Violación, dictadura, misoginia, homofobia, racismo y muerte fueron la fórmula del éxito. Así lo dejó de manifiesto el batacazo de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones de Brasil. La filósofa transfeminista mexicana y autora de Capitalismo Gore (2016), Sayak Valencia, siguió el conteo de votos de visita en Buenos Aires a lo largo del domingo, desde bares y terrazas de amigas. Mientras el candidato de ultraderecha ensanchaba su caudal de votos, entre asado y sobremesa, Sayak fue estableciendo relaciones inesperadas entre, por ejemplo, la ametralladora imaginaria con la que ÉL amenazó con fusilar a todos los militantes del PT con el outfit del más glamoroso de los influencers de Instagram. “¡Atención! ¡No tengo nada contra el uso de las redes en sí! Solo digo que hay que estudiar los regímenes escópicos y estéticos, y también de vigilancia, que son los que han construido nuestro modo de mirar y mostrar”, alertó Sayak durante su exposición en una mesa sobre "Transfeminismo: Estética, violencia, geopolítica", organizada por la Universidad Nacional de las Artes.

Tijuana es su sede operaciones intelectuales. Su tierra natal, y la última frontera de Latinoamérica, le ofrece a Sayak un mirador estratégico para seguir la estadía en el poder de Donald Trump, un punto de vista privilegiado para atar cabos entre esa catástrofe institucional y su efecto dominó en otras latitudes de la mano de fuerzas políticas que conjugan moral ultra conservadora con un uso explosivo del lenguaje digital. Sayak compone palabras. Se disculpa porque no puede “evitar irse por las ramas” y continúa su juego con el lenguaje, con su ir y venir en el tiempo, con su modo de usar las herramientas de compresión del mundo del transfeminismo para conectar la Revolución Francesa con la masacre de Ayotzinapa o el record de feminicidios de este año en México con el más inofensivo de los memes de ranas de la nueva derecha alternativa norteamericana. Aunque parezca que no hay puentes entre todos esos elementos, el pensamiento y la verba de Sayak Valencia van desde la cultura pop a los neofascismos, pasan por el Brexit y las máximas de Jaime Durán Barba hasta llegar a Rita Segato, Marx y Judith Butler.

Estás trabajando en un libro sobre la historia y el presente de las masculinidades blancas y heterosexuales. ¿Por qué poner el foco sobre los varones ahora?

-Porque me quita el sueño cómo hoy, que todos parecemos tan conscientes de la opresión de las mujeres, las disidencias sexuales, minorías raciales y demás, la violencia contra esos grupos se mantiene y hasta podría sumar votos. Lo que sería el “toque Benetton” en las políticas públicas está en el nivel de la superficie pero al interior de las poblaciones el machismo continúa. ¡Y cómo! Hay un fundido encadenado de órdenes y contra órdenes que se ven normalizadas pero en el fondo se sigue desatando violencia extrema contra ciertas poblaciones. Parece que los hombres fueran cada vez menos machos pero es un efecto cosmético porque al mismo tiempo no bajan los números de los femicidios y trasvesticidios. 

¿Los índices de femicidios y crímenes de odio en México se mantienen?

-¡Subieron! Siete mujeres al día. Digo mujeres para resumir. Y esos son solo los casos que se reportan. Estamos en el segundo lugar de toda Latinoamérica en cantidad de transfeminicidios. El primero de este triste ranking, que no nos sorprenda, es Brasil. Ya se ha dicho que estos crímenes deben pensarse como nuevas formas de guerra contemporánea.

DESTINO NECRO

Los números del domingo en las elecciones en Brasil son otra confirmación obscena de la capacidad de incidencia de los discursos xenófobos y racistas, también, entre quienes se podrían considerar los sectores más desfavorecidos e incluso el blanco móvil de esos mismos odios. Faltan vocabulario y referencias para terminar de nombrar los neofascimos que asoman. Lo dice Sayak Valencia y también lo explica el politólogo vasco Marcos Reguera que se dedica al estudiar el éxito de la Alt Right, las derechas alternativas que ya no encastran con la imagen de un skinhead en tiradores. Sino que son jóvenes trajeados y celebrities con un manejo magistral de las redes y un discurso ágil ornamentado con comentarios agudos. Reguera dice que para los estadounidenses el Tea Party fue a los adolescentes del Baby Boom lo que hoy los millennials son a la Alt Right, que surge como una cibercultura con un sentido del humor para machos blancos, y en parte dan cuenta de cómo Trump solidificó su base electoral. La Alt Right pone a circular su modo de ver el mundo a fuerza de trolleo y provocación. Sayak dice que “las nuevas apuestas de las derechas, que empezaron vertiendo su odio en foros espectrales, tienen mucho que ver con las masculinidades hegemónicas. Bolsonaro replica la lógica estadounidense de vuelta a un machismo recalcitrante. Otros representan lo mismo pero usan cierto estilismo o sofisticación. Él no. Su campaña trabaja no sólo con desafiar las lógicas de lo políticamente correcto sino también con las lógicas fanáticas y religiosas que están habilitadas por un aparato que se apropia de ciertas formas de reafirmación nacional”.

En Capitalismo Gore hablás de la interacción entre las masculinidades como máquinas de generar muertos y la “guerra contra el narco”. Y ahora decís que la necropolítica está vinculada la idea de ciudadano... 

-Digo que los varones están constituidos como pequeñas máquinas de guerra, programados para la batalla. Eso no significa que siempre lleguen al campo de batalla en forma de soldados. Como si hubiera una suerte de Estado guerrero alternativo, que corre en paralelo a la máquina militar que ya conocemos y que está institucionalizada. Parafraseando a Carol Pateman en El contrato sexual: con la Revolución Francesa los varones matan al padre pero crean las fratrías (hermandades). A los derechos que se le dan al ciudadano varón hay que retribuirlo con obligaciones. 

¿Que son cuáles?

-Ser una pequeña máquina de reproducción del Estado para que sus ideales sean propagadas. Esto se logra impartiendo el terror sobre los cuerpos de las mujeres y otros cuerpos insurrectos. La máquina soberana les dijo (y el que no lo escuchó lo intuye) que tienen derecho de vida y muerte sobre los que consideren inferiores cuando estalla alguna crisis. Eso es la necrosoberanía: la masculinidad como cartografía política vinculada a lo bélico. Una de las misiones es la manutención de la hegemonía de la masculinidad. Esto se confirma, en el caso de México y casi toda Latinoamérica, a través de una legislación patriarcal. Por eso si matas para reproducir la hegemonía del macho, del soberano, nadie te va a perseguir.

¿Qué chances de resistencia hay ante semejante máquina?

-El feminismo está haciendo revoluciones. Las ollas comunes de los sectores populares en Argentina son un ejemplo de acto micropolítico. Me contaron que torturaron y le escribieron en la panza a alguien un “ollas no”. Mucha gente se pregunta cómo una olla puede amenazar el poder del Estado. Yo respondo que sí amenaza y mucho. Construye comunidad organizada. Postula una alternativa a la concepción de la masculinidad como necropolítica. En las alianzas entre devenires minoritarios y transfeminismos no paran de brotar estos ejemplos. A ustedes acá les pasa también con los pañuelos verdes.

¿En qué sentido con los pañuelos?

-Le puedes poner otros colores además del verde, y así lo han ido haciendo. Y aunque le pongan el celeste la mayoría registrará que ese pañuelo viene de las Madres de Plaza de Mayo, símbolo de todo lo que se puede hacer desde la resistencia pacífica. ¿Por qué tanto miedo? Es que nosotres estamos demostrando que se puede hacer una lucha de transformación social desde otra imaginación política. Que no tiene ver con la docilidad sino con una desobediencia que al mismo tiempo promete un estado de paz para muchas poblaciones. La alianza entre devenires minoritarios y transfeminismos están poniendo no sólo un ejemplo que se presta a ser absorbido por el neoliberalismo (cosa que ocurre) sino también un correlato de sentido que tiende puentes con la memoria histórica. Muestra otros caminos para no pasar por la masacre de lo que sería un “nosotras contra ellos”, sino otra cosa. Nosotras increpamos: ¿para cuándo la revolución masculina? ¿cuándo se van a quitar el yugo de ser máquinas de guerra? Nosotras desobedecemos, ¿ustedes cuándo?

Hablando de asimilacionismo: hay una marca de gaseosa cuyo último slogan es “No tiene que gustarle a todos” y le habla a una travesti, una feminista, una cantante afro. ¿Qué pasa con esta tendencia a la absorción por parte del mercado? 

- También pensemos que las poblaciones consumimos transversalmente. Más allá de que tengas una posición crítica o no, el gusto de todas las personas está diseñado por eso, porque no sólo producen contenido sino formas de percepción. MTV ya es viejo pero en mi juventud fue una ruptura importante porque el videoclip traía toda una nueva forma de espacialización de la mirada. Un antecedente muy importante de lo que ahora vemos con el live streaming y demás. Hoy el neoliberalismo dice: consume, no nos importa si sos homosexual o si tienes que matar para poder ponerte nuestras zapatillas. Una lectura simple que es que el neoliberalismo se apropia de los símbolos de la diversidad. Pero adentro de eso habrá quienes hagan una lectura singular, quienes a través de lo cosmético se acerquen a lo político. Y por algún lado hay que entrar.

¿Podrías dar un ejemplo?

-Mi sobrina de 12 años en Navidad nos declaró que era feminista. Le dije: ¡Algo hice bien! Y me dijo: No es por ti, es por Emma Watson. Es referente para ella por Harry Potter. Me la he pasado despotricando contra Emma Watson, que me parece que es la banalización del discurso de la igualdad… pero ahí tienes. Le pregunté a mi sobrina: ¿qué es el feminismo? Me dijo: que queremos que nos traten como personas. Bueno, es lo que dice más o menos Angela Davis. Pensar que todo es inútil porque el neoliberalismo lo absorbe es otro efecto más del neoliberalismo, que nos dice lo que tenemos que pensar y a veces le creemos. Pero este no es necesariamente el fin de la historia. Eso no significa que dejemos de criticar. Es importante poder criticar hoy a las redes y al proyecto fascistas que representan.

¿Proyecto fascista?

-Lo que me parece esperanzador de las redes y de Internet es que no es puro algortimo, detrás de la arquitectura espectral de Internet hay personas, y algunas de esas personas están llenando con su contenido. El desafío es el diálogo entre generaciones para ver que además del online hay otras cosas. Pero la tecnogobernanza mediante las fakenews y otros elementos de propaganda política en las redes busca crear el régimen de verdad. Los modos de percepción que las redes van generando te distancian del mundo tangible, olvidas que el sufrimiento le ocurre a los cuerpos, se pierde empatía y se rompe con la colectividad. Hay un régimen de poder que se está propagando y que se distancia de sus responsabilidades. ¿De dónde vino esa noticia falsa? “¡De ningún lado, es una falla algoritmo!”, contestan. Pero, perdón, pero siempre hay alguien programando el algoritmo. Entonces el orden cosméstico, bien estético, bien desrealizado, pensado para que lo real vaya perdiendo interés y entonces puedan seguirlo expropiado. 

Da la impresión de que las izquierdas o los movimientos progresistas se van quedando un poco atrás en las destrezas de este tipo…

-En la izquierda hay un núcleo duro relativo a una purificación del pensamiento. Stalin tenía un pensamiento mesiánico y había que cumplir las tesis de Marx al pie de la letra. Marx era alemán y vivió hace más de doscientos años. Hay que poner el cuerpo y situar el pensamiento en donde estemos. Las izquierdas suelen resistirse a esto porque han sido muy patriarcales. Cuando la crítica se vuelve ortopedia y solo pensamos la realidad a través de tal lenguaje o tal vocabulario y no inventamos otros perdemos la capacidad de describir el mundo en el que vivimos. Hay que mirar más cómo procede la Alt Right.

¿Cómo procede?

-A través del lenguaje del meme, el folclore digital y otras herramientas inoculan una serie de valores reaccionarios porque sienten desplazados del régimen del poder. Surgen en Estados Unidos y se expanden. La Alt Right (como las teclas) construyó una máquina de propaganda política, Cambridge Analytics, vinculada con Facebook, que tanto protagonismo está teniendo en las campañas. Son jóvenes, han hecho sus doctorados y maestrías en Teoría Crítica y la Escuela de Frankfurt y utilizan todo el aparataje discursivo de la izquierda para introducir ideas reaccionarias. Por ejemplo hablan de etnoestados.

¿Qué son los etnoestados?

-Una propuesta de campos de concentración de personas según la raza. Dicen: es que culturalmente somos incompatibles. Entonces los etnoestados serían para que la gente no vaya a Estados Unidos o se quede recluida en ciertos espacios, porque no podemos convivir y esto del multiculturalismo ha sido un error. ¿Y adivinen quién va a controlar los etnoestados? 

¿Qué opinás de Milo Yiannopoulos, bloguero ultraderechista, referente gay de la Alt Right?

-Me sorprende cómo opera. Parece salido del reality RuPaul’s Drag Race. Es un fascista con una estética marica. Usa esa estética para llegar y ridiculizar a la vez, y desproveer de contenido. Trump es el traductor cultural de la Alt Right joven al conservadurismo de otras generaciones, ya que convergen en él la gauchipolítica, el cinismo y todo el silencio impuesto en Estados Unidos de que no puedes decir “las palabras” pero sigue habiendo odio, homofobia, racismo.

¿Decís que estos personajes serían un efecto no deseado de la corrección política?

-Se construyó la idea de que no se le puede decir negro al negro, pero el racismo coexiste con eso. No dices nada de esto o lo otro pero en tu interior sigue presente el odio hacia las poblaciones. Y no se puede tampoco problematizar ese silencio. Entonces Trump viene a decir todas las cosas que no podías decir. Y no hay consecuencias al respecto. Si observás la máquina de propaganda, ves que hay similitudes en cómo se han ganado las elecciones en Brasil, Estados Unidos, cómo fue posible el Brexit. Y es posible que Mauricio Macri haya trabajado algo en esta línea. Una de las ideas que se repiten es esto de “no somos políticos”. Hasta hace poco podías entrar a la web de Cambrigde Analytics y ver ahí los servicios que ofrecían a toda Latinoamérica. Se asegura que la campaña se basa en moverse en un margen de manipulación. De esa máquina publicitaria conjuga la visión de las familias más ultraconservadoras de Estados Unidos con toda la cosmética, la estética y la traducción cultural que hacen los jóvenes de la derecha de todos los aparatos críticos de la izquierda.

¿Qué se hace cuando, como lo demuestra la figura de Bolsonaro, la misoginia y la homofobia no solo no se ocultan, sino que hasta se vuelven capital político?

-En tema de Brasil tiene muchas aristas. Una es el destape de los evangélicos, que se da en todo en el continente y tiene que ver con una apropiación de todas estas lógicas de la cosmética de las que veníamos hablando aplicadas sobre el pensamiento fascista para volver a un lugar de certeza. El mundo contemporáneo desorienta las lógicas de lo que es posible leer o entender. Muchos de los discursos construidos desde el campo democrático, incluso nuestros discursos desde la teoría, no alcanzan a permear en las poblaciones. La religión llena de contenido y vuelve inteligible el mundo. Está también el tema sacrificial: este mesías, que a veces es abiertamente deleznable, pide una ofrenda a quienes votan por él. Sería: “bueno, sacrifiquemos un poco lo democrático en pos de una vida mejor”, que a juzgar por lo que ofrece suena más bien a una supervivencia.

En Brasil, y ahora también en Uruguay, eso se ve muy claro con la camada de youtubers evangélicos que hacen campañas accesibles y a la vez muy eruditas contra la “ideología de género”.

-Es interesante ver cómo estos sectores ganan porque ganan nuestra psique. El pensamiento mesiánico del que parte la religión católica y evangélica es lo mismo que les exigimos a los políticos. La idea de lo político que todavía tenemos es muy delegativa: voy voto y que ellos resuelvan el universo. Yo apenas pago impuestos. Cuesta ver que lo político también es lo que haces todos los días en tu casa, lo dice el feminismo. El mesías es un gran hombre, y lo digo enfáticamente en masculino, un Trump, un Bolsonaro, que llegan y te hablan en un idioma que entiendes. Los feminismos y la disidencia sexual, y no sólo sexual, tienen mucho para aportar a la desautomatización de esos lenguajes y esos sistemas de pensamiento.