central de la próxima a estrenarse Sueño Florianópolis, la nueva película de Ana Katz. La conexión Alché-Morán, desde luego, tiene su origen en La niña santa, en la cual ambas actrices interpretaban los papeles de hija y madre, respectivamente. “Mercedes tiene mucha sensibilidad para leer guiones e intuir donde puede desplegarse”, afirma la realizadora. “Por otro lado, es dueña de algo muy intuitivo: no es una actriz que está todo el tiempo controlando y hasta se olvida del monitor. Tiene también algo muy generoso como actriz, que es entregarse a lo que le están pidiendo que haga y no pensar demasiado en el contexto. Es muy del estar y del presente. Es raro desde el punto de vista de la dirección el no poder saber hasta qué punto el actor es consciente de ciertas cosas. En la previa conversamos muchísimo de cosas personales y familiares. Hicimos varias lecturas del guion y ella aportó ideas sobre cómo era el personaje, su mirada, su manera de contestar. Desde un principio propuso tener una actitud un tanto colgada, de alguien a quien le están hablando pero está en otras cosas. Y si bien no tiene nada que ver con ella, al buscar posibles referencias pensé mucho en Martha Argerich, esa cosa particular que tiene ella, como esas minas que van con la cartera en una mano y una banana en la otra, medio flotando, y se tocan el pelo o los anteojos. Vimos juntas varios documentales sobre Argerich, fue una inspiración. Hay algo de su mundo interior, algo de niña también, de su relación con las hijas que es algo de par, de no creerse los roles”. Alché, quien también ha desarrollado una carrera como directora de castings y coach de actores y actrices, cree que Familia sumergida es “una película muy de actores”, en el sentido de que la puesta en escena, más allá de sus peculiaridades y fuerte impronta personal, depende en una medida importante de la creación de personajes a partir de la dirección actoral. El reparto es, en ese sentido, esencial y nunca invisible a los ojos. Marcelo Subiotto y Esteban Bigliardi completan los roles adultos más relevantes; Ia Arteta, Federico Sack y Laila Maltz interpretan a los tres jóvenes de la familia (Maltz fue protagonista del cortometraje de Alché Noelia, su debut absoluto frente a una cámara). “Con el resto de los actores fue importante crear una suerte de código o lenguaje, ligado a cómo iba a ser esta familia. Trabajé mucho con los chicos en ese sentido y, cuando después se sumaban los adultos, naturalmente había algo que tenían que adaptar. Fue interesante proponer cosas asimétricas a unos y a otros y después ver cómo lo combinaban. Lo que quería es que todos fueran singulares, que cada uno fuera de una manera diferente. Por esa razón cada ensayo por separado fue muy diverso”.

¿No fue tentador escribir, dirigir y elegir un papel?

–No, porque quería concentrarme dirigiendo. Quería controlar cada plano y tenía la sensación de que si actuaba iba a perder dominio de esa parte. Igual, me sentía actuando todo el tiempo. Siempre estaba ahí, nunca me fui a mirar un monitor a la distancia. Me gusta indicarles cosas a los actores –la mirada, las cejas, detalles– y actuando no hubiera sido sencillo. Tampoco sé si realmente había un papel para mí.