Prototipo prodigioso de autarquía artística, Mauricio Kagel es uno de los lúcidos casos de músico más allá de las fórmulas, los dogmas y las escuelas. Incluso más allá de la música misma. Desde mediados del siglo XX, épocas determinadas por las coyunturas vanguardistas entre categorizaciones y agrupaciones, el compositor nacido en Argentina en 1931 supo construir un recorrido personal, con el carácter de un filósofo de la percepción, el instinto de un musicante de gestos y seguramente más interés por el sonido que por las notas. Su obra, un gran teatro orgánico en el que la autonomía de los elementos agita su morfología de ilusiones no correspondidas, está hecha esencialmente de vibraciones. A diez años de la muerte de Kagel, su pensamiento en torno a la música y sus posibilidades, independiente de los cánones y dispuesto a entramar discursos improbables, resulta siempre insolente y atractivo.
El Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC) pondrá en escena, jueves, viernes y sábado a las 20, La traición oral. Una épica sobre el diablo. Se trata de una especie de oratorio escénico sobre un texto basado en leyendas sobre el diablo, filtradas por la creencia popular, que Kagel elaboró a partir de Los evangelios del diablo, un trabajo sobre bases folklóricas que el escritor francés Claude Seignolle publicó en 1964. Estrenada en París en 1983, La traición oral se podrá ver/escuchar por primera vez en Argentina, en una producción que cuenta con la dirección de escena de Antoine Gindt y la dirección musical de Rut Schereiner, al frente de un conjunto instrumental integrado por Bruno Lobianco, Oscar Albrieu Roca y Gonzalo Pérez Terranova en percusión, Katharina Deisller en violín, Joëlle Perdaens en viola, Hernán Martel en tuba, Silvia Dabul en piano y Carlos Vega al contrabajo. Participan además Teresa Floriach, Iván García y Cristian Drut como narradores. La escenografía es de Noelia Svoboda, el diseño de vestuarios de Isabel Gual y la iluminación de Sebastián Viola y Luis Casella Horn.
"La traición oral se había programado en este mismo espacio en la temporada 1992, pero no llegó a ponerse en escena, nunca se supo muy bien por qué", comenta Miguel Galperín, compositor y director artístico del CETC. "A diez años de su muerte, pensamos que estrenarla sería una buena manera para recordar a Kagel. Es una obra que nos interpela, entre otras cosas porque de alguna manera es una obra particular de un compositor particular, que en su idea de teatro musical no tiene muchos trabajos escénicos como este. En este contexto, un teatro como el Colón y su Centro de Experimentación son el ámbito ideal para hacerlo", agrega el compositor, y explica que para esta puesta se elaboró una versión en castellano del texto partir de la versión en francés.
Desde el atractivo juego de palabras del título, La traición oral funda sobre una controversia del lenguaje, que en su ambigüedad resulta particularmente estimulante. Si la idea de "tradición oral" ha sabido asistir parsimoniosa y segura a la filosofía, la etnomusicología, la mitografía o la filología, en las lenguas latinas las asimetrías entre "tradición" y "traición" -{y un poco más allá entre "traición" y "traducción"--, resultan siempre inquietantes. "Entre la tradición del mal como el patrimonio popular que la traición modifica, Kagel propone al diablo como un trauma colectivo", señala Galperín.
Fiel a su tradición poética, la música de Kagel no traiciona su disposición a ser espectáculo de sonidos. Aun en los territorios cenagosos de las tradiciones y las traducciones logra construir una polifonía de sentidos en progreso y en puja con un texto y su lenguaje. "Kagel logra una textura orgánica entre música y palabra. En esta obra es tan notable la integración dramatúrgica y textural, que nos conduce al universo de la ópera", explica Galperín, que además individualiza en Kagel cierta marca argentina que tiene que ver con el modo en que el compositor logró moverse de manera autónoma e independiente entre los varios modernismos internacionales. "Como de alguna manera supo hacer también (Jorge Luis) Borges, de quien Kagel incluso fue alumno de Literatura", señala el director Artístico del CETC.
La puesta en escena de Antonine Gindt para La traición oral ocupa todo el espacio del sótano del CETC. "La idea es armar una especie de museo que el público recorre, donde se va encontrando con los distintos diablos. Las salas están organizadas por temas, en la medida que los textos sugieren un espacio. Por ejemplo, hay textos en los que el diablo es tratado desde lo religioso, por lo que esa escena transcurre en una suerte de capilla. Hay otras escenas en las que el diablo está relacionado con la idea de lo prohibido, entonces transcurren entre el público, por los pasillos. También está lo diabólico en tanto parte de lo humano, el diablo adentro, y en ese espacio se despliega un gran banquete", concluye Galperín.
La saga recordatoria de Kagel en su ciudad natal, a diez años de su muerte, comenzó el viernes y sábado pasados en el CCK. Con dirección y puesta en escena de Diana Teocharidis se presentó un programa que incluyó dos obras del compositor: Quasi niente, una acción para coro de bocas cerradas, que interpretó el Coro del Ministerio de Educación de la Nación dirigido por Federico Neimark, y Zwei Akte, con Lucrecia Jancsa en arpa y María Noel Luzzardo en saxofones y la participación de los bailarines Alina Marinelli y Diego Gómez. Si la idea de Quasi niente, con coreutas de bocas cerradas y de espaldas al público, tenía lo que del teatro musical de Kagel es lícito esperar, Zwei Akte resultó, además, impactante por su belleza. Tomados como arquetipo de lo femenino y lo masculino, el arpa y el saxo indagan las relaciones posibles entre atracción, rechazo, piedad, odio y otros estremecimientos, que son también los de dos amantes reencontrados en el depósito de vestuarios de un teatro, representados por los bailarines. La simbiosis entre la sensualidad de la coreografía de Teocharidis y una implacable ejecución musical materializaron una poderosa y poética imagen kageliana.
La "semana Kagel" culminará el domingo a las 11 en el ciclo Intérpretes Argentinos del Teatro Colón. El programa que propondrán el pianista Leandro Rodríguez Jáuregui y el violinista Alejandro Aldana incluirá Klagenwolfe, para violín y piano, obra de 1979, y An Tasten, un estudio para piano de 1977, además de la Sonata para piano y violín N°9 en La mayor Op.47 "Kreutzer", de Ludwig Van Beethoven, un aparente devaneo, que como casi toda la materia sonora de este mundo puede interpretarse como un guiño a Kagel.