“Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán”. Esta frase escrita en latín tenía Haroldo Conti en su escritorio el 5 de mayo de 1976, la fecha en que lo secuestraron y desaparecieron. Tiempo atrás, le había escrito a su amigo Roberto Fernández Retamar: “Acabo de enterarme por una persona de mi amistad, que corrió su riesgo para informarme, que en una orden que se distribuye entre los comandos de asalto hay una lista de unas 30 personas a liquidar. Yo figuro entre las primeras”. A pesar de saber el peligro que corría, Conti siguió escribiendo y militando hasta su último día.

“Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán”, se lee (¿se leía?) apenas se ingresa al Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, cerrado por decisión del gobierno de Javier Milei desde el 31 de diciembre del año pasado cuando además despidió a más del setenta por ciento de sus trabajadores.

El Conti nació en el año 2008 gracias a una particular conjunción de tres patas. Por un lado, la política pública de memoria, llevada adelante por el gobierno de Néstor Kirchner, que recogió el legado del movimiento de derechos humanos; en segundo lugar, el impulso creativo del secretario del área de aquel entonces, Eduardo Luis Duhalde, y el escritor, pensador y militante Eduardo Jozami, su primer director; y, por último, trabajadoras y trabajadores con formación académica y un alto compromiso, que aun cuando la voluntad política resultó adversa lograron sostenerlo en actividad.

Ubicado estratégicamente dentro del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA), el trabajo de memoria desarrollado por el Centro Cultural es profundamente político, al entender que la tragedia de la última dictadura argentina sólo puede ser comprendida en relación con el proceso político anterior y particularmente con lo ocurrido a partir del golpe de 1955.

En este sentido, el pasado lejos de ser considerado un pasado cerrado, muerto, es entendido como un proceso abierto que nos interpela en el presente y contiene una promesa de futuro. Entonces, como el pasado tiene mucho para decirnos sobre los problemas del presente, la vida y obra de Haroldo viene a echar luz como un relámpago en la noche cerrada del negacionismo. Como escribió Walter Benjamin: “Nada de lo que alguna vez ocurrió puede darse por perdido para la historia”.

El carácter plural y abierto del Conti, en donde todas las memorias, excepto las que negaban o hacían apología de la dictadura, tuvieron lugar; haber sido un espacio de pensamiento crítico, creación y defensa de los derechos humanos; y la apelación al lenguaje artístico para reflexionar sobre la memoria y el pasado reciente, han sido características que hicieron del Conti un espacio singular y sin dudas, en ellas mucho tuvo que ver la impronta de Eduardo Jozami, fundador del Centro.

Dar a conocer y difundir la producción intelectual de nuestros escritores y artistas desaparecidos ha sido una de las principales tareas del centro cultural. Una invitación a leerlos para sumergirse en una época que nos da pistas para comprender los problemas y las carencias de nuestro país en la actualidad.

Para el centro cultural, la figura y la producción literaria de Conti ha sido el motivo de numerosas y diversas actividades. Lecturas de sus textos en la voz de escritores, artistas y periodistas; talleres y cursos sobre su obra; la elaboración documentos con recursos pedagógicos destinado a docentes para trabajar en el aula; y un premio anual a las mejores adaptaciones de su obra al lenguaje de la historieta, entre tantas otras iniciativas.

El inmenso legado de Haroldo Conti es el compromiso político con su tiempo y con su pueblo; el respeto, a través de sus personajes, a los marginados, perdedores, soñadores, pequeños héroes y héroes colectivos; su preocupación sobre el rol de la literatura en un proceso de transformación social y la responsabilidad del escritor; su coherencia intachable, la cual lo llevó a renunciar a la beca Guggenheim. Un legado que se hace profundamente actual en una coyuntura política donde los derechos humanos y la justicia social están siendo atacados desde lo más alto del poder.

Los numerosos homenajes en torno a la figura de Haroldo Conti, en el marco del centenario de su natalicio, demuestran que los represores de la última dictadura no han logrado borrarlo de nuestra memoria colectiva. Frenar el avance de la derecha radical que nos gobierna y evitar el desmantelamiento de las políticas de memoria, verdad y justicia dependerá de nosotros y de nuestra persistencia por continuar en nuestro lugar de combate.

* Ex Director de Proyectos Culturales del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti e integrante del Centro de Estudios de Memoria e Historia del Tiempo Presente de la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF).