Tomi Lebrero dice que fue una “maratón”, con todo lo que implica de desafío: Grabó ¡doce discos! Unas 160 canciones. Que irán saliendo a lo largo de un año, comenzando… ya. El disco que es muchos discos se llama 12, y la presentación de hoy a las 21 en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037) será parte del lanzamiento de este trabajo ambicioso y sí, un tanto delirante, dadas las circunstancias. 

“Por primera vez tengo el gusto de presentar un disco con todos los mismos músicos con los que lo grabé”, dice Lebrero, y enumera unalarga lista de músicos, que incluye a los de su banda El Puchero Misterioso, un coro, una fila de vientos e invitados. “No faltará un momento más café concert pampeano psicofolk donde tocaremos los arreglos de Pablo Martínez Zuviría al piano”, agrega, con una aclaración: “pese a tantos invitados y tantas canciones para presentar, pensé en una lista que sea llevadera y de duración lógica para los tiempos que corren, teniendo en cuenta que en vivo los oyentes no me pueden pasar de track”.

Tras marcar un modo propio de la canción con discos como El puchero misterioso y Me arrepiento de todo, y del más reciente compilado Rebaño de canciones, Lebrero suma canciones con 12, en doce discos que irán saliendo de a uno por mes en tiendas digitales. Autor, compositor, cantante, guitarrista y también bandonenista, como tal tocó con Rodolfo Mederos, con la Orquesta Fernández Fierro, y formó parte de la banda de Palo Pandolfo. También hizo música para películas, y hasta una película: No va llegar, que muestra su viaje a caballo (no es un modo de decir, es una horse movie que lo sigue, al galope, desde Dolores hasta los Valles Calchaquíes).

“Ya venía un poco cansado de eso que te repiten todos: ‘tenés que hacer un álbum con tus doce o catorce mejores temas, tus joyas’. Más bien tenía ganas de explorar otro formato, el del hiperálbum, el del exceso. Someterme a otro experimento, permitirme momentos más descontracturados o zarpados y otros que son todo lo contrario, más anodinos, menos apelativos”, explica Lebrero sobre 12. “Eso me permitió darle espacio a ciertos momentos de improvisación, o abrir el juego a canciones que en la composición aparentemente serían menores, pero luego al grabarlas se re inventan”.

–¿Y los productores no lo retaron cuando les contó la idea?

–No… porque el productor básicamente fui yo. Y los camaradas que me dieron enormes manos en la producción, como Manuel Schaller, Dante Frágola, Feco Escofet, Nico Pestarino. Los músicos que participan de este proyecto en general me alentaron, porque entienden que lo que se dice “mercado cultural”, para un artista argentino popular levemente freaky como puedo llegar a ser yo, casi no existe. Por ende, se prendieron en mi conquista de lo inútil, en mi voluntad de hacer obra más allá de ser una época donde la canción está devaluada a raíz de la enorme cantidad de información que pulula por nuestras vidas. En ese sentido apoyaron este gesto un tanto “contestatario”, si se quiere.

–En sus discos anteriores hay canciones de marca muy propia, algunas tienen aires folklóricos, algunas letras con ironía. ¿Cómo definiría a estos nuevos temas?

–En mis talleres constantemente aliento a los participantes a que abandonen sus zonas de confort. Si tengo que ser sincero, creo que esos cambios se van dando muy de a poco a fuerza de vivencias y de estudio. Por momentos siento que hay cambios en relación a trabajos anteriores míos, pero por otros pienso que en verdad sigo más o menos escribiendo la misma obra que empecé a escribir cuando hice mi primer disco. El componente lírico cómico, más allá del rechazo que esto pueda generar en cierto establisment musical o periodístico, la intensa tarea captar esos evanescentes momentos de emoción, el acto de recubrir mi propio yo de mierda para generar más empatía con el oyente, el cuidar las melodías y la instrumentación, el ser un obsesivo con las letras, siguen siendo los tópicos más importante en estos discos. Y de alguna manera siento que también lo fueron en los ocho discos que hice anteriores a 12.