“Creo que el problema del mundo no es el injusto reparto de la riqueza, Mendieta; es el generoso reparto de la pobreza.” 
Inodoro Pereyra. Roberto Fontanarrosa

 

El programa económico acordado entre el Gobierno y el FMI podría compararse con un menú de muchos pasos. Los primeros platos, los que se consumirán en estos años, son indigestos o hasta envenenados. Los manjares solo fungen de promesas, diferidas a un futuro inalcanzable, un horizonte fugitivo cada vez más lejano.

El Presupuesto 2019 encaja en la lógica del modelo. Las restricciones y recortes saltan a la vista. Las consecuencias dichosas no se dejan notar.

Para el presidente Mauricio Macri, más allá de la importancia tradicional de la “Ley de leyes”, su aprobaciónes otra ofrenda en el altar (la pira) del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La propuesta oficial está plagada de inconsistencias con proyecciones numéricas propias de una imaginación calenturienta. La tijera corta por doquier, no se atisba por dónde se colarán las oportunidades, la apertura al desarrollo, la reversión de la debacle padecida desde que asumió Macri.

Los operadores de la Casa Rosada cabildean con los gobernadores, porotean con denuedo los votos en cada una de las Cámaras del Congreso nacional. Imposible lanzar un pronóstico apodíctico. A ojímetro parece posible que se consiga una aprobación en general, con margen estrecho. Y que los legisladores de la oposición consigan alivios menores en el debate en particular. De cualquier modo, el final sigue abierto.

- - -

El Gobierno nacional consiguió torcerle el brazo a la mayoría gobernadores con la supresión del Fondo Federal Solidario (FFS). Los “gobernas” canjearon el retroceso por un pago en los próximos meses, muy inferior a los que debía tocarle si el FFS (alias “Fondo sojero”) seguía vigente. Cada provincia es un planeta aparte, cada mandatario tendrá razones o pretextos.

En términos generales, este cronista opina que quienes pactaron o pacten pronto cederán demasiado (todo el año 2019, para empezar) a cambio de unas gotas de liquidez. Y que los municipios se perjudicarán aún más porque les correspondía el 30 por ciento de la plata remesada a las provincias. Desde ya, los que pagarán el pato no son los territorios sino las personas que los pueblan, los ciudadanos. Con el cuadro actual, los intendentes deberán pugnar con sus gobernadores y mostrarles los dientes a la Nación si quieren conservar legitimidad.

- - -

Macri y su elenco corren a los mandatarios provinciales con el argumento de la gobernabilidad. Un rebusque efectista que pasa de largo algo sustancial: la gobernabilidad es jaqueada por las medidas del gobierno nacional. 

Funciones básicas del Estado se desfinancian, empezando por la educación y la salud. Se descuajeringan programas nacionales que compensaban, en cierta dosis, la desigualdad entre las provincias. Se reduce a la nimiedad la inversión en Ciencia y Tecnología. La prognosis delirante de la inflación inspira la base salarial que se propondrá a los empleados del Estado. Más y peor de lo mismo, ahondando el desamparo producido en un año catastrófico.

Los especialistas críticos, por ejemplo los colegas de la sección Economía de este diario, anticipan que ni siquiera se alcanzará el déficit cero, meta suicida con la que empalaga el macrismo.

Los pagos al FMI serán un rubro prioritario mientras la producción y el consumo acentuarán la caída en picada.

Privar de derechos y dejar al borde del precipicio a millones de ciudadanos no sustenta la gobernabilidad precisamente.

El gobierno reincide en el mecanismo de culpar a las víctimas: aduce preventivamente que si hay estallido o saqueos o protestas más enérgicas obedecerán a la mala fe de los participantes y no a que se agotó su paciencia.

- - -

Sí aporta a la gobernabilidad la resistencia social que se expresó durante la semana en los paros de lunes y martes. Marchas tan masivas como pacíficas, reclamos sensatos, defensa de derechos garantizados por la Constitución y vigentes hasta hace poco más de dos años.

La resistencia se sostendrá en los meses venideros porque el Gobierno es hostil con las mayorías, redistribuye regresivamente el ingreso y se remite a la cartilla del FMI que jamás mejoró las condiciones de vida de los países que contaron con su ayuda.

El blindaje de Macri se parece demasiado al de Fernando de la Rúa. Se acentúan, asimismo, las semejanzas con la convertibilidad. Estamos en problemas, don Inodoro.