Mesa redonda y un Tordó, que les habla del alcohol. “A mí me va más el whisky, qué querés que te diga”, tira sobre la mesa el baterista histórico de La Mississippi. Los que escuchan son los otros miembros fundadores del grupo, que venían en dirección contraria: esbozando sutiles apologías sobre el vino tinto. Ricardo Tapia, Gustavo Ginoi y Claudio Cannavo están tan concentrados en lo que estaban diciendo como en el mate que circulaba entre mano y mano. “¿Sabés qué? El whisky no tiene vuelta, es la soledad absoluta, en cambio el vino tiene amigos”, le contesta Tapia, cantante y compositor, a Juan Carlos Tordó. “Igual, nosotros estamos en la etapa de la degustación, de la calidad por sobre la cantidad... El mes pasado hicimos una gira de diez noches por la Patagonia y si nos llegábamos a prender en todos los vinos que nos ponían en las cenas, bueno, no llegábamos. Ahora es así, antes era totalmente el revés”, se ríe Ginoi, violero original y actual de la banda formada en 1988 en Florencio Varela.

El lapsus etílico permea el tema central que, lógico, pasa por el show de esta noche en el Luna Park, cuyo fin es conmemorar los primeros treinta años de vida del grupo. “Nos juntamos en la sala para ensayar algunos temas con caños que hace diez años no tocamos, pero solo cosas muy puntuales”, explica Tordó, frente a una de las ventanas de la sala de Saavedra. “Es que el mejor ensayo, hoy, para nosotros, pasa por las pruebas de sonido antes de los shows. Ese es el momento en el que nos escuchamos de otro modo”, se extiende el baterista, mientras Tapia piensa el mejor ejemplo: el disco Criollo. “Ese lo hicimos acordándonos de cosas que habíamos tocado en alguna prueba de sonido, sí. Evocando cositas que uno trae, porque todo eso es mejor que componer en una sala de ensayo, que no es más que cuatro paredes acustizadas. Componer ahí, a esta altura, no genera nada. Yo compongo cuando viajo”, señala en frontman. Retoma Tordó: “A esta altura, nos conocemos de modo tal que cuando aparece una idea la laburamos entre todos y llegamos mágicamente a un punto en que la canción está. Lo que te da la madurez como grupo es detectar en qué momento preciso grabarla, sin retocar de más”.

–¿En qué otros aspectos se nota el paso del tiempo?

Ricardo Tapia: –En que para la música que hacemos nosotros, el tiempo es una utopía. 

–¿Podrías extender el concepto?

R.T.: –Quiero decir que cuanto más tiempo pasa, más fluido se torna lo que hacemos, porque la música negra es así, es al revés que otras: se va simplificando con los años. Y este es el otro lado de ser viejo. Es como rejuvenecer con el paso de los años. En este sentido, pienso que este Luna, más que cerrar una etapa, abre otra diferente.

Claudio Cannavo: –Veo esto como una simplificación, en el sentido de la austeridad. Ya no hace falta esa pirotecnia, esa cosa que te llevaba a hacer tres vueltas de solo de armónica, tres de guitarra y así... Ya no. 

R.T.: –Porque pasan los años y uno piensa más en el grupo que en uno. Y también en la canción. Con el tiempo, te vas dando cuenta de que hay que bajarse del escenario a tiempo, de que hay que escuchar al que está al lado, y también al de afuera, al que te está mirando. 

–¿Cómo se dura treinta años? ¿Cuáles son las estrategias de supervivencia?

R.T.: –Una es el desarrollo de un olfato que te dice qué hacer y, sobre todo, qué no hacer.

Juan Carlos Tordó: –Porque suele ser más difícil saber lo que no hacer que lo que hacer. Una vez, la Negra Poli me dijo: “Te voy a enseñar lo que no tenés que hacer”. Una vez que resolvés esto, llegás al objetivo más rápido.

R.T.: –Otra, no haber trabajado nunca con un productor. Fue lo mejor que pudimos haber hecho. Ojo, no es lo que recomiendo, pero a nosotros nos hizo muy bien.

J.C.T.: –Claro, porque una canción mal grabada sigue siendo una buena canción, mientras que una mala canción, por más que se grabe con todos los chiches, seguirá siendo una mala canción.

Gustavo Ginoi: –Igual, nosotros tenemos la ventaja que el género que hacemos, al ser simple, nos permite más autonomía en ese sentido.

–El blusero tipo tiene el oído adiestrado en Sleepy John Estes, Big Bill Broonzi, Robert Johnson y todos esos tipos que grababan con medio canal, pero con un feeling imponente. Hay un imaginario que les permite jugar tranquilos en la dimensión sonora.

J.C.T.: –Ejemplo perfecto de buenas canciones mal grabadas, sí.

R.T.: –El del músico que tiene la dinámica artística, por más que toque una sola cuerda. Toda la música popular, desde el blues hasta el folklore, tiene esa dinámica de crear un clima para seducir a la gente más allá de los artilugios técnicos. Una viola seduce.

C.C.: –De hecho, nosotros empezamos a grabar con un radiograbador estéreo, de esos con manija, y decíamos: “¡Cómo graba esto, loco, cómo suena!” Lo que hace que suene así no es la técnica sino las ganas, la magia.

Toda esta magia es la que atesora el grupo para desgranar en el Luna Park. En el recital, además de temas nuevos como “Cuando el corazón te guía”, La Mississippi mechará temas de los catorce discos que lleva publicados a la fecha. “Va a estar bueno ver qué piensa uno ahora de todo ese pasado, ¿no? va a ser nuestro Madison Square Garden”, se entusiasma Tapia, que está esperando con el cuchillo entre los dientes tocar su tema preferido: “Un poco más”, uno de los doce que pueblan Mbugi, primer disco de la banda. El seleccionado por Cannavo, en cambio, es “Same Old Blues”, otro tema del trabajo debut. “Lo toco y se me pone la piel de gallina, porque se me vienen las noches de Oliverio, de Babilonia, del Arlequines. Me lleva a ese tiempo de juventud en el que no importaba nada más que disfrutar”, evoca el bajista.

–¿Tordó? ¿Ginoi?

J.C.T: –Yo voy a decir algo bastante obvio, pero tengo la imagen de todo el Luna cantando “Café Madrid” y me detengo todos los días en ella. Tengo esa foto en la cabeza y la quiero ver en vivo.

G.G.: –Yo me quedo con “Caldonia”, de Fleecie Moore... Lo recuerdo porque duraba como veinte minutos cada vez que lo hacíamos en vivo y nos incendiábamos.

–Pregunta “al paso”: ¿cómo les está pegando la crisis?

R.T.: –Ah, está feo, che. Hay mucha violencia entre las personas y es duro ver eso... Gente perdida, que no sabe dónde ir porque no la representa nadie. No está bueno no sentirte orgulloso de ir a laburar, no sé. 

G.G.: –Y el tema del FMI... Ningún país se desarrolló con inversiones extranjeras.

R.T.: –Es un momento duro, en el que a veces es difícil interpretar lo que hay que hacer. En este sentido, el escenario es una lupa grande y te aporta una idea, un criterio de cómo hacer las cosas. 

J.C.T.: –Nosotros, por ejemplo, mantuvimos el valor de la entradas para el Luna. Lo fijamos con el dólar a 18, y ahora que vale casi 40, optamos por no ajustar el precio. Es un aporte en medio de esta crisis y lo entendimos así porque todos somos hijos de laburantes. Sabemos bien lo que pasa cuando llega una crisis como ésta.