Sigmund Freud, en su investigación sobre el chiste y la relación con el inconsciente, plantea que esa relación es un artilugio del discurso a través del cual podemos dar cuenta de un sujeto. Una de las modalidades en la que se establece esta relación es lo que llama errores intelectuales sofísticos. 

Da como ejemplo el conocido sofisma del caldero: B ha prestado a A un caldero de cobre. Al serle devuelto advierte que presenta un gran agujero en el fondo y reclama una indemnización. A se defiende diciendo: “Primeramente B no me ha prestado ningún caldero; en segundo lugar el caldero, cuando me lo prestó ya estaba agujereado; y, por último, yo he devuelto el caldero a B completamente intacto”. Como dice Freud, cada uno de estos argumentos puede ser válido, pero excluye a los otros dos.  

Como el sofista del caldero, nuestro ministro de Defensa, el Sr. Aguad, dijo respecto del rescate a flote del ARA San Juan: “Es imposible realizar el rescate”; luego expresa su primera contradicción y dice que “el rescate sale 4000 millones de dólares”; y termina agregando una más: “se tardarían 1, 2... 3 años poder rescatarlo”. Es importante señalar que la empresa que realizó la búsqueda del submarino emitió un comunicado en el cual afirma que nadie le pidió presupuesto para el rescate.

Como el truco donde hay que adivinar bajo qué taza se esconde la pelotita luego de que el mago hiciera circular y entrecruzar las tazas sobre la mesa, de esa manera el sofista trata de ocultar el agujero haciéndolo circular en los razonamientos opuestos, dando al conjunto del sofisma la apariencia de una gran verdad, pero solo cumple la función de ocultar la responsabilidad sobre el agujero del caldero. 

Para Freud, el sujeto del sofisma considera superior la representación imaginativa a la realidad y la posibilidad se iguala a la verdad. Conducta que en la clínica psicopatológica la encontramos en los discursos propio de los relatos que conllevan una intencionalidad psicopática, sean psicópatas o no. Su intención es el manejo de la escena para evitar su responsabilidad poniendo en la víctima la culpa de una tragedia. 

Una creencia que cala hondo en el imaginario social, a través de los sofismas que va imponiendo el conjunto, que hoy detenta el poder, es que las víctimas, sean ellas a causa de un accidente, o sean los excluidos de los beneficios de las políticas económicas (pymes, pobres, marginados, jubilados, salud, educación, etc.), son los señalados como los culpables de los males de la época.

* Psicoanalista.