“¿Qué es un museo?”, se preguntaba el verano pasado la pared misma de la sala San Martín del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez (4 de Enero y 3 de Febrero, Santa Fe), en una intervención sobre pared del muralista Elián Chali que se convirtió en emblema. En respuesta a esa pregunta (y a muchas otras) su directora, Analía Solomonoff, ideó una exposición que es una potente alegoría curatorial inspirada en la literatura fantástica.

Pasado mañana comienza en Villa del Parque y el sábado culmina en el Museo una activación de la muestra: la acción Trueque, por el colectivo Barrio sin Plaza, con el Museo y vecinos del cordón oeste.

“Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia”. Así comienza el cuento “Casa tomada”, de Julio Cortázar. El narrador vive en aquella casa con su hermana, Irene, en el calmo ocio de rentistas del latifundio rural. Hasta que algo desconocido va tomando de a poco la casa y al fin los expulsa. Cualquier semejanza con un museo casi centenario que alberga más de 2700 obras en sus depósitos no es pura coincidencia.

“Museo tomado” se llama la exposición que exhibe juntas todas las obras cuyo estado el área de conservación y restauración del Museo determinó como óptimo o adecuado para presentarlas en una muestra. Luego las colgó o emplazó el equipo de montaje en función de las dimensiones de la obras, sin un relato histórico ni temático pero sí con “guiños que también el equipo de montaje propone, miradas que se encuentran, formas que se conectan, colores que se hablan”, dice Solomonoff y compara el resultado con una “mancha que va invadiendo las paredes y los pisos de las salas”. Así, como una multitud en una marcha, “se abren las reservas, y las obras salen y se van acomodando de forma orgánica en el espacio, porque lo importante es estar presente y acompañarse. Era muy importante no jerarquizar a los artistas, que convivieran como conviven en la reserva. Obviamente recuperamos una primigenia museografía de los espacios museísticos”, señala la directora mientras la cronista piensa en los primeros salones del siglo XVIII, aquellos salones democráticos y atiborrados.

“Es una acción democrática. Se corresponde a una demanda ciudadana que tiene que ver con qué hay detrás de los muros de la reserva. Se trata de develar también ese misterio”, relata Solomonoff. Y agrega: “Se exhibe también nuestro día a día. El equipo de conservación y restauración es parte de la exposición, hace sus labores a la vista del visitante; el equipo de montaje trabaja con el museo abierto al público, la catalogación y el embalaje de obras se hacen también a la vista de las personas que acuden al espacio y las gestiones del área administrativa, del área pedagógica, todo eso está abierto para que la gente nos vea trabajando, nos cuestione, interactúe con nosotros. Así como de alguna manera se despoja a la obra de esta aura mítica de misterio, porque de alguna manera al exhibirla así también hay una fragilidad en el misterio de cada obra, también se desvela el misterio de qué hacen las personas dentro de estos espacios”, afirma.

Para más información, consultar la página web del museo.