Cuando el parlamento porteño lo declaró de interés cultural, 50 Años Rock, el libro que encararon Miguel Angel Dente, Daniel Gaguine y Matías Recis, aún iba por su volumen I. O por su lado A, dicho mejor, porque aún le faltaba el B para completar los laureles. Bien, tal capítulo tardó pero llegó. Dos años después de la publicación de aquel trabajo que cuenta vida y obra de cincuenta bandas del rock hecho en la Argentina, la editorial Disconario publicó lo que faltaba: el otro tramo vital que va de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hasta Babasónicos, bajo prólogo “sin casete” de Walter Giardino. “Por fin llegamos al final de este proyecto que fue elegir cincuenta bandas de nuestro rock para conmemorar sus cincuenta años, con toda la subjetividad que esto implica. En nuestro caso, tal subjetividad pasó por realizar un mix de popularidad, masividad y calidad en la selección de las bandas”, contesta Gaguine, ante la pregunta del millón: ¿Cómo elegir cincuenta bandas entre las infinitas que hubo y hay? 

“Al ser tres los escritores, nunca hubo ‘empate’… Siempre había una definición sobre qué banda elegir. Se privilegió la apertura a diversos géneros y estilos, y que esto fuese lo más abarcativo posible. Además, se dejaron gustos personales de lado para lograr variedad”, insiste el escritor, periodista y editor de El Caleidoscopio de Lucy, acerca de un volumen II que también incluye los itinerarios de Divididos, Las Pelotas, La Renga, Hermética, Mississippi, Almafuerte y Viejas Locas, como algunos de los más representativos de un recorte temporal que va desde la última década del siglo pasado hasta la primera de éste. “Podríamos haber llegado a obtener aún más testimonios pero, en algún momento, había que cortar y presentar el libro”, agrega Gaguine. 

 El trabajo a dos volúmenes de más de trescientas páginas cada uno reconstruye la historia del rock argentino mediante reportajes a todos los que hayan tenido que ver con el devenir de cada banda. Músicos, es decir, pero también ingenieros de sonido, diseñadores, propietarios de salas de ensayo, y productores. Reengancha Gaguine. “Es cierto que hubo varias bandas importantes que quedaron afuera como Don Cornelio y la Zona, por ejemplo. Pero aquí lo que primó fue hacer foco en Palo Pandolfo –líder de ambas– y elegir una. Quizás, al día de hoy, otra banda ausente que podría haber entrado tranquilamente es Carajo. Lo veremos a futuro.  

–¿Y cómo se explican las ausencias del lado A?

Daniel Gaguine: –En los casos de Jade y Aquelarre, la explicación fue que preferimos dar mayor espacio a la apertura de otros estilos. Además, en el caso de Jade, ya le habíamos brindado suficiente espacio a las bandas de Spinetta con Almendra, Pescado e Invisible. Otra cuestión es que en los años 80  hubo gran cantidad de bandas que tuvieron propuestas arriesgadas y terminaron siendo más “de culto”, como Fricción. 

 Este segundo volumen de 50 años rock, determina además el cierre de una colección que nació en 2010, con la edición de Tícher de luz (referido al Flaco), prosiguió con Un Dios aparte (dedicado a Charly García); Nueve vidas (a Pedro Aznar), Sicodélica Star (a Fito Páez), Elegancia Pop (a Gustavo Cerati), y El bohemio va (a Litto Nebbia), y superó las expectativas que uno de sus fundadores (Dente) tenía cuando tiró la primera piedra. “Nunca supimos con Flavio Pigazzi, amigo de la época del colegio Pellegrini y socio en esta colección -ahora alejado de la editorial- si pasaríamos la prueba de aquella primera edición de 2010. El proyecto estaba en pie, pero necesitábamos del apoyo de los lectores para seguir autogestionándonos. Y pudimos”