Paulina Tovo llegó a principios de los 80 con su familia a Dinamarca, como refugiada política. Las cámaras de televisión danesa registraron a ese contingente de personas expulsadas por las dictaduras latinoamericanas. Varias décadas después, cuando se desató la crisis de los refugiados en Europa, Paulina –que vivió casi toda la vida allá- sintió la necesidad de ir a Grecia para poner a disposición de aquellas personas hacinadas en tiendas de campaña sus herramientas: las del teatro y la expresión. Vivió en carne propia lo importante que era para cada uno contar su historia, en medio de condiciones materiales más que precarias. De aquella experiencia nació una obra de teatro documental que se llama “Yo es tú”, donde la propia vivencia se entrelaza con la de quienes hoy escapan en busca de nuevos horizontes. “Intenté poner caras, rostros, historias. Al final son personas que están huyendo de guerras y con esas personas tenemos mucho más en común que lo que nos separa”, dice Paulina sobre la obra que presentará mañana, a las 21, en el subsuelo de Plataforma Lavardén. Empatía es la palabra clave de la propuesta, que forma parte del Cruce por la Identidad, donde se conjugan el festival de artes escénicas El Cruce con Teatro por la Identidad.

La llegada de Paulina a Grecia se debió a “una necesidad. En 2016 fue el estallido de lo que llamaron la crisis de refugiados. Se veía en los medios todos los días cómo llegaban miles de personas a Grecia y se iban acumulando en campamentos, porque Europa cerró las fronteras”. Paulina sentía que debía involucrarse, viajó y estuvo, la primera vez, un mes y medio. “Me di cuenta de la gran necesidad que había de expresar esas historias y también del potencial que tenía el trabajo. Mi tarea fue con niños y jóvenes que estaban en campamentos muy apartados de la vida, ellos llevaban entre dos y cinco años desde que habían salido de sus casas. Estaban viviendo vidas provisionales, sin sus necesidades satisfechas, no tenían escolarización ni asistencia médica. Eso, en alguien que tiene 8 o 9 años, es la mitad de la vida”, dimensiona. “Y después, esa sensación de que nadie los quería, realmente estaban apartados de todo a nivel físico porque no tenían acceso a una vida cotidiana. Vivían en tiendas de campaña, después fueron mejorando algunas situaciones de ese campamento –subraya-, porque al día de hoy hay miles de personas que están viviendo en tiendas de campaña y pasan el invierno ahí y no tienen agua caliente, no tienen baños suficientes. Es una situación muy muy inhumana”, describe la artista, docente y performer, que actualmente reside en Berlín.

Cuando ella les preguntó qué querían hacer, surgió la necesidad de contar sus historias. “Entonces, trabajamos en eso, y pude ver el proceso de transformación de algo que había sido muy doloroso y muy indigno de alguna manera, cómo a través del proceso artístico se vuelve algo que ellos estaban muy orgullosos de mostrar y de compartir, cómo dignificar la propia historia a través de estos procesos creativos”. Eso fue el impulso para volver a Grecia, y pasar otros tres meses, esta vez ya con la idea de hacer una obra. “Eso también para ellos era como una ventana al mundo, íbamos creando material de video, que podían compartirlo en las redes sociales, todo eso era bastante importante”.

En algún momento, decidió ligarlo con su propia historia. “Tuve la necesidad de poner en escena las historias de las personas que conocí ahí, y entonces… sentí que era la manera perfecta de hacerlo porque la idea era intentar tocar a la gente, cómo llegar a tocar corazones, era mi lema. Y sentía que la mejor manera era contando mi historia. Cuando vos tenés a alguien delante que te está contando la historia y te está mirando a los ojos, es la manera más fácil de generar empatía, de alguna manera”. Y hasta ahora, la experiencia es “que sucede. La gente después viene y tiene necesidad de contar sus historias, compartir, darme un abrazo, como que se genera algo”. Hasta ahora, su público ha sido el que concurrió, interesado en el tema. A su vuelta a Europa, se propone presentar la obra en las escuelas secundarias.

Paulina vivió casi toda su vida en Europa, volvió a Rosario cuando tenía entre 20 y 23 años y fue parte del colectivo HIJOS, allá por 1997. “Fue una experiencia muy fuerte, de entender la historia con el cuerpo. También era un momento muy efervescente para la organización Hijos, de sentir esta fuerza de lo colectivo. Creo que necesitaba esa pieza para entender por qué había sido nuestra historia, una historia de refugiados”, reflexiona la artista.