En castellano se llama El proceso, historia de un golpe. En portugués es, simplemente, O Processo el título del documental sobre el juzgamiento de Dilma Rousseff en el Senado como parte del juicio político que terminó con su mandato, hace dos años.

Después de un preestreno en el Caras y Caretas como parte del Fidba, el festival internacional del cine documental celebrado en Buenos Aires, el film de la brasileña María Augusta Ramos se estrena hoy en el Arte Multiplex y en el Bama. 

La proximidad de la primera vuelta en las presidenciales, el próximo domingo, le agrega una intensidad creciente a cada proyección.

En charla telefónica desde Austin, Texas, como parte de una gira para mostrar el documental en universidades norteamericanas, María Augusta contó que el título se le ocurrió en el mismo momento en que decidió filmar.  “Primero porque se trataba de un proceso típicos, con dos partes, una que acusaba y otra que defendía, aunque con la particularidad de que como era un juicio político el tribunal sería el Senado entero”, dijo la autora. “Y no puedo negar que el título tiene un tono kafkiano.”

–“El Proceso” de Franz Kafka es el paradigma de los juicios amañados. ¿El caso de Brasil está a su altura?

–Peor. No sé si Kafka se hubiera imaginado tanto. Cuando empecé a filmar en el Senado me quedó claro que ése era el título. Luego lo fui confirmando, cuando todo se tornó más surrealista y más cercano a Kafka.

–O Processo no es una reconstrucción sino un registro en tiempo real. Supongo que en estos casos cuenta la decisión de empezar.

–Tomé la decisión muy rápidamente, una vez que vi que la Cámara de Diputados estaba por aceptar las acusaciones contra Dilma y en ese caso el Senado la juzgaría en juicio político. 

–Fue el momento en que Bolsonaro justificó su voto contra Dilma con una dedicatoria al militar que la torturó cuando estaba presa.

–Exacto. Esa sesión de los diputados quedó para la historia como un circo del horror. Llegué a filmarla. Es como el prolegómeno de O Processo. En mi documental el escenario es el Senado, donde la Presidenta es juzgada y se escuchan los testimonios. También es la instancia de los abogados. Uno es José Eduardo Cardoso, que fue ministro de Justicia de Dilma. El documental es el resultado de un proceso complejo. No tiene entrevistas ni comentarios míos. Está construido a través de la observación del drama del tribunal, del proceso jurídico-político. Por eso era importante filmar los abogados. Cardoso es brillante y es carismático y le da al documental una fuerza muy particular.

–Aparece, pero menos, Janaina Paschoal, que sería la otra parte.

–Sí, ella perteneció al grupo que firmó el pedido de juicio político. Me pareció interesante que estuvieran sus argumentos y su testimonio.

–Paschoal después terminó afiliándose al Partrido Social Liberal de Bolsonaro.

–Exacto. Si miro las cosas en perspectiva, la propia construcción de Bolsonaro como figura viene del impeachment. El juicio político subvirtió la democracia. Desde ese momento todo pasó a ser posible. Algunas fronteras se hicieron tenues: que un diputado federal dedique su voto a un torturador, como hizo Bolsonaro con el militar que torturó a Dilma, tiene un gran simbolismo. Tendencias latentes como el racismo y el esclavismo también se hacen patentes. Es interesante ver el desarrollo del proceso histórico actual y la relación con el inicio. 

–¿Con el impeachment de 2016 o antes?

–Antes. El origen incluso ocurrió antes del impeachment, con los ataques a Dilma Rousseff en la campaña electoral de 2014, pero la verdad es que con el juicio político a Dilma Rousseff gana fuerza la serie de agresiones. Y ya cuando deciden removerla sin delito evidente, se abre una caja de Pandora para otros problemas. Con ese impeachment ilegítimo la democracia brasileña recibe un gran golpe. A partir de allí queda muy claro que las instituciones democráticas quedan fragilizadas. Hoy vemos una continuación de ese golpe, de ese proceso, de esa fragilidad de las instituciones que en aquel momento dejaron de funcionar. Hubo realmente una crisis que aún continúa. 

–¿En qué se ve?

–En las actitudes parciales del Superior Tribunal Federal en relación con las elecciones. En el papel del Poder Judicial sobre la prisión de Lula con falta de pruebas. En el rol del juez Sergio Moro, a quien hace solo cuatro días se le ocurrió que sería interesante difundir el contenido de la delación premiada del ex ministro Antonio Palocci. Justo para influir en la última semana de campaña. Esto genera consecuencias nefastas en la democracia de Brasil y en la de América Latina. Lo que pase en las elecciones de Brasil, su resultado, será básicamente crucial para esas democracias. Si en lugar de la izquierda terminase venciendo el innombrable, las consecuencias serán dramáticas. Con Fernando Haddad y el centroizquierda, o con Ciro Gomes incluso, retomaríamos una política social y una política económica más distributiva. Con el innombrable vamos hacia la completa barbarie. No es derecha o izquierda. Es democracia versus barbarie. Jair Bolsonaro la representa. 

–Lo nombró.

–Sí, la barbarie es Bolsonaro: racismo, homofobia, totalitalismo, fascismo. Un film documental nunca es imparcial. Es una visión. La mía. La que construí. Tuve un acceso a la defensa de la Presidenta y a los abogados que fue muy cómodo. Con la derecha no lo tuve. Por eso la historia es contada más del prisma de los argumentos de la izquierda. Igual, para mí era importante que los argumentos de la derecha quedaran retratados correctamente, tal como aparece en las declaraciones de Janaina Paschoal. Lo que importa es documentar, para que de aquí a diez o veinte años tengamos una mayor comprensión y para que no se repita. 

Espero que sea documento histórico que retrate este proceso en toda su complejidad. Es también sobre una tragedia. El proceso fue muy doloroso. El documental es difícil. Es una confrontación con un momento de la historia muy difícil. La gente lloraba y sigue llorando. Lloran y sufren después de ver el film. Y debe ser así: debe ser cine. 

—¿En qué sentido debe serlo?

—El cine también tiene que llegar a la gente por el lado emocional. Tiene que funcionar como arte, y creo que funciona. Tiene que revelar las emociones de los que vivieron los protagonistas y así es que despierta sentimientos. Explicar todo no es la intención del documental. Si los que ven el documental quieren saber más, podrán entrar a Internet. El propósito no es simplemente informar. No es mi objetivo cuando hago cine. El proceso judicial fue muy conmovedor y hay que conmover al espectador. Le ocurre al que ve el documental: ni los espectadores ni yo podemos evitar esa catarsis. 

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