A primera vista, antes de que se levantara el telón, la situación para los músicos parecía ideal: las dos mil personas que llenaban el teatro Coliseo ya los aplaudían de pie. Pero el desafío que tenían por delante no permitía descifrar, todavía, cómo iba a desarrollarse ese diálogo inédito de canciones. Dos de los mayores exponentes de la música popular argentina estaban a punto de tomar la obra del otro para darle una vida diferente. Teresa Parodi y Víctor Heredia, reunidos bajo el título “Tu voz es mi voz”, se disponían a reversionar algunos de los temas que los consagraron dentro del cancionero popular latinoamericano. El sábado por la noche, dieron por primera vez en sus vidas un recital en conjunto. Y ese solo acontecimiento hacía que el público los esperara, antes de empezado el concierto, como si ya hubiese presenciado un hecho extraordinario.

La estrategia de los cantautores fue clara desde el comienzo: disparar un éxito tras otro. La primera canción fue “Pedro Canoero”, interpretada a dúo. La entrada en los versos tuvo algunos desajustes en el tempo que se armonizaron con las miradas compartidas entre Heredia y Parodi. Ese gesto instintivo de buscar al otro se repetiría a lo largo de las dos horas de recital, convirtiéndose en el canal que los mantuvo conectados. A partir de ahí comenzó el intercambio de temas. “Para cobrar altura” fue interpretada por Parodi, transformada en una zamba. “Si hubiese sabido que la iba a cantar así la hubiese escrito antes”, dijo Víctor después de escucharla. Luego él cantó “Yo tuve un hermano”, poema que Cortázar le escribió al Che Guevara y que Parodi hizo canción. “A Víctor lo tengo incorporado porque canta nuestra historia, y yo cantaba sus canciones cuando era chica”, dijo Parodi bromeando sobre su partenaire y sus respectivas edades, ya que ambos se llevan apenas once meses. Esa complicidad también marcó el tono del show, que fue registrado en vivo y será convertido en disco. 

“Nos juntamos a cantar a pesar de los pesares y por la esperanza”, dijo Heredia después de la canción-homenaje al Che Guevara. Afuera, la ciudad estaba desencajada por la inauguración de los Juegos Olímpicos de la Juventud, y atravesar las calles cortadas del centro para llegar al teatro a escucharlos había sido una odisea dantesca. Ese hecho, sumado a la crisis económica que atraviesa el país, hacían que llamara la atención ver el teatro repleto. El siguiente bloque de canciones fue un intercambio de paternidades y maternidades que dejó entrever el trabajo de fondo al que se habían entregado los artistas. Parodi interpretó “Dulce Daniela” llevándola hacia una cadencia marcada por el blues y fue aplaudida de pie en medio de la canción. Heredia la siguió con una versión de “Canción para Verónica”, en la que prevaleció su marca distintiva como cantor de protesta: un ritmo en el que los acordes abiertos de la guitarra se pusieron al frente.. “Es difícil cantar con él al lado, te mira fijo”, dijo Parodi entre risas después de que ambos reconocieran el vínculo afectivo que los une con los hijos del otro, y el desafío especial que eso significaba.  

La banda que los acompaño, de apenas cuatro músicos –dos de cada lado–, se repartía el protagonismo en los temas dependiendo del autor. En todo momento, el público se levantaba para aplaudir. Ese clima de intimidad, construido por una pequeña y exquisita banda, un dúo de artistas que comparten una amistad más allá de la música, y un público que necesitaba de sus canciones, fue creciendo con el despliegue de éxitos: “Razón de vivir”, “Ojos de cielo”, “Esa musiquita”, “El viejo Matías”, “Nunca más”, “La lucha”, “Tarumba” y “Porque ha salido el sol”. 

Las más de veinte canciones dejaron al público en un estado cercano a la catarsis. La mayoría provenían de un pasado marcado a fuego por esa concepción de la música, corporizada por Heredia y Parodi, en la que el hecho artístico implica la búsqueda de una transformación social. La despedida incluyó imágenes proyectadas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y la Guerra de las Malvinas, mientras ellos cantaron a dúo himnos de su generación como “La cigarra”, “Todavía cantamos”,”Razón de vivir” y “Sobreviviendo”. Los rostros del público dejaron entrever que los que estaban allí se sentían testigos de un hecho extraordinario. Antes de retirarse del escenario, Parodi sintetizó la emoción que se transfería a través de esos mismos rostros: “Qué suerte que nos queremos mucho y nos hemos podido dar este abrazo”.