El Banco Central comenzó una nueva carrera contra las expectativas. La entidad a cargo de Guido Sandleris difundió esta semana su primer informe quincenal sobre la evolución de la base monetaria. La intención es mostrar a la población que el BC cumplirá sistemáticamente el anuncio de emisión cero. Los antecedentes no juegan a favor. El ex presidente del Banco Central Federico Sturzenegger se destacó por hacer promesas que nunca pudo cumplir. La más increíble fue la meta de inflación de 2018: primero aseguró que iba a ser de 10 por ciento, luego 15 por ciento y finalmente se desarmó el esquema porque la inflación este año rondará el 50 por ciento. 

“Hasta junio de 2019 no se aumentará el nivel de la base monetaria. El compromiso de crecimiento cero (para octubre) se toma sobre el promedio mensual de la base de septiembre. En las primeras dos semanas de este mes la base promedió 1,258 billones de pesos, unos 22.400 millones de pesos menos respecto del mismo período de septiembre”, afirmó el Central. Este fue el dato principal para que el Central asegure que está sobre cumpliendo la meta monetaria y que se mantendrá inflexible para evitar la expansión de la base.

En el mercado existe preocupación por la estrategia de Sandleris. Nadie duda que la autoridad monetaria tenga margen para aspirar pesos por algunos meses pero todos se preguntan cómo piensa resolver el aumento exponencial de la deuda del organismo. Los pesos que hoy se retiran de circulación con la emisión de Leliq no desaparecen, sino que se transforman en emisión futura debido a la elevada carga de intereses. 

El concepto de entropía de la física aplica a la perfección para intentar entender la tendencia de la política monetaria. Los pesos se volverán a mover hacia su estado más probable, que en la Argentina claramente no es inversión en plazos fijos o Leliq en pesos, sino la dolarización caótica.

La apuesta del Central no termina de ser comprendida en la city. Las variables macroeconómicas se mueven con una dinámica impensada hace unos meses (inflación por arriba del 40 por ciento interanual, tasas en 70 por ciento, incremento del tipo de cambio del 120 por ciento) y no hay una respuesta consistente en cómo va a moderarse la nominalidad. Lo que es seguro es que la estrategia de frenar a cero la emisión monetaria no equivale ni de cerca a cortar el hilo gordiano con la espada de Alejandro Magno. El shock de contracción monetaria no resuelve el problema de la economía: en el mejor caso lo posterga y en el peor lo potencia. 

El comportamiento de los inversores del exterior es la muestra más clara que la estrategia monetaria genera dudas. Los fondos ya no se dejan endulzar por las teorías económicas ni sobre ponderan el equilibrio de las cuentas públicas anunciado en conjunto con el Fondo para el próximo año. Se mantienen alejados de los activos argentinos porque consideran peligrosa la estrategia del Central. ¿Qué otra cosa explica que una acción del Banco Galicia se siga comprando a 20 dólares en la bolsa de Nueva York cuando antes de abril costaba 60? El riesgo argentino sigue latente y por el momento ni los miles de millones de dólares del FMI alcanzan para desactivar los miedos que despierta la economía argentina. Es un desafío para el gobierno porque la meta de Sandleris de llegar con emisión cero a junio del año próximo depende en gran parte que los capitales del exterior se decidan a apostar nuevamente por el país.