Muchos fans de Game of Thrones se deben estar preguntando por qué George R.R. Martin decidió escribir su nuevo libro, Fire and Blood (Fuego y sangre) en este momento en particular. En vez de intentar terminar su esperadísima y a menudo postergada Vientos del invierno –la anteúltima novela de su serie fantástica Una canción de hielo y fuego–, Martin eligió publicar una extensa historia de una de sus familias principales, la Casa Targaryen. De modo aún más frustrante, según describe la sinopsis este es solo el primer volumen.

Señalada como una historia de los Reyes Targaryen, de Aegon el Conquistador a Aegon III, Fuego y sangre –que toma su título del lema de la Casa– transcurre unos 300 años antes de los sucesos de Una canción de hielo y fuego. A diferencia de esos libros, Fire and Blood –que en España acaba de publicar Plaza & Janés– está escrita como un relato mismo dentro del universo, aparentemente escrito por el Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela, en un estilo que el editor de Martin describe como algo que posee “el panorama y grandeza de Historia de la caída y declinación del Imperio Romano, de Edward Gibbon.”

Sin dudas, los Targaryen son la familia más intrigante de todas las de Hielo y Fuego. No podía ser de otra manera: los dragones son asombrosos. De algún modo, sin embargo, Martin se las arregla para hacer que estos reyes guerreros y reinas y princesas exiliadas, con sus dragones y sus ojos púrpura y cabello blanco sean... aburridos. El autor parece haber asumido que la escritura histórica debe ser seca y clínica, y que la excitación en sí misma de los eventos debe encargarse de darle cuerpo al asunto. Pero la prosa es tan seca que incluso las descripciones de una batalla en el cielo entre dos hermanos caen tan bajo como el Targaryen derrotado y su dragón.

Más allá del estilo de escritura, el principal problema de Fire and Blood reposa no en su extensión (706 páginas que dejan los ojos secos) sino en su complejidad. Las primeras cien páginas están bien, pero a medida que continúa la historia el lector pelea por mantenerse al tanto. No ayuda que varios personajes tengan nombres increíblemente similares (al menos seis se llaman Aegon), o que entre los Targaryen sea común casarse entre hermanos, que además han hecho un hábito de tener más de una esposa al mismo tiempo... todo lo cual hace que broten herederos a una tasa alarmante. El escritor también ha hecho un hábito de irse por las tangentes sobre reyes que más tarde fallan en materializarse, que aparentemente tienen poca relevancia en el arco de la historia aunque quiera convencer a sus lectores de que sí la tienen. Estos extensos pasajes son apenas interrumpidos por las ilustraciones de Doug Wheatley, bellamente detalladas.

Fuego y Sangre es ideal para seguidores de las historias que aman obsesionarse hasta por el más insignificante de los detalles, y es divertido ver aparecer cada tanto a los ancestros de otros personajes populares, de los Stark a los Lannister. Pero la escala monstruosa y el detalle exhaustivo de Fire and Blood hace que leerlo se sienta como si al lector le hubieran encargado una tarea para el hogar algo interesante, pero a menudo demasiado tediosa.

Roisin O’Connor: De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.