Desde Rosario

“Trabajábamos con estas pinturas hermosas: Monet, Picasso, era maravilloso, pero lo cierto es que no podía hacer nada con ellas y cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta que el motivo por el cual me había metido en el cine, en la televisión y en las artes plásticas era para crear algo. Y no estaba sucediendo”. Así cuenta Katie Kubert su ingreso al mundo de los cómics. Heredera de un apellido ilustre en el dibujo de viñetas (tío y abuelo), reconoce que no sabía casi nada de historietas porque de chica su familia no se las ofrecía como lectura. “Además, quería hacerme mi propio camino, algo que fuera mío y no de ellos”, recuerda. Pero se cansó de hacer efectos especiales para cine de terror y el ambiente de trabajo en la televisión no era muy amigable. Y en las galerías de arte se encontró con el crash financiero de 2008. No era la mejor época, tampoco. Kubert, entonces, entró a trabajar en DC Comics en un puesto muy menor. A fuerza de trabajo, fue escalando hasta ser editora, rol que ejerció antes de pasarse a Marvel, para luego volver al sello que le abrió sus puertas por primera vez. En ese derrotero, destacan la reinvención de Batgirl, un paso por Harley Quinn y la formación de A-Force. Y el camino por estos días la tiene en Rosario, revisando carpetas de artistas aspirantes en la convención internacional Crack Bang Boom, la más importante del calendario historietístico local.

“Con Batgirl estuve desde que Harris era editor. Trabajábamos con la versión de Stephanie Brown del personaje, cuando Barbara Gordon todavía era Oráculo –recuerda Kubert–, y cuando con el relanzamiento de los New 52 el personaje volvía a ser Batgirl, la cosa era una locura: era mirar atrás e ir hacia adelante, todo a la vez”. La experiencia le valió sus primeros laureles y reconocimientos como editora, aunque su satisfacción con el personaje tomó tiempo. “Me resultaba muy fácil identificarme con ella: yo era relativamente joven, vivía sola en Nueva York e intentaba hacerme un nombre, probar que era una mujer fuerte, pero sentía que el personaje no se comportaba como una veinteañera”, explica. Como editora, cuenta, quería “verla equivocarse y tomar malas decisiones, beber, salir con amigas, ir a citas y tratar de llegar a fin de mes”, todas cosas que estaban en línea con su propia experiencia de vida y que le parecían una interpretación más realista del personaje.

En las antípodas de ese acercamiento está Harley Quinn (vulgarmente conocida como “la novia del Joker”, aunque su relación es más compleja). “¡La gente la ama! Es uno de los pocos personajes que pasó de la tv al cómic y no al revés. Creo que la adoran porque es divertida. Mucho del universo de DC es muy oscuro, con héroes que lidian con emociones muy intensas y ella es uno de los pocos personajes que puede divertirse pese a su trasfondo ocurso. En ese sentido, se parece a Deadpool: sabe cómo funciona el mundo y por eso puede reírse”.

Con 34 años, Katie Kubert es una figura destacada a nivel editorial y una referente para la creciente presencia de mujeres en el mercado norteamericano de cómics. Algunas estadísticas que aporta la revista Fortune en este sentido son reveladores. El segmento de lectoras de 17 a 33 años es el que más creció en el último tiempo. Y aunque no hay datos certeros sobre la composición de los lectores, se estima que entre un 30 y un 50 por ciento del público estadounidense de cómics son mujeres. El detalle no es menor en una industria que lucha año a año por conservar sus cifras de venta. Esa correlación, sin embargo, todavía no se equilibra en los puestos laborales o incluso en los propios personajes. En términos creativos, sólo uno de cada nueve autores es una mujer. En Marvel Comics la cosa está un poco mejor distribuida: un tercio de sus empleados son mujeres. Pero los personajes con los que trabajan las dos grandes compañías editoriales (DC y Marvel) son mayoritariamente varones: 70,7 por ciento en DC, 76,3 por ciento en Marvel. Falta bastante para equilibrar la balanza, aunque Kubert es optimista. “De mi generación somos pocas en la oficina, pero en Marvel recuerdo que en puestos de editora asistente había muchísimas chicas más jóvenes, de unos 25 años, y en DC también son un montón en puestos de producción”, asegura. “Con algo de suerte, será una profecía autocumplida: la mayor representación en los cómics traerá más lectoras y eso a su vez hará que haya más mujeres produciendo, y así”, se esperanza.

Pero no todo son señales de optimismo en la industria. A la par de estas mejoras, hay un creciente descontento de los lectores más conservadores. Y lo que hace unos años era apenas un resquemor ante la mayor representación de las minorías en el papel, fue escalando hasta devenir en un movimiento de la nueva derecha norteamericana blanquita, homofóbica y misógina. La mayoría de estos se agrupan bajo la bandera del “Comicsgate”, desde la cual “denuncian” un exceso de representación de las minorías y acosan virtualmente a los autores a los que acusan de “liberales”. Si bien pueden leerse estas resistencias como la expresión de un estado de cosas que está cambiando, no es menos cierto que organizados este colectivo de lectores (y algunos autores abiertamente conservadores) ataca fuertemente a algunos artistas, especialmente a mujeres, no-cristianos y de minorías étnicas, organiza boicots y recibe muchísima atención mediática. Un signo, también, de la era Trump.

La reinvención de Batgirl le dio a Kubert sus primeros laureles.

“Todos tenemos miradas distintas y muchos autores son muy liberales políticamente, y creo que es así como tenemos estos productos que ahora representan a más gente”, considera Kubert. “Tenemos cómics que hablan de estos temas porque tenemos autores de mentes progresistas y a muchos no les gusta eso. Está bien, no podés hacer un cómic pensando que a todos les va a gustar, pero no por eso dejo de creer que los cómics deberían ser para todos y no sólo para ellos. Los cómics deben incluir gente con la que podés no estar de acuerdo”, plantea.

“El Comicsgate consiste en gente haciéndote bullying por decir lo que pensás o crear el cómic en el que creés”, apunta la editora. Como otras mujeres en la industria, ella también tuvo que lidiar con esos ataques. “Creo que casi todas fuimos acosadas por internet en algún momento de nuestras carreras. Uno lidia del modo profesional, habla con sus empleadores, con su jefe, pero es muy difícil tener un troll encima y no poder responderle”, reflexiona. “No podés contratacar, así que aprendés a defenderte de otro modo. En última instancia, lo mejor que podés hacer es defenderte con tu trabajo, demostrar que podés hacerlo bien y publicar buenos cómics más allá de sus presiones”.

“Por momentos puede ser un club de chicos y una tiene que aprender a interactuar en ese ambiente. Algunas interacciones son mejores que otras, pero hay que aprender a moverse y avanzar en ese mundo. Que tu voz se escuche, no estar nerviosa para pararse y decir ‘esto es lo que quiero hacer y esta es mi opinión’. Ese es el modo de derribar ese club de hombres: no callarse”.