A orillas del mar Caspio, en la ex república soviética Azerbaiyán, una ciudad spa llamada Naftalan planta bandera sobre los beneficios antiinflamatorios, antibióticos y antiartríticos del… petróleo, desoyendo la opinión de cantidad de expertos que consideran que el principal ingrediente de sus tratamientos “terapéuticos”, el naftaleno, es un cancerígeno potencial. La opinión evidentemente no interesa a las personas que, cada año, se acercan a los sanatorios de la zona para sumergirse de cabo a rabo en la viscosa sustancia negra, a la espera de que sus dolencias mermen. A ellos retrata la multipremiada fotógrafa brit Chloe Dewe Mathews en su serie Caspian, devenida recientísimo fotolibro, donde recuerda la artista que las propiedades presuntamente curativas del petróleo de Naftalan fueron elogiadas tempranamente, en el siglo XII, por el poeta azerbaiyano Nizami Ganjavi. Marco Polo hizo lo propio en sus diarios anotando que la sustancia era “buena para quemar y como ungüento para hombres con picazón o sarna”, cimentando las raíces de un mito que se nutre de otras leyendas. El más extendido: que en 1870 un comerciante de especias dejó en Naftalan a su camello moribundo y, de regreso, descubrió que el animalillo se había recuperado milagrosamente tras bañarse con regularidad en una reserva de crudo. Actualmente, filas de muletas y bastones abandonados decoran las fachadas del lugar, como evidencia solapada de presuntos prodigios, y la fotógrafa también los captura como iconografía (mística) de curaciones improbables. “En su época apogeo, a principios de la década del 80, decenas de miles de personas los visitaban cada año, proporcionado el beneficio por el gobierno soviético. Con el colapso de la URSS, los sanatorios cayeron en desuso, pero en los últimos tiempos se han rediseñado drásticamente, con hoteles de lujo y fácil acceso para los peregrinos de la salud que llegan desde el extranjero”, se apunta en un fotolibro que extiende la mirada a paisajes de dunas, mezquitas subterráneas, adyacencias varias de Naftalan.