Durante los nueve años que pasaron entre su primer show en el país (4 de febrero de 1987 en Obras) y el último (16 de marzo de 1996 en River), los Ramones fueron tan argentos como la birome, el bondi, el mate, la cumbia santafecina con acordeón o los taxistas que se sacan mocos en los semáforos. Fueron 27 shows repartidos en ocho visitas, un promedio de uno cada cuatro meses. Es más, entre 1991 y 1996 tocaron acá cada año. En el medio se dieron historias conocidas, como la de Dee Dee acurrucándose en Banfield con su novia Bárbara Zampini, y otras más esquivas, como la de Johnny llevando a una gatita perdida a un chequeo en una veterinaria… ¡después de un show! De todas esas escenas flequillescas se ocupa el autodefinido Ramones en Argentina, que la editorial Gourmet Musical acaba de publicarle al periodista y productor Gerardo Barberán Aquino. Ejemplarmente trabajado como relato coral, el ágil y específico tomo repone no sólo el anecdotario sino además el imaginario de una banda fundamental del punk pero también de la música pop. Barberán Aquino se fanatizó con ellos a los 10 años, como les ha pasado a tantes, pero con la diferencia de que su trabajo le habilitó el acceso a todos los Ramones que siguen vivos, a músicos y técnicos participantes de sus visitas, a periodistas y promotores, a los extras de su rock and roll show. Las peripecias de las encarnaciones distintas del clan Ramone, apostillas de sus conciertos, el grupo tocando en TV con las camperas mojadas para bancar el calor de las luces: las escenas se enciman como cuerpos en un pogo y dan forma a un tomo que llega rápido y rápido se va, como canción ramonera, en un one, two, three, four que también captura la pasión del más argento de los grupos del punk mundial.