Cuando Caro Gero atiende el teléfono, pasaron apenas algunas horas desde que pisó el Registro Civil de Mendoza con su madre y su padre para buscar lo que la resolución 420/2018 de esa institución le reconoció como derecho: una partida de nacimiento que no consignara “F” o “M” en el casillero de “sexo”. Como argumentó la subdirectora de Derechos Humanos de la Corte provincial, Eleonora Lamm, en el texto que acompañó el pedido de Caro Gero, la decisión administrativa detalla que la Ley de identidad de Género establece vuelve innecesario especificar si la persona se autopercibe con género femenino o masculino. La resolución, que también recorre derechos garantizados por la Constitución, el sistema internacional de derechos humanos y leyes nacionales, determinó, por eso, que el Registro debía “labrar una nueva partida de nacimiento en la que la persona inscripta deberá consignarse como (…) y demás datos conforme a su la partida originaria, con excepción del campo reservado para el sexo, en el que deberá consignarse una línea”.
“Sentirte que sos legal es increíble”, dice Caro Gero desde Mendoza la tarde del día en que llegó a sus manos esa partida de nacimiento con datos rectificados. Agrega: “la sensación de la legalidad, aunque suene feo, es de mucha paz”. Lo dice a los 32 años, dos años después de haber comenzado el proceso de hormonación para que su cuerpo vaya modulándose de acuerdo a su deseo y su autopercepción. Asumir que la mirada binaria sobre la identidad no alcanza para la propia vida fue un camino largo y difícil, dice, en parte porque no solo se trata de lidiar con los sentimientos propios, sino también de vivirlos en un mundo poco acostumbrado a pensar por fuera de esos términos. Caro Gero usa nombre femenino y nombre masculino a la vez por algo sencillo: “soy esas dos, múltiples personas, constantemente”.
-Hay que perder estructuras que veníamos teniendo y que tenemos todes. Decir “no quiero ningún género” hace que el todo el mundo te pregunte por qué. Además, es entender que dejás de pertenecer a esos grupos que, quieras o no, te dan sentido de pertenencia, y no hay que olvidar que el sentido de pertenencia te hace ganar coraje, te da fuerza. Para mí en realidad lo que tenemos todos es una identidad de género propia. El femenino o masculino es una construcción social, ninguno entra en eso en realidad. El tema es que sí hay muchas personas que pueden llevar su vida más o menos en esos estándares.
-¿Cuándo empezaste a sentir que te incomodaba esa estructura binaria?
-Yo empecé … me di cuenta de que primero podía empezar con la hormonización. Lo pensé desde muy chique, pero antes los resultados eran distintos y no tenia información de gente que tuviera buena calidad de vida haciéndolo. Hace dos años, cuando empecé a buscar información, no había mucho. Pero en los últimos dos años he visto más información de algunas comunidades trans que se habían armado, y de que existían en Argentina varones trans. Uno principalmente sabe de mujeres trans, no de varones. Entonces, mientras buscaba dónde y cómo hacerlo, empecé por mis propios medios, porque soy médique.
-Llegaste a pedir la neutralidad de sexo en tu partida de nacimiento porque cuando fuiste a la prepaga para pedir la masculinización pectoral te indicaron que tu DNI no tenía identidad masculina y entonces tenías que cambiarlo.
-Sí, tuve que luchar con mi prepaga. En el Hospital Central de Mendoza hay un muy bien servicio para personas trans, que sería para las personas trans de todo Cuyo, pero no es justo ocupar el puesto de otra persona si yo tengo prepaga. Entonces pregunté y me decían que no, me pedían el DNI. No sabía qué hacer, es difícil ir sabiendo cómo hacer cuando muy pocos abogados se interesan por la ley. Entonces consultaba con amigos, con gente que iba conociendo. Una amiga de mi mamá, que trabaja con ella, me habló de Eleonora Lamm. La llamé, nos juntamos, me explicó y me ayudó con la presentación cuando se enteró de que yo no quería cambio de género porque no me consideraba ni hombre ni mujer. Este tipo de cosa es algo que sentís desde siempre pero es difícil ponerlo en palabras o validarlo.
-¿La dificultad es por las reacciones de los demás?
-Y por la tuya también. Cuando uno es más chico, te pasan muchas cosas que pensás que se te van a pasar, que no son así o que vas a crecer y van a cambiar. Obviamente que primero tuve una etapa en la que pensé que era lesbiana y lo fui mucho tiempo, hasta que me di cuenta de que necesitaba algo más. De a poco, fui de esa lesbiana a los estereotipos de más chongos como lesbiana, y a la vez con mucha crítica hacia mi cuerpo.
-Todo eso mientras salías de la adolescencia, estudiabas y tenías los incidentes de cualquiera en la vida cotidiana.
-Y por eso me estalló la cabeza. Mientras estudiaba Medicina, tuve bulimia durante toda la carrera, hasta que no di más y tuve que dejar todo y hacer tratamiento, y pensar primero en estar bien, en cuidar y respetar mi cuerpo. El cuerpo es hermoso si lo tratás bien y le das lo que necesita.
-¿Parar te ayudó?
-Sí, y gracias a eso me di cuenta de que quería empezar a hacer esto. Siempre tengo algo nerd, entonces intento leer, saber qué me puede llegar a pasar. Me sirvió mucho leer a Beatriz Preciado, por ejemplo. Y arreglé mi vida de una forma que me permitiera tener niveles de stress soportables. Me fui a vivir con amigos y familiares para tener sostén alrededor. Sabía que iba a haber momentos en que te preguntas todo, dudás de cosas, la poca autoestima que tenés la perdés.
-Cuando dijiste por primera vez a alguien que querías esto, ¿cómo fue?
-Fue a mi familia, que siempre me han apoyado. Tengo una familia grande, con padres divorciados y con más hijos. Somos bastantes, una familia súper ensamblada, todos muy unidos. Tengo la seguridad de que mis padres, sea lo que sea, siempre van a estar. Es un privilegio que no tenemos muches. Hace que te sientas valiente para un montón de cosas, más en una ciudad como Mendoza, que tiene un montón de estructuras.
-¿En qué cosas de la vida cotidiana te va a modificar haber logrado eliminar el sexo de tu partida de nacimiento?
-En todo lo que tenga que ver con mostrar mi DNI. Mi imagen ya no coincide con lo femenino, porque llevo dos años de hormonización con testosterona. Por eso, siempre que he tenido que decir mi nombre, era todo un movimiento interno: decir qué digo. O qué pasaba si me encontraba con una persona que no veía hace mucho, o con personas no muy abiertas de mente. No sé si soy muy combativa todo el tiempo. Intento entenderme con las personas, empatizar para que puedan entender lo que quiero expresar. Está bueno explicar pero no a todo el mundo todos los días. Gracias a lo visual, a mi apariencia, ahora pasé a verme como un hombre cis, y eso está más aceptado.
-¿En el tránsito experimentás los sesgos de género en carne propia?
-Claro, se perciben. Por ahí en grupos de varones te tratan distinto: te interrumpen menos, te intentar explicar menos las cosas. Te escuchan más como profesional. Como médique, podés escuchar que alguien diga “vino una doctorcita”, pero nunca en la vida escuché “vino un doctorcito”, por ejemplo. Eso pasa muchísimo.
-Y sin embargo no sos una identidad o la otra.
-Cuando leí Testo yonki, de Preciado, me sentí muy identificado y en honor a eso quise ponerme los dos nombres y tener esa dualidad que fui tanto tiempo. Es parte de mi persona en todo. Soy esas dos, esas múltiples personas constantemente.
-Querés todo.
-Y… si se puede.
-Dar a conocer tu caso públicamente y hablar es una militancia.
-Sí, y mi mayor miedo es no sumar hacia la militancia. Quiero sumar. Hay personas que militan constantemente y hacen cosas gigantescas, yo intento sumar y no hacer nada que reste a eso, aunque no llegue ni a la sombra y los zapatos de lo que hace gente como Eleonora Lamm. Pero soy consciente de los privilegios que tengo y de que un montón de personas no los tienen, es una realidad. Entonces, ¿cómo no voy a tratar de sumar?
-¿Pensás en el impacto que esto que conseguiste puede tener para niñas y niños?
-Sí, y pienso en la cantidad de chiques que van a entender o encontrar respuestas a lo que tienen en la cabeza. No todos leen a Preciado o tienen información de qué pasa en otros países. El sentido de pertenencia que vamos logrando de a poquito es necesario, y más cuando sos adolescente.
-Si a los 15 vos hubieras conocido que había alguien que cambió su DNI como vos ahora…
-Hubiese sido hermoso.
-¿Cómo preferís que te digan?
-Caro o Gero, me da igual. Normalmente, las personas se quedan con el primer nombre que escuchan. No hay drama. No te podés equivocar.