En Brooklyn, una muestra invita a dejarse salpicar por retratos intimistas y poco conocidos de luminarias que revolucionaron la escena del arte contemporáneo en Nueva York desde fines de los 70 hasta comienzos de los 90. Retratos tomados por un fotógrafo prácticamente ignoto, hoy fallecido, Don Herron, que capturó entonces a personajes coronados (o prontos a serlo) del underground y la bohème del East Village, en curiosa pose: dentro de una bañera llena de agua. Algunos, desprejuiciadamente desnudos, otros cuidando su modestia; todos y cada uno en sus respectivas tinas, como deja entrever —por caso— la tierna imagen de un joven Keith Haring, de 24, con su carrera en ciernes, acompañado por un patito de goma que flota a la altura de su cintura. En la serie, intitulada Tub Shots, puede verse a un Robert Mapplethorpe sin pruritos; a la activista posporno Annie Sprinkle cuando aún era una estrella porno y una performer de burlesque; a Holly Woodlawn, ícono transgénero, superestrella del universo Warhol; a Cookie Mueller, actriz de culto de cintas como Pink Flamingos, crítica de arte y musa de Nan Goldin; al artista drag y dramaturgo experimental Ethyl Eichelberger; al escritor Felice Picano; al fotógrafo, diseñador y modelo Peter Berlin… Apenas algunas de las 65 personas que accedieron a sacarse la pilcha y meterse en la bañera para que Herron los fotografiase. Cómo logró convencerlos, difícil saberlo. “Es un misterio”, reconoce el galerista Daniel Cooney, en cuyo espacio se presenta la muestra. “Nadie puede precisar cómo conoció a estos personajes; muchos de ellos ni siquiera recuerdan cómo lo conocieron. Los que sí se acuerdan, dicen haber sido presentados por un conocido en común, pero nadie parece haber sabido demasiado del artista”. Otro tanto, sobra decir, ha fallecido hace ya largo tiempo… “Me impresionan los múltiples subtextos que pueden leerse en esta obra: la pérdida de vidas jóvenes a causa del sida, la perseverancia y la alegría de la comunidad creativa, las muchas personas interrelacionadas, el sentido de unidad tan predominante”, subraya Cooney sobre imágenes que pintan un paisaje contracultural, queer, camp, extraño, glamoroso.