La última reunión empresarial de IDEA tuvo la participación de la politóloga María Casullo que sorprendió al auditorio preguntando si “Argentina es un país fracasado”. La intelectual buscó cuestionar la visión de parte de la dirigencia local que interpreta la historia nacional como un cúmulo de frustraciones que impidió que seamos Canadá o Australia. El cuestionamiento de la politóloga ahonda en lo que Arturo Jauretche denominó como el complejo de inferioridad propio de países de la periferia. Jauretche sostuvo que la idea de inferioridad de los nativos que traían los colonizadores permanece en el subconsciente nacional. Una de sus tantas manifestaciones es la de intelectuales que critican la idiosincrasia nacional por no adaptarse a moldes teóricos importados desde los países centrales. 

La idea de “país fracasado” refleja el sentimiento de parte de los empresarios que apoyaron el proyecto político neoliberal de la actual gestión, y ven como el mismo derivó al poco andar, en una crisis económica por sobre-endeudamiento. El complejo de inferioridad nacional los lleva a sostener que el problema no está en el proyecto neoliberal, sino en los argentinos que no logran adaptarse al mismo. La culpa del fracaso decae entonces en los políticos oportunistas, sindicalistas mafiosos, trabajadores que aspiran a sostener un tren de vida irreal, entre otros.

Pero la idea de “país fracasado” no es patrimonio exclusivo de liberales, sino que es muchas veces compartida por intelectuales del campo nacional y popular. En estos casos, la crisis externa en que deriva el proyecto de industrialización no es visto como un problema del proyecto de desarrollo que lo sustenta, sino de los argentinos que no logran adaptarse al mismo. La culpa entonces es atribuida a empresarios con poca voluntad innovadora, clases medias tilingas, trabajadores con escasa conciencia de clase, entre otras.

La superación del complejo de inferioridad nacional que sustenta la idea de “país fracasado” requiere de intelectuales con la suficiente autonomía de pensamiento como para reelaborar un proyecto de desarrollo, en lugar de aferrarse dogmáticamente a proyectos elaborados para otras sociedades o bien, para nuestra sociedad pero en otros tiempos. ¿Pueden sostener los liberales su utópica intención de recrear el otrora granero del mundo, ante un mundo que sólo utiliza a la Argentina como una plataforma para ganancias especulativas de corto plazo en cada gestión neoliberal? ¿Pueden nuestros intelectuales nacionales y populares mantener el rol de la industria como generadora de derechos sociales, en un mundo donde las industrias globales intensivas en empleo se radicaron en países con condiciones laborales de semi-esclavitud?

Tal vez la Argentina exitosa no surja del éxito del proyecto liberal de granero del mundo ni del nacional industrialista, sino de su fracaso, siempre que permita reelaborar un proyecto de desarrollo acorde a nuestra sociedad y nuestros tiempos.

@AndresAsiain