Ahora que tantos músicos publicaron sus memorias, y tantos periodistas sus impresiones sobre escenas, desde masivas hasta secretas, Coal Black Mornings (Mañanas negras como el carbón, recién publicado en España por Contra) parecía una adición poco relevante al tendal. Sin embargo, es un libro importante, de escritura sencilla e inteligente, discretamente revelador. Hay que tener en cuenta lo mucho que fue subestimado este artista: la androginia, el drama, la moda, ser líder de una banda amada por las mujeres, todo eso que hoy es un pulgar para arriba al principio de los años noventa aún se pagaba con ironías y descarada homofobia. La semana pasada Brett Anderson recibió un premio a la trayectoria en los Q Awards; poco antes, en una nota, lo “felicitaron” por haber dicho hace años que era bisexual. “Me alegra que hoy se esté dando esa conversación”, dijo sencillamente él y ése es el tono sin estridencias de Mañanas negras como el carbón. Apenas habla de Suede: de hecho, el libro termina cuando la banda firma el contrato para el primer disco. Es una historia de iniciación: Brett es el hijo más chico de una pequeña familia de clase obrera que vive en una casa pobre de Haywards Heath. Comen conejos cazados que la madre despelleja; ella también arranca ortigas y hongos salvajes para hacer la sopa. Jamás compra ropa, no tiene dinero (“todo lo que teníamos era hecho en casa o de segunda mano”); el padre, un hombre depresivo que fue maltratado en su infancia, escucha a Liszt, colecciona memorabilia de la Corona y maneja un taxi. Hacia el final de su vida sucumbe a la depresión y vive en la oscuridad, con las ventanas cerradas, creyendo que alguien lo espía, aterrado ante la posibilidad de una internación psiquiátrica. Hay algo de ese miedo en Anderson, también, en su melancolía. El libro es una historia para su hijo, una explicación y la esperanza de no ser un padre triste, de romper la cadena. ¿Es este el hombre que hipnotiza cada vez que se sube a un escenario, uno de los mejores frontmans del mundo? La vulnerabilidad que transpira es desarmante. “Este es un libro sobre el fracaso”, escribe Anderson. “Es un libro sobre la pobreza y la familia y la amistad y las desprolijas maravillas de la juventud; inevitablemente, es un libro sobre el amor y la pérdida”. Para los fans: sí, Brett Anderson cuenta todo sobre su romance con Justine Frischmann, cómo ella se fue de Suede para formar Elastica, cómo lo dejó por Damon Albarn; pero aunque es doloroso, no es un recuerdo amargo. La quiso: la quiere. También habla, con gran respeto, de Bernard Butler. No hay ajustes de cuentas ni ponzoña.  

Es fascinante también el relato de los paseos frenéticos por Londres que inspiraron las canciones; los amigos gays muriendo de sida en el piso de arriba (protagonistas de “The Living Dead”), el amigo suicida (protagonista de “Simon”), el trío sexual ocurrido en Highgate (narrado en “Asphalt World”); las lecturas de Martin Amis y Joe Orton, cómo se inspiró en Dylan para escribir en tercera persona usando las historias que escuchaba en un  breve empleo para una oficina de asistencia social. La agudeza tranquila de Anderson se muestra, también, en sus opiniones sobre la década del brit pop. “Era muy diferente del mito revisionista de la Cool Britannia que los medios han proyectado de manera simplista. Los primeros años fueron el triste e irrelevante mundo Tory de John Major, un mundo de desempleo, boy bands malas y precios de oferta. Los brillos y promesas de los 80 se habían desvanecido, la fantasía macabra de champaña y rascacielos se había convertido en una tierra de nadie de cabinas telefónicas, logos horribles y hombres desesperados en trajes baratos. La capital parecía un estacionamiento, una sala de espera. Culturalmente estaba igual de desolada. Este es el mundo ante el que yo reaccionaba y el que documentaba. Si había glamour era escapista, si, pero ubicado firmemente en el lugar desde donde había que escapar: los cuartos de alquiler, el pavimento sucio, el dolor de cabeza de la resaca de anoche”.

Mañanas oscuras como el carbón, un libro breve, sincero en su tristeza y en sus triunfos, podría ser una novela de iniciación: el chico que deja la casa de los suburbios por la ciudad y en sus calles se enamora de la promesa que no llega. Se enamora tanto que le escribe muchas de las canciones más hermosas del pop inglés.