Quien haya visto cualquiera de las cinco películas del francés Leos Carax difícilmente no tenga un recuerdo vívido de alguna de sus escenas, como el travelling de Mala sangre (1986) en el que su actor fetiche, Denis Lavant, emprendía una carrera desenfrenada al ritmo de “Modern Love” de David Bowie golpeándose el estómago y saltando por el aire como si recibiera una salva de disparos, o la marabunta de vagabundos ruidosos que recogía un camión por las calles de París en Los amantes del Pont Neuf (1991). 

“Está claro que no soy un escritor. Cuando hago una película empiezo por una o dos imágenes y las sensaciones asociadas a ellas”, explicó en conferencia de prensa Carax, parte del contingente de invitados franceses del 33º Festival de Mar del Plata al que éste dedica un foco. “Con Los amantes de Pont Neuf acababa de llegar a París y las únicas personas con las que tenía contacto visual eran las sin techo. No podía dejar de pensar en que les iba a ser muy difícil salir de la calle, donde la vida es muy dura. Todos los días pierden algo, incluso partes del cuerpo, como un brazo o un ojo. Cuando sos joven esas cosas te tocan de cerca, sobre todo porque muchos eran jóvenes como yo”. El mismo Carax, quien visita por primera vez Argentina y de la cual sólo conoce la música de Astor Piazzola, cultiva un aura de artista marginal y maldito, sobre todo después de haber estado ocho años sin filmar tras el accidentado y costoso rodaje de Los amantes del Pont Neuf. 

“Ya no veo películas”, dijo el director, quien contó que de adolescente veía mucho cine mudo. “Por eso mis primeras películas son un homenaje a estos cineastas. Pero cuando hice la segunda sentí que ya había pagado esa deuda, que podía hacer mis propias películas sin pensar que le debía nada a nadie. Empecé a ir cada vez menos y ahora ya no voy”, aseguró. A su historia de amor lumpen le siguieron Pola X (1999) y Holy Motors (2012), que dividió aguas en Cannes, donde Carax esbozó su opinión sobre el público: “Sólo sé que es un montón de gente que estará muerta pronto”.  

Con la crítica de cine tiene una relación algo más cercana, quizá porque su madre escribía de cine en The New York Times. El mismo tuvo un breve paso de seis meses por la revista francesa Cahiers du Cinema a los 18. “Nunca fui bueno. No sé qué es un buen crítico, pero yo no lo era”, contó. “No recuerdo haberme sentido nunca dolido por lo que escribiera un diario sobre mí, pero digamos que hice una película, Pola X, que no le gustó a nadie. Eso sí fue duro”, confesó. “Por supuesto no podés estar completamente desconectado de la crítica, la gente y la taquilla. Además, si a nadie le gusta lo que hacés vas a tener problemas para hacer otra película. De todas formas ahora es muy distinto. Cuando empecé había críticos, pero ahora todos son críticos”.

Hace años trabaja en un musical sobre el que no dio detalles y no descarta revivir el personaje de Merde, el vagabundo bestial capaz de arrancar dedos de un mordisco que compuso Lavant en el film colectivo Tokyo! (2008) y Holy Motors, su última película. “Sería interesante ponerlo hoy día en medio de todos estos clowns terribles que nos rodean como Trump, Putin y Al Assad”, dijo. “Es lo que hizo Chaplin con El dictador. Cuando hay un clown peligroso dando vueltas tomás al tuyo, los juntás y te fijás qué pasa”.