“El movimiento feminista nos dio el marco teórico para entender lo que nos estaba pasando, para decirnos, ‘esto es un acoso’ y romper con la naturalización no solo de nuestra parte, sino además de la mirada de los demás”, dice Cata Gobelli. “Nuestra intención fue denunciar el avasallamiento permanente que habíamos sentido de parte de las autoridades que estaban encargadas de nuestro cuidado, siendo menores de edad y la sistematización de las situaciones de violencia”, agrega Zoe Taricco. “Lo que está pasando es enorme y es significativo en la medida en que las generaciones que ahora están en la secundaria puedan adoptar nuestro reclamo, tomar fuerza y alzar su voz ante estas violencias para que a nadie más le toque lo que a nosotras nos tocó vivir. Somos conscientes de que nuestro reclamo es solo la punta del iceberg”, apunta Ema Graña. Tienen 19 años y son tres de las ex alumnas del Colegio Nacional de Buenos Aires que el jueves pasado, durante el acto de entrega de diplomas de su camada, egresada en 2016, lanzó una bomba, con un manifiesto en el que identificaron episodios de acoso sexual y violencia machista, sistemáticos, durante sus años de estudio y señalaron, con nombre y apellido, a regentes y profesores que los protagonizaban.

Todavía están entre conmovidas y sorprendidas por la enorme repercusión que han tenido sus palabras. Se asombran de que hasta el diario El País, de España, las reflejó. En las últimas horas, recibieron una avalancha de mensajes por redes sociales y un mail que abrieron, con testimonios de otras egresadas y estudiantes del mismo colegio y de otros también, que avalan sus dichos, y dan cuenta de las mismas conductas inapropiadas perpetradas por los docentes a los que mencionaron en el manifiesto. “Nos empezaron a llover testimonios contra las mismas personas. Hasta uno cuenta hechos de 1993, también de alumnas del (Colegio) Pellegrini”, dice Cata.

Zoe estudia Psicología; Ema, Actuación y Cata, Antropología. No militan en ninguna agrupación feminista pero vienen participando de las marchas convocadas por el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans, contra las violencias machistas y por la despenalización y legalización del aborto. Llevan pañuelo verde, anudado en la muñeca o atado en la mochila o la cartera. En diálogo con PáginaI12 contaron cómo surgió la idea de aprovechar la ceremonia en el aula magna para leer el manifiesto de Mujeres y Disidencia del CNBA, cómo se organizaron, sus impresiones del efecto que causaron y lo que esperan que provoque en el ámbito educativo.

“Veníamos hablando de qué pocas ganas teníamos de volver después de tanto tiempo a un lugar donde habíamos tenido bastantes malas experiencias, en este contexto tan distinto”, dice Ema. Lo más significativo es que un grupo de seis amigas empezaron a rumiar la idea. “Si nos pasa a nosotras que somos seis, seguramente les debe pasar a otras y decidimos conectarnos con las demás”, cuenta Zoe. “Con unas amigas estábamos pensando hacer algo también cuando nos llega la propuesta”, revela Cata.  “Y empezamos a hablar de manifestarnos con una frase, después con un cartel, una bandera. Hasta que nos dimos cuenta de que eran tantas las cosas para decir que no alcanzaba, ni el discurso alcanzó realmente. Creo que no alcanzan ni siquiera las palabras”, precisa Ema. 

El puntapié, cuentan, se los dio una publicación anónima que hizo un grupo de egresadas mayores que ellas, en Facebook, un par de meses antes, en la que escracharon a los integrantes de la agrupación estudiantil La Liga –que ellas mencionaron en su manifiesto–, donde detallaban situaciones concretas, también, de maltrato y violencia simbólica contra alumnas. Las tres ingresaron al CNBA en 2012. “Creías que esa era la manera de crecer en el Nacional Buenos Aires. Las autoridades lo sabían porque los carteles que ellos ponían estaban en los pasillos, en los claustros. Y nunca intercedieron”, señala Zoe. “Cuando salió el escrache a La Liga dijimos... ‘al fin alguien se atrevió’. Estaba tan naturalizado que nadie decía nada”, dice Cata. Pero ellas se atrevieron a más. En secreto, en dos semanas, se organizaron para lanzar ese manifiesto explosivo. Aunque se preocuparon de que no trascendiera lo que iban a decir, porque querían que fuera sorpresa, les llamó la atención de que justo en la ceremonia del turno mañana, la de ellas, no estuvo el rector Gustavo Zorzoli –que sí encabezó los actos de graduación que se habían hecho, el día anterior, del turno vespertino, y una semana antes, del turno tarde– ni tampoco ninguno de los regentes y profesores aludidos. Y también les llamó la atención de que el día anterior, Zorzoli hablara en la ceremonia con lenguaje inclusivo y con un pañuelo verde. Como si estuviera atajándose de lo que –tal vez sabía– podía ocurrir el jueves. También les sorprendió que quien encabezó el acto, en el caso de la promoción de ellas, fue alguien completamente desconocido para todas. Y ninguna autoridad hizo ningún comentario después de la lectura del manifestó. Todo siguió como si nada se hubiera dicho.

Pero las ex alumnas agrupadas en el colectivo Mujeres y Disidencias CNBA no solo se encargaron de leer el texto, sino también de que trascendiera las paredes del edificio del tradicional colegio. Subieron el video con la grabación a youtube y se ocuparon de que llegara a periodistas. “Queríamos que la comunidad educativa se sintiera interpelada. La denuncia es contra los mecanismos institucionales. Y dimos nombres porque si no quedaba como una denuncia más”, aclara Zoe.

Zoe remarca que el contexto actual, con un feminismo que florece, les permitió poner en palabras lo que vivieron en los años de estudiantes. “Nos dio un marco de apoyo. Cuando estábamos en el colegio recién estaba surgiendo el movimiento Ni Una Menos. Para nosotras era muy incómoda la cotidianeidad en el colegio con esas personas”, dice, en referencia a regentes y profesores denunciados. Esas conductas “nos hacían ruido, sabíamos que estaban mal, pero se lo comentábamos a una tutora y nos decía que no lo denunciáramos porque no iba a pasar nada. Comentábamos esa situación en nuestras casas, y nos decían ´qué barbaridad´ y nada más. Los medios institucionales del colegio funcionaban mal. El movimiento feminista nos dio las herramientas para entender eso, para verlo con más claridad”, señala Cata. 

Ema dice que después del jueves, se siente “más empoderada y más acompañada que nunca”. “El feminismo te permite conocer a las personas desde otro lado, con una sensación incomparable que de entrada nos hace dejar de lado nuestras diferencias y nos enseña a ser solidaries”, resume. “Hay un sentimiento de hermandad, de comunidad muy lindo, que se siente”, coincide Cata. “Es muy emocionante saber que nos pudimos hacer escuchar de esta manera. Esperamos que las autoridades se hagan cargo, desde su lugar de educadores”, agrega Zoe. “Era muy clara la indiferencia del Colegio. Entrabas y te enterabas que tal profesor trataba de tal forma a las alumnas, tenía sus preferidas y nadie hacía nada”, puntualiza Cata. “Eras las autoridades encargadas de velar por nuestra integridad las que estaban avanzando sobre nosotras. No hay chances de justificar nada”, subraya Zoe. “Ahora o veinte años atrás, eso estaba mal. No es una cuestión de aquella época”, insiste Cata. 

Dicen que, por el momento, están conformes con las respuestas institucionales que se están dando –que el Rectorado asuma la investigación de los hechos, que hayan sido desplazados los adultos aludidos– pero exigen además, las demandas que fueron parte del manifiesto: educación sexual con perspectiva de género: “queremos hablar de consentimiento y placer”, dicen; un departamento de Orientación al Estudiante “con psicólogues capacitades para acompañarnos en nuestro desarrollo y crecimiento personal, sin juzgarnos y discriminarnos”; y la aplicación del protocolo de acción institucional ante situaciones de violencia de género dictado en el año 2015”, entre otras medidas.