¿Cuánto de original tiene una obra artística? ¿Qué es un autor? ¿Qué es la copia? O mejor, ¿qué es copiar? Sobre este pilar filosófico se sostiene la obra teatral y performática con proyecciones Copia original (la muerte del autor o el éxtasis de las influencias), que presentará el Colectivo Dominio Público esta noche  a las 22 en Galpón Face (Dean Funes 2142). Tras su exitoso paso por el 10º Festival de Danza Contemporánea de la Ciudad Buenos Aires, Copia original será interpretada nuevamente por Inés Armas, Gabriel Urbani y Laura Peña.

El Colectivo de Dominio Público es un grupo interdisciplinario que reúne los mundos del arte, danza, teatro y performance, el periodismo tecnológico y el hacktivismo. Realiza intervenciones, obras, performances, encuentros y debates sobre las tensiones entre la sociedad de control y la libertad. Surgió en 2013 a través del encuentro entre el escritor y periodista Esteban Magnani, el director y actor brasileño Fagner Pavan y el dramaturgo y director Maximiliano de la Puente.

Este colectivo define a su proceso de trabajo más cercano al de un programador que conceptualiza, construye y ejecuta, dialogando con el funcionamiento de internet para generar movimiento desde el procesamiento de palabras, gestos, base de datos, reciclaje, apropiación, remix, citas, donde lo antiguo forma parte de lo nuevo. “Hay un cruce transdisciplinario que combina el teatro, la danza, la tecnología y el periodismo”, define Pavan en la entrevista con PáginaI12, de la que también participan Magnani y Juan Gabriel Arias, otro integrante del Colectivo Dominio Público. 

La manera en que se introduce el lenguaje periodístico tiene que ver con la mirada de Magnani: “El discurso periodístico está teniendo dificultades para llegar más allá de las tribus en la que estés participando. Esta hipersegmentación, este tribalismo en el cual vivimos hace muy difícil pensar cómo salir de la burbuja o cómo entrarle a la burbuja de los otros. Entonces, una propuesta desde la danza, desde el teatro, desde la performance, desde la actuación es otro tipo de discurso que puede enriquecer el discurso periodístico, y eso fue lo atractivo”, agrega Magnani. Pavan aclara que su propuesta estética “no encaja dentro de la tradición danza-teatro” sino que sería más bien “un teatro posdramático”. “Entra dentro de ese concepto. Sale de una estructura lineal de contar una historia. Son capas y capas de información, superposiciones de diversos elementos: espacio, cuerpo, proyecciones, información, datos y archivos”, ejemplifica Pavan.

–Tanto el nombre del grupo como el de la obra tienen menciones vinculadas a la propiedad intelectual. ¿Cómo la entienden ustedes y cómo buscan expresar sus posiciones en las obras que realizan?

Fagner Pavan: –El grupo se ubica dentro de la tradición de la cultura libre, dentro del software libre, desde esencias libres. Tiene que ver con la cuestión de compartir, copiar y distribuir.  

Esteban Magnani: –Lo interesante es que la cultura es un bien y que la mayoría de las cosas se pueden reproducir hasta el infinito, sobre todo si están digitalizadas. Supuestamente, para generar una remuneración al artista, las leyes de propiedad intelectual condenan al hambre cultural a un montón de gente con un bien que podría ser ilimitado. Es como si yo pudiera reproducir tomates ilimitadamente, pero no, prefiero que la gente pase hambre para que me los compre. Bueno, producir tomates cuesta trabajo. Ahora, hacer una copia más de una canción o de un libro en digital no tiene un costo marginal. Entonces, al poner restricciones, lo único que estoy haciendo es condenando al hambre cultural a personas cuyo presupuesto no les permite comprar un libro, acceder a una canción ni a un pedazo de cultura, que aparte las enriquecería como sujetos. Y se ven condenadas a consumir solamente la cultura que es gratuita y que, en general, es cultura chatarra. Entonces, en algún lugar hay que pararse y decir: “Perfecto, el artista tiene que vivir. ¿Cómo hacemos para que el artista viva?”. Pero que esa no sea la excusa, sobre todo de las grandes empresas que son las que se llevan la parte del león para condenar al hambre cultural a una parte enorme de la sociedad.

F.  P.: –Estamos en defensa del derecho del autor. El tema es que todo el sistema basado en copyright hace a la cultura un rehén.

–¿Cómo se ve reflejado esto en la obra?

Juan Gabriel Arias: –Esta obra surge de tres investigaciones en paralelo que hicimos. La primera es una investigación histórico-política sobre la historia del derecho de autor, cómo surgió, dónde nació, por qué. Otra pata de investigación fuerte es la investigación física que hicieron las intérpretes Inés Armas y Laura Peña, y el actor Gabriel Urbani. 

F. P.:–Todo el proceso de la obra es una copia, como la cultura misma, podríamos decir que es un remix. La cultura piensa que copiar es malo. En el colegio, de chiquitos, si uno copia al otro es malo. Hay toda una cuestión moral sobre la copia.

J. G. A.: –Y esa sería la tercera pata, que es la pata más filosófica o de pensamiento: ¿dónde se sustenta que la copia está mal? Y ahí nos vamos hasta el platonismo, por qué el original, el valor de la idea, deshacer la realidad en pos de un ideal. No hay nadie que sea absolutamente original. Es imposible serlo absolutamente. En los ensayos de la obra charlábamos que estábamos jugando a fabricar cultura. Agarramos una cosa, otra cosa y otra, y hacemos algo nuevo. Es un experimento de cómo la cultura se reproduce a sí misma tomando lo que viene de antes, poniéndole algo nuevo y sacándola a la cancha de vuelta.

–¿La obra hace también referencia a la muerte del autor de la manera que se ha hablado en el marco de la posmodernidad, los tiempos de internet y de las nuevas tecnologías?

F. P.: –Sí, totalmente porque todo el material interno lo buscamos y lo archivamos desde internet, donde hay una cuestión de materiales muy maleables. Hoy cualquiera puede agarrar una imagen y reproducirla, intervenirla y compartirla de una manera sin precedentes en la historia. Entonces, hay una cultura que con internet se modificó mucho.