Medio folklórico, muy sutil, cadencioso, pleno de armonías, melos y giros… Así se va desarrollando Canciones de Tucumán a Rosario, el disco que Litto Nebbia y Leopoldo Deza grabaron juntos, y que ambos presentarán esta noche a las 21 en Espacio Tucumán (Suipacha 140). Recuerda Nebbia que la química nació durante la última década del siglo pasado. Hace casi treinta años, es decir, cuando el rosarino eligió al grupo del tucumano (Mate de Luna) durante un concurso de jóvenes compositores. “Era una cosa fresca, original, de fusión con nuestro folklore”, evoca Nebbia, que hacía las veces de jurado. “Luego fue pasando la vida y muchas veces convoqué a Leo a grabar como sesionista en mis discos, y también estuve en la producción de otros de sus discos. Es un músico talentoso, original y buena persona, que para mí son los elementos más importantes a la hora de tocar con alguien”, se extiende el hombre que amaba a todas las mujeres.

Deza devuelve gentilezas, pero detecta con más exactitud el espacio, y el minuto cero de la alquimia. El multiinstrumentista asegura que conoció a Nebbia en 1988, en un concierto que éste dio en San Miguel de Tucumán. Corría el año en que el creador de Los Gatos, fiel a su prosapia prolífica, publicaba dos discos (Buscando en el bolsillo del alma y El jardín de la esquina) y Deza lo fue a buscar tras el show para darle en mano un casete TDK, con grabaciones caseras que luego iban a formar parte de su disco debut: Sonidos del invisible jardín. “Había leído en un reportaje de ‘La Gaceta’ que Litto empezaba a producir discos con Melopea, y buscaba músicas nuevas que tuvieran  que ver con lo nacional. Al tiempo me llamó por teléfono, nos encontramos, me dijo que el TDK sonaba horrible pero que la música estaba buena… y quedamos en contacto”, recuerda Deza, con la memoria mejor afilada que la de Nebbia. 

 “Dos años después (1990, siguiendo la secuencia cronológica que plantea el flautista y tecladista) grabé mi primer disco con Mate de Luna, la banda que tenía en Tucumán, y la producción precisamente fue de Litto. El fue siempre un motor importante para mi música y para la de tanta gente, ¿no? Un referente, además de lo musical, en la producción y sobre todo ser independiente y buena persona”. Coincidencias sobran, entonces: uno destaca del otro –y viceversa–la buena madera humana, el talento y, sobre todo, una laboriosa tendencia a la creatividad, el riesgo y la búsqueda. Es lo que se percibe a primera escucha en el grueso de las quince canciones que pueblan el disco. Nueve de ellas son de Deza en letra y música. Una (“Balada para Martha”) es una rémora de Nebbia. Y el resto las comparten. Pero hay que ir muy al fino para detectar la individualidad de las plumas. En tal sentido, el concepto del trabajo es impecable, muy parejo, muy en sintonía con la química esbozada.    

 Profundiza Nebbia: “Yo estaba acostumbrado a recibir trabajos nuevos de Leo de una manera más o menos regular, hasta que un día me trajo una docena de canciones que tenían la particularidad de tener letras. Me encantaron esos textos y comencé a fogonearlo para que hiciera un disco así, con sus canciones. Pero él no se lanzaba, y su argumento era que no se consideraba un cantor como para sostener un disco completo. Así fue que le propuse que lo hiciéramos juntos. Cantando un poco yo, otras veces él, y también a dúo, además de encargarnos de casi todos los instrumentos… Salió un álbum de músicos para la música, digamos”. Fueron fluyendo entonces “Niñez en Tucson”, con música de Deza y letra de Nebbia; “Mal de amores”, misma fórmula pero al revés; “Don Chivo”, toda de Deza; o alguna vieja canción como la mencionada “Balada para Martha”, tema que el rosarino incluyó en The Naked Word (1979). 

 “En principio iba a ser un disco de canciones mías producido por Litto, porque le mostré algunas y le gustaron –retoma Deza–, pero creo que se sorprendió un poco porque yo venía haciendo laburos más instrumentales. Entonces empezamos a grabar y cuando nos dimos cuenta el disco estaba casi terminado… Se hizo de a poco y como jugando, sin pretensiones”. La grabación se realizó entre 2015 y 2017 y, además de los instrumentos que toca cada uno, contó con los bajos de Jerónimo Santillán, Ricardo Culotta y Gustavo Giannini, la percusión de Julián Cabazza, el violín de Raúl Di Renzo y la viola de Rubén Jurado, bajo arreglo de cuerdas del mismo Deza. “La grabación mantuvo siempre la naturalidad de plasmar estas hermosas canciones. Sin apuro, sin tregua, como dicen. De pronto, Deza caía con un basic track hecho en su casa, y luego yo grababa un par de pianos acústicos en mi propia casa. Terminábamos, lógicamente, en el estudio de Melopea con el técnico Mario Sobrino, redondeando todo todito. A pesar que casi todo lo que suena lo tocamos nosotros, tenemos algunos amigos invitados, hay unas cuerdas y así”, recrea Nebbia, acerca de un proceso de grabación sobre el que su socio tiene cosas que agregar: “Se fue montando de a poco. Algunos pianos los grabamos en casa de Litto, otras cosas llevé yo grabadas de casa, como las bases de ‘La indecisa’, ‘Escondido del Charatero’ y ‘Florcita e cardón’. Y otras, las grabamos juntos en Melopea. Salvo dos temas que están arreglados, ‘Niñez en Tucson’ y ‘Balada para Martha’, casi todo se grabó a la manera de Litto…  espontáneamente y buscando la frescura de tomas únicas y enteras.” 

 –Una de ellas (“Niñez en Tucson”) ya la mostraron en vivo durante el concierto del 23 de noviembre en el Centro Cultural Kirchner, donde Litto presentó Alma. 

 Leopoldo Deza: –Nos gusta a los dos. Igual, la lista de ese concierto la hizo Litto… él sabrá porque la eligió. Por mi parte, creo que es uno de los temas que hicimos juntos que quedó más redondito.

 Litto Nebbia: –La tocamos porque es una canción que debiera crecer entre la gente. Por eso la hemos grabado en e.ste disco y también hicimos otra versión en Alma. Es una zamba hermosa. También me gusta  “Lejos, lejos, el verano”. Ambas son muy frescas. La primera la canto yo casi siempre y la segunda, la hace Deza, muy cálidamente, por cierto.

 L. D.: –Ya que estamos opinando, yo me anoto también con “Caballo de fuego”, una canción que me encantó grabar a dúo con Litto.

  –¿Qué significó aquel concierto para ambos? 

 L. N.: –Quedamos muy satisfechos. Primero porque la sala Ballena Azul es un lujo realmente. Luego, porque estuvo lleno de gente que adora la música, y finalmente porque tocamos entre amigos. 

 L. D.: –Me parece que fue un concierto muy fuerte y emotivo y la banda sonó potente, equilibrada y justa a la vez. Litto está en un momento de madurez musical alucinante para compartir, y esto fue algo que disfruté mucho, tanto como el público.