Lo nuevo no necesita ser inventado, sino descubierto. Lo nuevo está ahí, esperando que alguien lo mire y se dé cuenta. Hebe Uhart se daba cuenta. Iba, miraba, descubría. Por algo le responde a Mariana Enriquez, en un reportaje publicado por la revista Anfibia: “Yo no creo que escribir sea inventar”.

A los doce años un compañero del colegio me prestó un libro de cuentos que se llamaba Dios, San Pedro y las almas. El libro me provocó una pura adicción literaria a su autora. ¿A quién se le podían ocurrir situaciones así, desopilantes y sin embargo tan serias y tan absurdas como la realidad misma? Cuando publicó en el Centro Editor de América Latina, me puse casi celosa de que cualquiera pudiera leerla ahora (era mía, yo la había descubierto), y también asombrada de que no tuviera mucho más reconocimiento. ¿Por qué no se daba cuenta todo el mundo de que estábamos frente a una escritora extraordinaria?

Uhart siguió publicando, siempre en editoriales breves como mariposas: Menhir, Cuarto Mundo, Pluma Alta, Simurg, Torres Agüero, Per Abbat, hasta el feliz encuentro con Adriana Hidalgo y con Alfaguara. El recorrido de sus publicaciones es casi la historia de las editoriales independientes en la Argentina. Había que atrapar sus libros al vuelo para no perderlos. Se consagró por fin para los lectores (pero hacía mucho que los demás escritores habíamos reconocido su genio) con los Relatos reunidos publicados en Alfaguara.

* Escritora.