“¿Puedo ver el motor de este coche?”   Esa fue la frase que hizo girar el encendido de una larga amistad. El motor venía trabajando sólidamente, transportando a sus dos pasajeros desde San Pablo, tripulantes de un Maverick V8 color rojo. No medió saludo, ni siquiera un gesto; como un hombre salvaje, Pappo emergió entre los matorrales de una finca del interior de Brasil y no se interesó nada más que por el mecanismo que hacía andar a ese vehículo. Después sí, ayudó a bajar la batería Gretsch que Rolando Castello Jr. había traído para tocar con él y con su copiloto, Alejandro Medina. Ni idea tenían que con esa zapada estaban dando inicio a la leyenda de Aeroblús, un grupo que dejó poca obra pero una leyenda muy grande. 

“Y luego de cuarenta años, aquí estamos”, dice el baterista brasileño nuevamente en Buenos Aires. Vino con tiempo porque le gusta mucho la ciudad, y también para encargarse de los preparativos para su recital del sábado en La Trastienda, donde culminará la trilogía de shows con la que habrá celebrado sus cincuenta años como baterista. Más que castellano, Rolando Castello Jr. habla en porteño: tiene el “¡boludo!” más gracioso de la ciudad. “La idea era festejar mi medio siglo de baterista tocando en San Pablo, que es donde hice mi vida artística (con Made In Brazil y Patrulha Do Espaço); en Curitiba, que es donde viví más de diez años y en Buenos Aires, porque dentro de mi locura personal supongo que tengo una vida aquí”. Y no es una idea antojadiza ya que a lo largo del tiempo con tantos viajes de ida y de vuelta, Rolando se fue forjando una red de amigos, admiradores y colegas que lo hacen sentir como en su casa. 

“Ayer estuve grabando con unos chicos en Lanús”, dice. “Lo hago de gusto, no cobro nada. Me gusta estar presente cuando me lo piden porque nosotros dependemos de esa gente que siempre está cuando necesitás algo, un flete o lo que sea. Esa gente es la que mantiene viva el legado de Aeroblús”. Es más que una frase: ese legado existe y ha dejado huella en la escena stoner del rock argentino, y es por eso que Castello Jr. ha grabado un simple que se va a editar en Alemania con Sergio Ch. (ex Los Natas) y Gonzalo Villagra. “Yo no sabía lo que era stoner hasta que comencé a tocar con ellos; es más, no sé si tampoco lo tengo muy claro, porque para mí es algo tipo Black Sabbath, que no es algo novedoso. Pero me gusta tocar el estilo y es algo diferente para los tres por la mezcla que se da y la amistad que se genera”.

Otro proyecto que se va desarrollando a fuego lento es un trío junto a Tito Fargo (Gran Martell, ex Redonditos de Ricota) y Alejandro Taranto. “Parecemos Games Of Thrones, los tres con pelos blancos, largos y con barba”, se ríe al tiempo que explica que la idea surgió cuando se encerraron a improvisar doce horas en un estudio de grabación. “Tito, que tiene una mente muy clara para la producción, supo encontrar unas cinco canciones en todo el ruido que hicimos y la idea es editar pronto un disco”. Para La Trastienda, se van a sumar todos sus amigos, incluyendo a Alejandro Medina, más los dos músicos que tocan con él en Brasil, “y probablemente otros que se irán sumando. Esto es así: tocaremos los temas del simple con Sergio Ch, y Gonzalo Villagra, otros dos con Fargo y Taranto, con Medina haremos Aeroblús y el resto se va a ir armando a medida que le dé estas ‘mierditas’ a la gente”. Se refiere a unos simpáticos volantitos que el propio Rolando reparte en tiendas de discos y casas de música. “Acá no tenemos apoyo ni presupuesto. Hay que laburar”.

SIEMPRE ES LO MISMO, NENA

Aeroblús nace en 1976 y muere en 1977 de muerte natural. Producto de un viaje al África que se truncó en Brasil, Alejandro Medina y Pappo consiguieron alojamiento en una estancia brasileña y se quedaron. Rolando Castello ya era uno de los mejores bateristas de Brasil e incluso tuvo una proyección internacional cuando tocó con Alex Lora de El Tri, una de las bandas de rock mexicanas más veneradas, a comienzo de los años 70. “El grupo todavía se llamaba Three Souls In My Mind, y Alex, que es muy inteligente, se dio cuenta que la gente le acortaba el nombre; así como decís ‘vamos a ver a Los Rolling’, en México decían ‘vamos a ver al Tri’, que también combinaba con el PRI, que era el partido que gobernaba el país en aquel entonces”. 

Castello se había convertido en admirador del rock argentino a través de su hermana, que le acercó una grabación de Billy Bond y La Pesada del Rock And Roll. Una noche conoció a una chica de San Pablo que le aseguró que Alejandro Medina andaba por allí, y no se convenció hasta que no se lo llevó en persona. También le había echado el ojo (o el oído) a Pappo’s Blues, en su legendaria encarnación con Machi y Pomo. Volvió a suceder lo mismo: desconfió de Alejandro Medina hasta que vio al mismísimo Pappo emerger de los matorrales y preguntarle por el motor de su auto. Zaparon, se entendieron: sonaron.

Una vez que definieron un repertorio viajaron los tres a Buenos Aires, y consiguieron un contrato para grabar con el extinto sello Phonogram. Cometieron un error: presentar el proyecto antes de que saliera el disco. Es así como de buenas a primeras ofrecieron dos conciertos legendarios en el Teatro Premier durante enero de 1977. “¡Y la prensa nos cagó a palos!”, recuerda hoy Rolando. “En un documental me preguntaban por la represión y yo les dije que era doble. Por un lado, la dictadura, tanto en Brasil como en Argentina, y por el otro la represión mediática. Bah, no había medios casi, acá estaban Pelo y el Expreso Imaginario. Pero lo que estaba en boga acá era el rock progresivo y el jazz-rock, y a nosotros se nos ocurre venir con una propuesta de rock cuadrado y ultrapesado. Acá estaban Crucis, Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre y La Máquina de Hacer Pájaros. El Expreso nos cagó a palos con la crítica, pero después nos hicieron una nota para compensar”.

Durante su estadía en Buenos Aires en 1977, Rolando permaneció alojado en el hogar de los Napolitano como si fuera un hijo más y pasó las fiestas con ellos. “Es por eso que yo me hice tan amigo de Pappo: íbamos juntos a todos lados. Alejandro Medina vivía en Morón y sólo venía a ensayar, pero yo dormía en la misma habitación que Norberto”. Una noche se dividieron y Rolando se fue a tomar un café con una chica que conoció en un colectivo. “Si te vas a quedar tomando café toda la noche, acordate que mañana a las nueve tenemos que empezar a grabar”, le dijo Pappo. Rolando volvió con las primeras luces del día y se cruzó en la puerta con el padre del Carpo con los brazos en jarra, quejándose: “Siempre es lo mismo, cuando no es uno, es el otro. No consiguen salir con una mina, echarse uno y volver a la casa a dormir, ¿no?”.

En el ardor de aquel verano, Pappo le comunica a Rolando que se va a casar y que después de la luna de miel se irá a vivir con su novia… a la mismísima habitación en la que Rolando pernoctaba con él. Tres no era un número cómodo, entonces para darle espacio Castello Jr. regresa a San Pablo a esperar el lanzamiento del disco de Aeroblús, que recién salió en el mes de mayo. Los tres se perdieron el rastro y el grupo no pudo proyectarse hacia un futuro. “Pero no fue solo por eso que se separa la banda. Creo que los padres de Pappo tuvieron la falsa idea de que cuando se casara, Norberto se iba a enderezar en la vida y se iba a dedicar a trabajar en el taller del padre. Eso era imposible”. Los dos se seguirían frecuentando a lo largo de los años, y Pappo grabaría algunos temas de Riff con el grupo de Rolando, Patrulha Do Espaço, a mediados de los 80, para una incierta edición discográfica. Rolando sería su baterista en algunas fechas sueltas que Pappo enganchó en Brasil cuando regresó de su frustrada conquista de Estados Unidos en la década del 90. “Siento mucho la falta del amigo”, confiesa Rolando hoy. “Tuvimos treinta años para conocernos, y no tengo otros treinta para hacer una amistad similar”.

VAMOS A ENCONTRAR LA LUZ

El tiempo transformó a Aeroblús en una banda de culto, y a treinta y tres años de su encarnación original, Rolando y Alejandro Medina volvieron a pisar un mismo escenario para rendirle tributo a esa locura de juventud que los reunió en 1977. Esa noche, en El Teatro de Flores, la guitarra la tocó Chizzo de La Renga, y la magia volvió a fluir. 

Además de su increíble fuerza y habilidad como baterista, Rolando Castello Jr. tiene otro don: el de la perseverancia. Así pudo armar su propio cumpleaños como músico en las tres sedes, y cuando sume el show final en La Trastienda, que será filmado y grabado, volverá a Brasil para compaginar un DVD combinando las tres presentaciones. “A veces pierdo plata, pero no me interesa: que gastes plata no quiere decir que la pierdas. Para mí, hacerme amigo de Sergio Ch., o conocer a Tito Fargo y poder tocar con él y Taranto es algo muy lindo: es una buena inversión. Lógico, lo de La Trastienda es una inversión más pesada, llevamos pocas entradas cortadas, pero no importa”.

A Castello Jr., la perseverancia le dio una vida como músico cuando ya, casi desde la cuna, tenía todas las posibilidades en contra. Fue víctima de la última epidemia de poliomielitis cuando tenía dos años, y las secuelas hicieron que le quedara una mano mucho más chica que la otra. “En Estados Unidos, ya había vacunas, pero en el Brasil todavía no”, aclara, y sin embargo se transformó en uno de los bateristas más reconocidos de Latinoamérica.

“Mucha gente me ve la mano, pero no se animan a preguntar. Sin embargo, una noche toqué en un recital en Porto Alegre donde había 1.100 espectadores en un lugar donde solamente entraban 800. Cuando me bajo del escenario aparece un chabón que me pregunta: ‘¿cómo tocás así con ese brazo?’, y al verlo me doy cuenta de que lo tenía igual que yo. Era una pregunta muy difícil de responderle a alguien que tiene esa condición, porque para él mi respuesta era algo crucial. Y de repente la encontré: le dije que nunca nadie me había dicho que no iba a poder. Y quizás por eso me dediqué a tocar la bata, porque no se me ocurrió pensar que no podría”.  

FUERA DE ÁLBUM

“Ahora, Alejandro Medina está divino y sanísimo”, se alegra Castello Jr., al hablar de la actualidad del ex Manal y Aeroblús. “Antes creo que los tres estábamos enfermos, tomábamos un montón de porquerías”. Cuando firmaron el contrato con Phonogram Records en 1977, la compañía les obsequió unos cuantos vinilos para que los muchachos se inspiraran, sin tener en cuenta que tal vez no encuadraran con su estilo. “Nosotros éramos más amplios de lo que se suponía”, aclara Castello. “Me acuerdo que Pappo tenía en su casa un disco de Queen, y cuando lo cuento hoy no me lo creen”. El baterista se acuerda perfecto de los discos que recibieron: Wired de Jeff Beck, Tecnichal Ecstasy de Black Sabbath, The First Seven Days de Jan Hammer, Teaser de Tommy Bolin y Electric Warrior de Return To Forever. “Eran todos discos de fusión, que a mí me gustaban mucho y que terminaron influyendo en la música de Aeroblús. No en la que grabamos, aunque ‘Sofisticuatro’ es un tema que refleja esa dirección. Lo que pasa es que hay otras canciones que quedaron fuera del álbum, y ahí sí encaramos para ese lado. Ojalá algún día se pueda editar ese material sobrante, porque es impresionante”.

Rolando Castello Jr. se presentará el viernes 28 en La Trastienda (Balcarce 460), junto a Alejandro Medina, Sergio Ch., Tito Fargo y otros. A las 21.