La música aquí y ahora, concebida como un acto político, como un gesto de transformación y resistencia ante la disgregación. La música sin división entre compositores ni demarcación definida entre géneros, sin obstáculos entre músicos y público. La música en un mundo sin barreras. Sobre estas premisas, inevitablemente definidas como “utopía”, los compositores Michael Gordon, David Lang y Julia Wolfe fundaron en Nueva York en 1987 Bang on a Can. El principio fue una maratón musical que en el mismo día proponía nuevas y distintas miradas sobre la música contemporánea. Con el tiempo Bang on a Can se convirtió en una organización multifacética de artes performáticas, de la que también forma parte Bang on a Can All–Stars, una de sus bandas estables y reflejo fiel de una manera de hacer música que no reconoce límites formales ni conceptuales. Mañana a las 20 en el Teatro Colón, en el marco del ciclo Colón Contemporáneo, el sexteto formado por Ashley Bathgate (violoncello), Robert Black (bajo), Vicky Chow (piano), David Cossin (percusión), Mark Stewart (guitarra eléctrica) y Ken Thomson (clarinete) ofrecerá un concierto con ideas que revuelven el rock, el jazz, la música experimental, el minimalismo, con obras de Ornette Coleman, Philip Glass, Steve Martland, además de los fundadores Lang, Wolfe y Gordon. 

De Gordon, cuya música según Alex Ross, crítico del The New Yorker, resume “la furia del punk rock, el brillo nervioso del free jazz y la intransigencia del modernismo clásico”, se podrá escuchar Big Space, una obra que incluirá además 24 músicos del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón rodeando al público, compuesta para celebrar los treinta años de Bang on a Can. “Cuando empezamos Bang on a Can en 1987, tocábamos música bastante extraña. Lo primero que pensamos fue que en vez de clasificar la música por estilo o género, sería más interesante agruparla por su capacidad de innovación. Así logramos unir a una serie de creadores que cuestionaban las convenciones desde distintos lugares. Recién después de eso nos preguntamos si alguien querría escucharla”, sitúa Gordon el proceso de trabajo, en diálogo con PáginaI12. 

La primera Maratón de Bang on a Can fue en la Exit Art Gallery de Soho y contó con la participación de Steve Reich, John Cage, Pauline Oliveros y Milton Babbitt, junto a los fundadores y a otros compositores que buscaban un lugar para su música. Al poco tiempo el grupo comenzó a articular programas de encargo de obras a compositores emergentes, después organizó y consolidó un Festival de Verano para el desarrollo de jóvenes intérpretes y compositores y otras formaciones estables, además de Bang on a Can All Stars, como la Asphalt Orchestra, que realiza presentaciones callejeras, para proponer en otro contexto músicas poco comunes. “A lo largo de estos años por las maratones pasaron una asombrosa variedad de músicos de las más distintas vertientes de la vanguardia, desde John Cage hasta John Zorn, desde el padrino del minimalismo Terry Riley hasta Thurston Moore de Sonic Youth. Y también Huutajat, un coro finlandés que grita, el conjunto japonés Kazue Sawai Koto, las manipulaciones con discos de Christian Marclay, los ritmos electrónicos de Dan Deacon, la hiperactiva brutalidad de Iannis Xenakis, la sofisticación política de Frederic Rzewski, el minimalismo oriental de Arvo Pärt y los estilos indie–rock de Kaki King, junto a las nuevas voces de cientos de compositores más jóvenes y desconocidos. En fin, variedades que permiten entender cuán grande es realmente el mundo”, cuenta el compositor.

–¿Treinta años después la utopía sigue siendo la misma?

–Sí, claro. Por eso también patrocinamos Found Sound Nation, un proyecto social que conecta compositores estadounidenses con sus pares de otras latitudes y que produce festivales internacionales de música, con el propósito de crear paz y entendimiento entre las personas del mundo.

–Una iniciativa significativa en estos momentos...

–Siempre es un momento perfecto para tocar y hacer nueva música. La gente escucha con los oídos abiertos y profunda concentración. Nosotros hacemos giras por todo el mundo, además de ser parte de la escena musical de Nueva York y llevar adelante un festival de verano que dura tres semanas en el Mass MoCA de Massachusetts, uno de los grandes museos de arte contemporáneo de Estados Unidos. En ese Festival tenemos la fortuna de enseñar, tocar e inspirar a muchos músicos y compositores de todo el mundo. Estos jóvenes intérpretes y compositores han creado sus propias bandas, conjuntos y festivales, han escrito su propia música y ahora están inspirando a nuevas generaciones de músicos y oyentes. 

–Treinta años son muchos en un contexto como el de la música actual, con cambios permanentes. ¿Cómo hacen para no envejecer musicalmente?

–Bang on a Can siempre está creando nueva música, colaborando con músicos creativos y haciendo cosas nuevas. Nunca estamos sentados en un lugar. Muchos grupos, desde bandas de rock hasta orquestas importantes, tocan la misma música durante diez, veinte, cincuenta o ciento cincuenta años. ¡La misma música! ¿se da cuenta? Esa es la bendición y al mismo tiempo la maldición de producir un “hit”. Bang on a Can es otra cosa, estamos interesados en el sonido de ahora, no en el tema de éxito al que enseguida le llega el ayer.

–¿Cuál sería el mayor cumplido que se le podría hacer a Bang on a Can?

–Que pregunten “¿Qué tipo de música es esa?”