“Buenos Aires, la ciudad soñada” celebra un título secundario de tapa en La Nación siempre coherente e ideológica. Impedimentos para circular, para trabajar, transporte público paralizado, mandobles verbales amenazantes de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich. Jerarcas del mundo aislados de la plebe, degustando choripanes. La ciudad soñada del país anhelado. Con la gente común relegada a segundo plano, limitada en sus derechos, los mandatarios de las principales potencias copando la parada. La dependencia política, económica y cultural en carne viva. El presidente Mauricio Macri mangando ayuda, fascinado por halagos de los visitantes. 

Periodistas que se extasían parloteando sobre la “reina argentina”, Máxima de Holanda. Cipayos y tilingos que superan las descripciones de Arturo Jauretche.

El estado de sitio alternativo comenzaba el viernes, Bullrich instó a adelantarlo al jueves. El miércoles, las zonas transitadas de la Capital estaban invivibles.

El mal de la Argentina es la extensión, predicó Sarmiento. Para los proyectos de su derecha sobran 25 millones de habitantes quienes para colmo se creen con derecho a trabajar y llevar una vida digna. Empujarlos puertas adentro, correrlos del espacio público no resuelve el problema pero indica un rumbo interesante. Y gratifica a los inquilinos de la Casa Rosada.

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Cara a cara, “apoyos” caros: Las Cumbres del G-20 son muy importantes, por algo se costean los líderes de los países más poderosos. Los contactos cara a cara cumplen funciones irremplazables. La historia, todo modo, transcurre antes y después de las Cumbres, una ráfaga en medio de la tormenta.

Acabado el Cónclave los drones levantarán vuelo (o algo así), los inhibidores de celulares se desactivarán, una tropilla de servicios o guardaespaldas torvos enfilarán hacia otros lares. 

Macri y el equipazo residual exagerarán los logros aún los considerados así por su paradigma. En todas las gestiones se hace; debe tomarse con ternura e incredulidad.

El presidente se acerca a cumplir tres años de mandato, el saldo de la gestión es irremisiblemente pésimo para la abrumadora mayoría de los argentinos. En diciembre de 2015, con aspecto más juvenil y menos fatigado, Macri anunciaba lluvia de inversiones que llegaría apareada con otra de dólares frescos (el ex ministro Alfonso Prat Gay dixit). La sequía goleó a los pronósticos felices. Como señala la consultora Marina Dal Poggetto en un informe reciente “los números de la economía siguen dando horrible”. Pronostica un índice de desempleo de dos dígitos para 2019. No es K ni ultra cambiemita, expresa al sentido común transversal de los economistas. Siamo al forno.

Los inversores privados optaron por ir a lo seguro y gozaron de lo lindo con la especulación financiera. Los apoyos al Gobierno los proveyeron los Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Elija Baring Brothers o desvíese hacia Shylock: nada es gratis.

El tejido productivo se hace trizas, los alicientes a la timba financiera subsisten. Si la tasa de interés para los bonos “desciende” debajo del 60 por ciento resucita el riesgo del vuelo hacia la oportunidad, la bicicleta financiera, las corridas del dólar. En la semana que pasó, susurran especialistas, se notó un amague.

El esquema del Banco Central imagina vender dólares ante una hipotética corrida. Un impedimento serio acecha: el FMI predispuso un destino para esas divisas: el pago de la deuda. Aún las fortunas son finitas: no es factible dedicar la misma plata a dos finalidades.

La gran baza macrista consiste en tirar de nuevo la manga al FMI, redoblar los condicionamientos y acrecentar la deuda: peor de lo mismo. Todo lo que se puede agravar, se acentuará: he ahí el sino del modelo cambiemita.

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Relaciones carnales part II. “El mundo” le abrió los brazos a la Argentina como a un hijo pródigo,se engolosina el oficialismo, Sin embargo las profecías optimistas de 2015 sufrieron el mentís de la realidad. El presidente norteamericano Donald Trump ejercita proteccionismo puertas adentro y fomenta el expansionismo internacional. Los intereses de la potencia colisionan con los de los argentinos, hasta con los de sus grandes grupos económicos. El imperio, pongalé, contrataca después del lapso de relativa distracción ulterior al atentado contra las Torres Gemelas. El “modelo” damnifica hasta a los grandes jugadores de la economía doméstica.

El contexto provoca internas en la coalición Cambiemos. El procesamiento dictado contra el mandamás de Techint, Paolo Rocca, atiza alarmas y hasta teorías conspirativas. Paradoja o enseñanza de la coyuntura, una fracción creciente del establishment comparte, en este caso, lecturas clásicas de los nacional-populares. Quinchos multicolores o antagónicos comparten suspicacias ¿Hay un subtexto económico en la decisión tomada en Comodoro Py? ¿Cuánto y cómo talla “la Embajada”?

Se trata de especulaciones o, tal vez, de visiones conspirativas. Con base más firme, los datos puros y duros indican que se ensombrece el horizonte de grandes jugadores de la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Los ligados al mercado interno, como el Multimedios Clarín, pierden clientes y consumidores. La reducción feroz del consumo popular castiga del otro lado del mostrador.

Techint es una multinacional con una pata argentina, no depende tanto de su mercado pero sí le duelen los golpes a su reputación, sobre todo fronteras afuera.

Las acciones de las más potentes corporaciones argentinas claudican en las Bolsas internacionales. Tomar crédito… cuesta arriba.

El editorialista económico estrella del diario Clarín, Marcelo Bonelli, sabe expresar las posturas empresarias de la corporación. Anteayer reprendió severamente al Ejecutivo por lo sucedido a Rocca. Parece que no cree en la independencia de poderes…

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El ciudadano desconocido: Entre tantos motivos para preocuparse, brilla por contraste un ciudadano argentino, laburante él. El hombre con pilcha amarilla que recibió al presidente francés Emmanuel Macron y le estrechó la diestra. Gesto republicano e igualitario si los hay, caro a la cultura gala: les encanta dar la mano. 

Macron lucía perplejo ante la ausencia de comitiva oficial, el hombre suplió al Estado ausente. Un particular, un héroe sencillo y anónimo asumiendo responsabilidades importantes impuestas por circunstancias no buscadas como los que sabe encarnar Tom Hanks.

La campera amarilla, emblema de manifestantes franceses que protestan contra los aumentos de combustibles, no incordió al visitante ilustre ya que lo alivió de la soledad. 

La vicepresidenta Gabriela Michetti y el Canciller Jorge Faurie lo dejaron de garpe. Se enfrentaron en la enésima interna sintomática de un oficialismo que la pasa mal. La mala onda es directamente proporcional al declive político.Esta vez en clave de grotesco, sin lastimar a nadie… un paliativo. Medió un malentendido y los dos funcionarios optaron por la inacción que, según un verso imbatible de Borges, es la cordura. 

Lenguas malévolas proclaman que los diplomáticos dedicados al Ceremonial se especializan en una disciplina menor, puntillista, se obsesionan por disponer saladitos o menús para cenas VIP. Así contado es injusto; toda labor requiere profesionalidad y ésta es necesaria… Injusta en general, precisemos: a Faurie ese sayo le calza a medida.Su desempeño es patético aun excluyendo el muy difícil momento en que debió refutar ma non troppo a la vocera de Trump. Misión peliaguda para cualquiera que excedió sus estrechas competencias.

Michetti duplicó el papelón cuando deslizó que “lamentablemente” debe asistir a la jura del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Un desborde de franqueza que tal vez no caiga bien en la patria de AMLO.

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Un mundo de fantasía: “Argentina volvió al mundo” predica el Dogma M.  Las profecías auspiciosas, empero, quedaron desvirtuadaspor la realidad. Ni siquiera el reverdecer de una derecha racista, xenófoba y brutal con los inmigrantes beneficia linealmente al macrismo aunque empatice con ella.

Se ofertó a los visitantes una ciudad mítica, sin muchedumbres que reclaman pan paz y trabajo. Una escenografía transitoria para el feriado único. No es novedad que los subalternos de los poderososamañen para servirlos una realidad virtual, falaz por antonomasia. El diario de Yrigoyen pudo ser un precedente ingenuo. Distintas dictaduras argentinas rodearon villas de emergencia con muros, para tornarlas invisibles.

La historia (o acaso la leyenda) narra que el mariscal Grigori Potemkin conquistó Crimea y quiso mostrarle a la zarina Catalina II de Rusia la, inexistente, prosperidad y belleza del territorio ganado. Pergeñó un viaje de la zarina de los pueblos apropiados y armó una especie de decorado con casas bellas, paisajes memorables. La carroza pasaba lejos y rápido para facilitar la confusión.

Las versiones divergen: hay quien asegura que se confeccionaron varios decorados de calidad, en distintos parajes. Otra que había un escenario portátil, bastante berreta, que se iba moviendo en simultáneo con la carroza. Para esta columna, da lo mismo.

Acá se proyectó una ciudad desierta, se escondió a la gente común que detesta al FMI a niveles record en el mundo. Se cerraron las puertas y obstruyó el ingreso al país de militantes pacíficos de la aldea global que hacen cola para marchar contra el G-20 porque las potencias hegemónicas hoy son, tal vez, la más impopulares de la historia. El poder es la clave de la dominación, ausente la legitimidad que ostentaban imperios del pasado. Coinciden en señalarlo el historiador Eric Hobsbawm y el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, viejos sabios de prosapias diversas. 

La sociedad civil argentina, clave en el sistema democrático, fue amoldada autoritariamenteal sueño húmedo del macrismo. Que no se muevan, que no se vean porque, ay, es imposible que no existan.

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Las semanas de Monroe: “Monroe” fue uno de los nombres propios más usados en la fragorosa semana que pasó. La fonética argenta para pronunciarla en castellano: tal y como se escribe. 

Se trata de la avenida por la que circulaba el micro que trasladaba a los jugadores de Boca a una emboscada. 

La designación honra, indebidamente, a James Monroe presidente estadounidense que difundió en 1823 la “Doctrina” que lleva su apellido, pronunciado en inglés. Para simplificar, declaraba que su país no permitiría la intervención europea en el continente americano en el que afloraban procesos independentistas. Con menos énfasis pero similar claridad reservaba a Estados Unidos la potestad que rehusaba a los europeos. Lo animaba una formidable capacidad de anticipación mezclada con una elevada autoestima: monopolizaba para su país potestades que en ese estadio no estaba en capacidad de ejercer.

Mucha agua y mucha sangre han corrido bajo los puentes. Los gringos son primera potencia mundial desde el siglo pasado, con enormes peripecias, alzas y bajas.

Hoy en día, en un mundo multipolar,conservan hegemonía basada en su formidable arsenal bélico y su menguante pero rotundo poderío económico. La franqueza de Trump exalta soezmente ambos recursos que armonizan con su estilo político.

En mejores tramos de la historia nuestros países del Sur combatieron o pusieron coto a las pretensiones imperiales, con éxito dispar. Esta Cumbre refleja, sin desearlo, el tono de época. Solo dos mujeres electas por voto popular en la foto de les mandataries: la alemana Angela Merkel y la británica Theresa May. Años atrás tres mujeres presidían Argentina, Brasil y Chile. Cambiamos.

Menguada y debilucha la representación de América Latina. Dos presidentes patos renguísimos que están de salida, desahuciados en las elecciones: el mexicano Enrique Peña Nieto y el brasileño Michel Temer. Y un Macri sumiso, convencido de que la clave del éxito es la sujeción al orden global, concediendo más al FMI que a los derechos de los argentinos.

La fiesta de pocos cesó, la Copa Conquistadores de América se entregará en el Santiago Bernabeu. La malaria sigue, in crescendo, semana tras semana.

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