La campaña llegará inexorable, tímida como este fresco inusual de octubre. Empiezan a agotarse los tiempos para la rosca política y la presentación de los distintos candidatos. Los más conocidos pueden darse el lujo de esperar hasta último momento, sabiendo que apenas asomen sus cabezas, comenzarán los disparos. Con todo, no hay que esperar grandes despliegues por el momento, dos factores frenan decididamente la parafernalia electoral: el hartazgo y enojo de la sociedad, y la escasez de recursos para la mayoría de las fuerzas políticas que hoy están fuera del poder. Las empresas privadas se cuidarán al extremo a la hora de hacer sus aportes, después de los escándalos con derivaciones judiciales. Salvo excepciones, no habrá en el tablero un muestrario gordo de renovación dirigencial; por el contrario, la mayoría de los nombres de las primeras líneas de las boletas serán archiconocidos para un elector disperso y desorientado.

Desde hace tiempo se sabe que Antonio Bonfatti será el candidato a gobernador del socialismo. Para decir la verdad, nadie creyó mucho en la reforma constitucional que empujó Miguel Lifschitz para tener otro mandato y que finalmente le sirvió para extender su centralidad política en el territorio y hacia el interior del golpeado Frente Progresista. Ahora la expectativa del actual gobernador tiene proyección nacional y por eso los breves coqueteos con Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey; hasta que le avisó a la sociedad que “vamos a ir por otro lado”. En los primeros días de noviembre estará con Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín en un panel de Buenos Aires.

Así como Massa mira ahora con intenciones a Bonfatti, es de esperar que otros socialistas se inclinen hacia el lado de la nueva candidatura provincial que librará la batalla de fondo con el peronismo que siente que tiene todas las fichas en el bolsillo para esta contienda.

Bonfatti puso primera en la campaña electoral con la carta abierta que publicó esta semana en distintos medios a cinco años del atentado que sufriera en su domicilio una noche de viernes en la que el seleccionado argentino disputaba un amistoso. Las balas de 9 mm ingresaron por la ventana, se incrustaron en paredes y atravesaron un viejo mueble de madera. El entonces gobernador miraba el partido, y su esposa y otra persona más trajinaban con la cena en la cocina. Era poco más de las nueve de la noche cuando se escucharon los estruendos en zona norte.

El actual presidente de la Cámara de Diputados dice que ese atentado fue “uno de los hechos de violencia política más graves que recuerde nuestra historia democrática. Y, sin embargo, significó para nosotros un calvario que se fue multiplicando por la especulación y al aprovechamiento electoral”, reza parte del texto difundido. Bonfatti está avisando que sabe por dónde irán sus adversarios a la hora de atacarlo, esta vez con sospechas y suspicacias en torno a la expansión del flagelo del narcotráfico en Rosario y la provincia toda.

Con la conciencia de que a los malos tiempos económicos y la falta de expectativa social tiene que sumar la ausencia de un candidato que le garantice determinado piso de votos, Cambiemos sabe desde ahora que está lejos de meterse en la discusión central por el poder en la provincia. El intendente José Corral es el más instalado de los candidatos pero tendrá que trabajar contra su imagen en Santa Fe y contra el desconocimiento en Rosario. Por el lado del PRO puro, el diputado Federico Angelini empieza a animarse para una disputa interna que no considera inalcanzable. El respaldo de la Rosada será clave al respecto aunque el propio presidente Mauricio Macri sabe que la partida es difícil.

Sin candidato de gran peso tampoco en la ciudad de Santa Fe donde Emilio Jatón se perfila como favorito por el Frente Progresista para la intendencia; Cambiemos se concentra en Rosario, donde ve en Roy López Molina las mayores chances de triunfo.

En la ciudad el escenario es inverso: Cambiemos tiene un candidato que genera expectativas frente a un peronismo que no logra ordenarse del todo para perforar su techo electoral. Pero no es tanto cuestión de nombres, sino de electorado refractario. Eso es lo que ven Roberto Sukerman y Osvaldo Miatello que ya están lanzados. En ese marco, hay un candidato al que todos sindican con las mayores posibilidades de limarle votos al postulante del PRO: el diputado Alejandro Grandinetti del Frente Renovador empieza a caminar el territorio y dialoga con varios sectores a la vez.

El socialismo suma cada vez más nombres a la grilla y ya tiene como ocho precandidatos a intendente con distintas posibilidades y variantes. El único extrapartidario posicionado es Pablo Javkin y le siguen de cerca dirigentes del riñón socialista como Miguel Cappiello, Enrique Estévez, Verónica Irízar, Leonardo Caruana, Horacio Ghirardi y Gustavo Leone para señalar a los que más suenan. Últimamente, hasta el nombre de la intendenta Mónica Fein había empezado a sonar, pero ella misma sostuvo que ocho años “están bien” para un intendente en Rosario.

La discusión no es menor en la ciudad ya que de aquí podría emerger el próximo candidato a gobernador del partido que se imponga. El socialismo acomodó su interna durante todos estos años con la equilibrada figura de Fein que permitió que siempre la pelea por el poder se circunscribiera a Bonfatti y Lifschitz.

El peronismo provincial parece formado en fila. Omar Perotti adelante y todos ordenados atrás. Hasta María Eugenia Bielsa, que da pelea pero no saca los pies del plato. “El peronismo no tiene jefes y el que se crea jefe está equivocado”, disparó la arquitecta por elevación hacia el rafaelino tras la reunión que mantuvo con el presidente del partido Ricardo Olivera, un hombre experimentado al que la unidad del peronismo provincial le debe mucho. Perotti y Bielsa no hablan, ni hablarán parece. Pero ambos conversan con otros sectores y no hay agravios en el horizonte. Habrá que ver cuando la interna de sus primeros pasos.

“Perotti tiene el síndrome del que va ganando el partido”, dijo un viejo dirigente del peronismo santafesino con mil batallas en la espalda, para describir la escasa vocación al armado político del senador nacional. Todos miran qué va a hacer Perotti con Rosario. ¿Tendrá candidato propio a intendente? ¿Necesita de un buen porcentaje de votos aquí para garantizar su triunfo provincial? ¿Qué pasará con los votos del sur santafesino si la interna con Bielsa es inevitable? Muchas incógnitas que por ahora ni el propio Perotti se anima a develar.

Pero el peronismo santafesino ha dado un paso enorme desde la interna de Agustín Rossi con Alejandra Rodenas: todos adentro y juntos. Nadie de afuera les va a decir quién es más o menos kirchnerista. Un proceso que es casi antinatural para el peronismo, pero al que por ahora todos adscriben.