¿Qué tipo de triunfo consiguió el macrismo al lograr la media sanción presupuestaria y la consiguiente aprobación del FMI a la deuda sin fin?

Está claro que obtuvo una victoria de las denominadas “institucionales”.

Casi siempre, significa que la derecha se pone contenta porque logra obediencia de los “poderes democráticos”. Lo llaman calidad institucional, precisamente.

La Corte Suprema, la justicia federal, los medios independientes que garantizan la libertad de prensa; los grandes emporios nucleados en coloquios, asociaciones, foros, conferencias carísimas y dibujadas como de debate abierto sobre los desafíos del futuro, la flexibilización laboral, la responsabilidad social empresaria, la sensibilidad ecológica; los colegios profesionales de la crema del establishment y etcéteras más precisos que numerosos, se alinean para sostener discursiva y dispositivamente el único interés de respaldar modelos de exclusión. 

La calidad institucional es, así, una simbiosis entre cálidas preocupaciones del gran empresariado y mano autoritaria –salvaje, si es necesario– desde las famiglias corporativas que concentran el poder real.

Cuando hay favor parlamentario, cartón lleno.

Si encima rige un buen trabajo para infiltrar servicios, aprovechar loquitos que tiran unas piedras y disponer a la troupe de comunicadores oficialistas para que el centro de la cuestión pase por ahí, por “los violentos”, por el demonio kirchnerista, por construir que el macrismo debe ser la oposición de la oposición, por revestir que hubo mayoría de legisladores “responsables” e incapaces de dejar al país sin Presupuesto, cartón llenísimo.

Adentro, en el recinto, Diputados cumplía órdenes, o devolvía favores, en cifra suficiente para aprobar un ajuste atroz gracias a diversas Banelco (institucionales, por favor) que tendrán mención dentro de pocas líneas.

Si aparece o se promueve un fascista como Bolsonaro, mientras sea neoliberal, todo habrá surgido democráticamente. Institucionalmente. No importa nada acerca de la guerra mediático-judicial que, primero, desalojó a una jefa de Estado y, después, encarceló a un ex presidente, en ambos casos sin prueba alguna.

Por ejemplo. 

Es la calidad de las instituciones. Aprendamos de la limpieza brasileña, que sí sabe juzgar a sus corruptos sin importar quién caiga. 

Lo que interesa es sacar del medio a la política, no confiar ya jamás en ella y menos que menos en los líderes “populistas” pero, sí, en los evangelizadores del duranbarbismo, en las tormentas impensadas que llegaron de afuera, en el Macri que no duerme tranquilo pensando en cómo crear fuentes de trabajo y que directamente no dormiría si Boca y River llegan a jugar la final de la Libertadores.

Un segundo aspecto del triunfo macrista por la media sanción presupuestaria es de cálculo con el Fondo Monetario y con otras relaciones que se pretenden carnales. 

El aprobado parlamentario del ajustazo fue a pocas horas de que el “board” del FMI –donde decide Estados Unidos pero, para el caso, con mucha desconfianza de países como Alemania, Francia y Holanda– diera su conforme final al endeudamiento eterno de Argentina.

A su vez, el Senado completará la sanción gracias a los oficios del CEO Pichetto, y opoficialistas de sumisión debida, antes de que arriben a Buenos Aires los líderes mundiales del G-20. Fines de noviembre. Trump, Merkel, Xi Jinping, May, Macron, Putin, todas las firmas.

Previo a eso no debía ni debe haber convulsión mayor alguna.

Y después de eso, que los cambiemitas alucinan como elemento también decisorio del apoyo o la comprensión internacionales, vendría que la recesión galopante empezó a dominar la inflación; que llegan las vacaciones; que los dólares del Fondo aguantarán los trapos de corto y mediano plazo; que en marzo producirían sus efectos los ingresos de la cosecha en moneda dura; que el peronismo continuaría sin unificación alguna y, quizá sobre todo, que se activará el desfile judicial de Cristina. 

Lo último es especialmente peligroso para el apetito mediático y de Inodoro Py. CFK en juicios orales puede ser un boomerang, y muchísimo más en causas grotescas como las del memo de entendimiento con Irán (¡votado por el Congreso!) y la de las presuntas maniobras con el dólar futuro (que comparadas con las andanzas de Sturzenegger y Caputo fueron un juego, a derecho, de salita rosa). Esos armados se darán, probablemente, hacia el segundo semestre del año próximo. Antes, ocurrirán el del direccionamiento de la obra pública, en el que Cristina está procesada como jefa de una “asociación ilícita” por “favorecer” a Lázaro Báez; y el caso Los Sauces, en el que involucraron a sus hijos.

El macrismo deposita esperanzas en que tales espectáculos, las repercusiones ampliadas de las fotocopias de los cuadernos que se quemaron y la ruta del dinero K, que nunca encuentran en ninguna cuenta de ninguna parte, articulen con nosotros o el caos, nosotros o Venezuela, nosotros o el cepo, nosotros o la vuelta al pasado, Ella o Yo.

Les puede salir bien o muy mal. 

Una encuesta reservada, de una de las consultoras más estimadas del mercado, indica que Macri ya arribó al 70 por ciento de imagen negativa exceptuando Capital, conurbano norte y Córdoba. Pichettos y Urtubeyes, de yapa y sumados, no tocan el 3 por ciento en todo el país.

Todo puede cambiar o profundizarse. Pero la tendencia tiene inclinación a que no hay espacio para los apostadores de la avenida del medio.

Para el macrismo, los acuerdos banelquizados e individuales que redundaron en la aprobación del Presupuesto dictado por el FMI son, a la par, un problema.

El grueso del ajuste se lo cargan Nación y la provincia de Buenos Aires. 

Fue condición impuesta desde las bancadas extra que votaron a favor en acatamiento a la línea bajada por gobernadores y franjas de disputa interna, como sucedió con los legisladores de San Luis. Unas migas de compensación en partidas provinciales y municipales. Alcanzan a fines de hacer jueguito para la tribuna distrital (avales para tomar deuda, agua y alcantarillado, aportes en fondos de reparación sectoriales regionales).

Sí hubo, además, un grueso resarcimiento, de 6500 millones de pesos, para equilibrar cuentas públicas por quita de subsidios al transporte público. Esto es, evitar subas explosivas en las tarifas. 

La gobernadora bonaerense, según relatan desde los despachos que la rodean, se percibiría como el pato de la boda porque quedó afuera de todo el reparto acuerdista. Debe hacerse cargo por las suyas del devaluado Fondo de Reparación del Conurbano, de la tarifa social del gas y de otros menesteres que, en tiempos recesivos espantosos, pueden costarle caro. La inyección de fondos en los cordones y barriadas más conflictivos, el aumento de fuerzas represivas siempre atentas, el aporte logístico de Cáritas y evangélicos, son nada menos y nada más que un amortiguador considerable. 

Según Casa Rosada, en cambio, la gobernadora tiene el principal objetivo de victimizarse.

¿Heidi en verdad está alborotada, o hay de por medio una estrategia para erigirla como opción presidenciable si Macri persiste en su desbarranque de popularidad? 

En la encuesta citada arriba, cuyo resultado es similar al de las encargadas a consultoras tanto adversas como amigas del Gobierno, Macri pierde hoy el ballottage contra cualquier candidato de la unidad peronista.

El problema, justamente, es la unidad peronista.