El mundo teatrero sabe que no hay fórmula ni receta para el éxito. También sabe que no existen pronósticos fiables que garanticen masividad y repercusión, pero cuando estas se producen el teatro siempre redobla la apuesta. Así se explica el caso de La ratonera, la obra de suspenso policial escrita por Agatha Christie que lleva 66 años ininterrumpidos en la cartelera teatral londinense, un hecho inédito en la historia mundial de las artes escénicas, y que desembarca en Buenos Aires con su propia puesta en una de las tres salas del renovado Tabarís.   

La historia es sencilla. Todas las acciones acontecen en el hall de la nueva hostería Monkswell Manor, ubicada en las afueras de Londres, y administrada por la pareja de Mollie y Giles Ralston, quienes reciben a sus primeros cinco huéspedes en medio de una tormenta de nieve. En la radio y en los diarios ya se difunde la noticia del crimen de una mujer en el centro de Londres, y un detective llega a la hostería con la sospecha de que una próxima víctima del mismo asesino se aloja allí. Dirigida por Jorge Azurmendi, la versión local despliega un elenco notable que reúne a Valentina Bassi, Gloria Carrá, Fabián Mazzei, Guillermo Pfening, Walter Quiroz, Hugo Arana, María Rosa Fugazot y Daniel Miglioranza. 

“Cuando me propusieron este material me interesó que la autora fuera Agatha Christie, porque no había leído mucho de ella. Además, nunca había hecho una obra de suspenso y me pareció un buen desafío”, cuenta Bassi, quien interpreta a la Señorita Casewell, una de las huéspedes más enigmáticas.    

En su debut teatral en el género policial la acompaña Arana, quien con más de cincuenta años en la profesión asume el papel del Señor Paravicini, el huésped que llega de sorpresa a Monkswell Manor. “El policial es un género eterno y muy atractivo porque el espectador se involucra para adivinar quién es el asesino. Es como el juego de las escondidas cuando éramos chicos. Es la primera vez que hago una obra así, llena de matices, humor, misterio y drama”, asegura el actor al tiempo  que pondera el espíritu teatral porteño. “La ratonera es éxito en Londres, una cuna del teatro, y Buenos Aires compite en cantidad de espectáculos con esa ciudad y con Nueva York, pero esto no sale en los titulares de los diarios y tiene que salir porque está hablando de que somos un pueblo que se quiere expresar y ser expresado. Es extraordinario”. 

Entre las butacas de la sala subterránea del Tabarís, y a pocas horas de empezar una nueva función, Bassi recoge las palabras de Arana y advierte que la renovación que llevó a cabo el empresario teatral Carlos Rottemberg en ese espacio está en sintonía con esa vocación prolífica de hacer teatro: “Me enorgullece que se hayan inaugurado tres salas de teatro en un momento terrible del país. Es algo milagroso y quijotesco lo que se hizo acá, y de esto me agarro yo para sonreír este año”.  

–El policial está más asociado a la literatura y al formato audiovisual, donde es más fácil generar el clima de suspenso necesario. ¿Qué particularidad tiene para ustedes hacer este género en el teatro?

Valentina Bassi: –Por un lado me parecía fundamental todo lo exterior, la música, la luz y la escenografía, cosas en las que no pienso tanto cuando hago otra obra pero que en este caso ayudan mucho para generar suspenso. Por otro, actoralmente me pasó algo que no me había pasado nunca, porque mientras actuamos también escondemos algo para que el público vea otra cosa. Eso es divertido y muy diferente. Más allá de quién es el asesino, todos los personajes ocultamos cosas. Y eso me pareció un buen juego. 

Hugo Arana: –Cada personaje tiene un camino en la historia, y en este caso el camino es un zigzag que va, se quiebra y arranca otra vez. Además, la puesta involucra al público y el escenario se extiende a la platea, también algo singular. 

– La ratonera lleva 66 años en cartel en Londres. ¿A qué atribuyen esa permanencia?

H. A.: –Esta obra está llena de especias, y tiene una que es una condición básica: es popular en el más profundo de los sentidos, y para verla no hay que estar iniciado en nada. Un chico de diez años, un psicólogo de cincuenta o una ama de casa de cuarenta la disfrutan por igual. 

V. B.: –Es una obra entretenida, lúdica, sin grandes pretensiones de profundidad. Es una invitación para jugar a buscar quién es el asesino, y ese es un juego al que todo el mundo se presta. 

–Y si pudieran identificar un éxito que haya marcado sus carreras, ¿cuál sería?

V. B.: –No vivo ni mi vida ni mi profesión con el sistema binario de éxito o fracaso. Igualmente, hubo un montón de trabajos que para mí fueron importantísimos. Por ejemplo, Verdad consecuencia en TV, y El caso María Soledad, en cine. Con ellos entré al mundo laboral. Pero después vinieron otros  como Apenas el fin del mundo, obra de Jean-Luc Lagarce que hice en Espacio Callejón, y significó un contacto con un texto de un autor que desconocía y del que me enamoré, y con la que se produjo un click en mi rol de actriz. Por otro lado, la película que hice el año pasado, Al desierto, fue lo más importante que hice, un proyecto compartido con mi novio para el cual viajamos a la Patagonia, que es mi lugar. El guión lo conversamos juntos desde el inicio y eso la convirtió en una experiencia completamente diferente al resto y por eso creo que ahí algo también cambió en mí y me hizo estar más activa frente a mi profesión y a mis personajes. 

H. A.: –Uno tiene una escalera interna y el éxito aparece cuando uno puede subir cada escalón, creciendo y ampliando la mirada. En mí quedaron personajes que por la dificultad de poder resolverlos me hicieron trabajar mucho y aprender un montón. Esa adversidad es generadora de grandes verdades y nuevas zonas iluminadas. Por eso, no puedo elegir un trabajo o un personaje puntual. Todos mis papeles, en algún lugar, tocaron algún timbre, y el teatro ha sido mi refugio siempre. 

–¿En qué aspecto?

H. A.: –El teatro tiene una virtud que la vida no tiene, porque durante los meses de ensayo tenés todo el derecho y la posibilidad de equivocarte para poder corregir. Cuando te equivocás en la vida algo pagás, pero en los ensayos no, sino que intentás corregir y te encontrás con una nueva prueba de búsqueda. Y por eso siempre dije que mi refugio, como actor, ha sido el teatro, porque ahí tuve la posibilidad de elaborar, corregir y buscar.                      

–¿Coincide?

V. B.: –Sí. Hoy cuando venía hacia el teatro pensaba cómo había arrancado los ensayos de esta obra. Mi personaje hacía cualquier cosa. Yo suelo arrancar siempre con mucha fuerza, pero para el lado contrario (risas), y después voy corrigiendo. Ahí está la libertad de poder jugar sin miedos, y eso es lo que no tenemos que perder nunca. Y después el rito de las funciones, para volver a transitar por lo mismo, ajustar cositas y encontrarse con el público, también es maravilloso. No hay maravilla más hermosa que actuar.     

* La ratonera. Multitabarís, Corrientes 831, de miércoles a viernes a las 20, sábados a las 19.30 y 21.30 y domingos a las 19.30.